El port esportiu de Tarragona confía en el efecto pasarela

Primer domingo con el paso por encima de las vías abierto, con una afluencia de gente considerable durante toda la mañana

25 junio 2018 09:12 | Actualizado a 25 junio 2018 09:15
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El día de Sant Joan siempre es una de aquellas jornadas en las que cuesta arrancar y en las que en Tarragona acaban siendo sinónimo de playa. Las calles están más desiertas de lo habitual.

También el Balcó del Mediterrani, que desde hace unos días ya no es el mismo. Ahora, la gente no baja a tocar ferro y tras sacarse las fotos se da la vuelta. La mayoría de los que llegan deciden continuar hacia la Baixada del Toro y la pasarela del Miracle.

Primer domingo desde que se inauguró la estructura por encima de las vías del tren y el flujo de viandantes es constante. «Yo, con ese calor, es que no puedo. O lo arreglan para que pueda pasarse con el carrito o no entiendo para qué sirve todo esto», lamentaba Gemma Duran.

Subía empujando al crío y esperando a que un alma caritativa le ayudara a subir el tramo de escaleras hasta la Rambla Nova. Es la solución que utilizan la mayoría de padres y madres que van cargados, dado que aún no se ha adaptado el paso alternativo para las personas con movilidad reducida y carritos.

Ana Lop y Montse Colet se habían acercado adrede para ver cómo había quedado. «Estoy convencida de que la gente bajará más a la playa», decía la primera. Coincidía con su amiga: «Tenemos a amigas que no bajaban nunca y hoy ya nos las hemos encontrado con las sillas».

Cargados con las toallas, algunos tan solo con el bañador o el biquini y aguantando un sol de mil demonios, los tarraconenses se están acostumbrando a la nueva estructura. Ayer, muchos de los que pasaban no lo hacían sigilosamente, como cuando uno conoce perfectamente el camino, sino deteniéndose y comprobando detenidamente los detalles. «Vinimos ayer a verla y como ya comprobamos que aguantaba, hoy ya hemos ido a la playa», decía Ana Álvarez.

Muy cómodo

Álvarez iba con su marido, Javier Rosa, y el niño, Teo Rosa, de seis años. «Estéticamente, no acaba de convencerme, pero me parece muy cómoda», decía el padre. Esta familia asegura que incrementará la gente que va a bañarse a la playa del Miracle. «Ahora, muchas veces cogíamos el coche para irnos a la Llarga o a la Arrabassada, pero si puede accederse mejor la cosa cambia», decía Ana.

Tras cruzar las vías, en el punto en el que se inicia la rampa de descenso al Passeig del Miracle, queda un pequeño balcón en el que muchas personas se detienen para contemplar esta nueva vista del Mediterráneo, hasta ahora insólita.

Allí estaba detenida Núria, con su hermana, que había llegada hacía unos momentos de Barcelona con el tren y había decidido enseñarle este nuevo rincón. «Cuando se acaben las obras del paseo quedará muy bien. Tan solo falta que arreglen aquel muerto –señalando la plataforma del Miracle– y realmente será otra cosa», decía esta tarraconense.

Son menos de diez minutos desde el Balcó del Mediterrani a la playa del Miracle. En verano, como todas las playas de la ciudad, ésta está llena todos los fines de semana, por lo que será difícil que pueda afirmarse que hay más gente en esta playa debido a la entrada en funcionamiento de la plataforma. 

Bajo dinamismo

Sí que tienen esperanzas en que pueda tener un impacto directo los negocios del Port Esportiu, que confían en que poco a poco Tarragona se abrirá al mar y más gente bajará a estos espacios hasta ahora ignorados.

«De momento tampoco no podemos decir que haya más gente, pero creo que sí que va a ayudar, porque se baja mucho más rápido», decía Adrián Cristea, del Wanda. En el tramo superior del Port Esportiu tan solo hay un negocio cerrado, en el que había el antiguo Soho, y que está previsto que reabra en las próximas semanas. No obstante, en la parte de abajo el dinamismo es escaso.

«Depende del domingo, hay algunos en los que baja bastante gente, otros en los que no hay nadie», añade Adrián. Coincide la mañana con la prueba de esquí acuático de los Juegos Mediterráneos, en la Marina Port Tàrraco.

Pese a ello, no hay una afluencia de público propia de un evento extraordinario. Así lo confirma Álex Pérez, del bar Brisa. «La clientela que tenemos básicamente viene del Nàutic y a partir del lunes –hoy para el lector– con el autobús», afirma. Delante de la puerta tienen la parada, aunque hasta el día de hoy no se pone en servicio el refuerzo adicional en las líneas de la playa.

Pérez considera que la pasarela puede tener un impacto en la cifra de extranjeros que bajen a esta zona. «Son los únicos que caminan y pasean por la ciudad, porque la gente lo que quiere es ir en coche a todas partes y poder aparcar gratis», decía.

Este restaurador está a la expectativa también de si los cruceristas lo utilizan para este trayecto del centro de la ciudad al puerto, lo que brindaría una oportunidad para estos negocios que se encuentran en el camino. «Lo que la ciudad necesita es eliminar las vías. Tarragona vive de espaldas al mar», concluye.

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