El nuevo servicio de TGN de atención a menores víctimas de abuso recibe 180 casos en un año

La casa Barnahus es pionera en Catalunya y el Estado. En este modelo los niños son atendidos en un sitio acogedor sin tener que recorrer hospitales, comisarías o juzgados

15 mayo 2021 17:15 | Actualizado a 16 mayo 2021 14:18
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El ambiente no podía ser más tranquilo; en la antigua Universidad Laboral, al lado de un bosque de pinos altos. Allí, en una parte del edificio de la enfermería del Complex Educatiu, funciona Barnahus, la Unidad integrada de atención a niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales del Camp de Tarragona. Eso sí, aquí no hay ningún cartel oficial en la puerta, solo una casita formada con paletas de madera en la ventana.
Dentro, la apariencia es la típica de una casa donde viven niños. Hay salitas con sillas de colores, sofás, una cocina, un baño, y, en cada rincón, juguetes y dibujos. El de la decoración no es un detalle menor; aquí todo está montado expresamente para que los niños y adolescentes que acuden se sientan en un entorno amigable. 

Esa es una de las claves de este servicio, el primero de sus características que se pone en marcha en Catalunya y el conjunto de España. La clave principal es ahorrar a la víctima el periplo de visitas que suele seguir a la detección de un caso de abusos sexuales: hospital, comisaría, juzgados, servicios de menores...

Isabel Carrasco, jefa del servicio de Atención a la Infancia del Camp de Tarragona, explica que antes de la puesta en marcha de la Barnahus las familias en esta situación tenían que viajar a Barcelona a unidades especializadas.

En la Barnahus, además, la forma de trabajar es diferente y se intenta que los menores lleguen al servicio lo antes posible. Una vez el dispositivo se pone en marcha, todas las actuaciones se hacen en la misma casa. 

Las víctimas son atendidas por el equipo psicosocial del centro, compuesto por siete profesionales expresamente formados. Pero la novedad está en que hasta aquí también se trasladan los Mossos d’Esquadra (sin uniforme), los médicos que vienen a hacer los reconocimientos (también sin bata) o los psicólogos del CSMIJ. Alguna sala está preparada incluso para acoger a una comitiva judicial en la que se incluyan jueces, abogados y fiscalía.

El servicio está liderado por la  Direcció General d’Atenció a la Infància i l’Adolescència, DGAIA del Departament de Treball, Afers Socials i Famílies, pero participan los departamentos de justicia, educación, salud e interior.  

«Ahogados» de casos

La apertura prevista del servicio coincidió con la pandemia, pero pese a todo decidieron comenzar a trabajar en el confinamiento. El primer caso llegó el 15 de abril del año pasado y, desde entonces, no han parado. Llevan 180.

Carrasco constata que «son muchos casos» en comparación con cualquier año anterior. Dice que, por una parte, «el confinamiento hizo mucho daño», pero también considera que afloran más casos porque hay  más conocimiento de que existe este servicio por parte de profesionales como pediatras o docentes.

La directora de la DGAIA, Ester Cabanes, explica que en el Camp de  Tarragona, desde la puesta en marcha de este servicio, se ha detectado un número de casos superior al de otros territorios, pero similares a lo que dicen las estadísticas europeas. «Quiere decir que está saliendo lo que tiene que salir, que vamos por el buen camino», señala.
Explica Cabanes que antes de la puesta en marcha del servicio estuvo visitando la Barnahus de Dinamarca donde se quedó a vivir durante dos días (en los países nórdicos estas casas están muy extendidas) y conoció la experiencia de otras por videoconferencia. «Y en todas partes nos avisaron lo mismo, que nos lo tomáramos con tranquilidad, que abriríamos y nos ahogaríamos», reconoce.

Primero la protección

A la Barnahus los menores pueden llegar derivados desde diferentes servicios, pero antes se hace un cribado en el Servicio de atención a la infancia de la DGAIA. Carrasco explica que antes que nada lo primero es determinar si la niña o el niño están protegidos o corren un riesgo que amerite tomar una medida administrativa. No hay que olvidar que en torno al 80% de los casos el abusador es un familiar, un padre, la pareja de la madre, un abuelo, un hermano, un hermanastro...

Una de las virtudes del servicio, explica, es que el niño no tiene que explicar tantas veces y a diferentes personas lo que le ocurre, algo que puede contaminar el relato. Es importante, además, la respuesta que dan los adultos  que escuchan al niño, porque su reacción puede llevarles incluso a retractarse. 

Pone el ejemplo de que sea un monitor del comedor el que detecta el caso en una escuela. Es muy probable que el niño luego tenga que repetir lo que sucede a su tutora, luego a la directora... Y así hasta siete veces. Hay niños que incluso se desdicen cuando ven el caos que se genera en la familia después de que se conocen los hechos.
Por eso, explica, es importante creer a los niños desde el principio y buscar ayuda especializada. En la Barnahus no solo se atienden casos urgentes que acaban de suceder y donde es clave es actuar rápido para recabar posibles pruebas, sino otros que se han producido en el pasado así como en los que existe una sospecha pero no se ha producido lo que los profesionales llaman «la revelación».

Creer a las víctimas

El hecho de que no tenga que repetir el testimonio también es importante para la salud emocional del niño. Cada vez que habla de lo sucedido, explica la psicóloga del equipo, la víctima vuelve a contactar con los hechos traumáticos. Además, señala, en estos asuntos los niños no mienten, solo en torno a un 3% de las denuncias son falsas y habitualmente se trata de casos en que los niños han sido instrumentalizados en medio de un litigio familiar.

Cabanes señala que con esta experiencia piloto que se espera poder replicar en otras partes de Catalunya, «estamos aprendiendo que los niños se saben expresar si el interlocutor que tienen delante les escucha como debe ser; si saben que es un adulto que está  para escucharle y no le juzgará... Y también hemos aprendido que la sociedad sabe menos de abuso sexual de lo que nos pensábamos. Debemos poder llegar a un punto en que nos podamos tomar con más tranquilidad cuando un maestro tenga que llamar a un servicio de atención  a la infancia para decir: ‘tengo un chico abusado sexualmente’».

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