El voluntariado también tiene cara de inmigrante

Solidaridad. El programa Vol·in cumple un año mostrando que las personas migrantes también tienen inquietudes por colaborar con su entorno de forma altruista

13 diciembre 2019 22:40 | Actualizado a 14 diciembre 2019 16:15
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Si se juntan las palabras voluntario e inmigrante, lo más probable es que se piense en el primero ayudando al segundo. No obstante, el programa Vol·in ha querido dar la vuelta a las ideas preconcebidas y demostrar que los inmigrantes también pueden ser voluntarios.

La iniciativa, que acaba de cumplir un año, ha atendido a 20 personas, de las cuales 15 ya se han incorporado como voluntarias en entidades de la ciudad.

Una de esas personas es Jaime Meléndez, venezolano solicitante de asilo. Se enteró del programa en sus clases de catalán y le pareció la forma perfecta de dar salida a su inquietud por volver a trabajar como voluntario, algo que ya hacía en su país de origen. Químico y abogado, desde hace tres meses es voluntario en Creu Roja, donde colabora en dos programas, el de ahorro energético y en el almacén de alimentos. Está a la espera de la documentación que, a partir de febrero, le permitiría trabajar, pero mientras señala que ser voluntario le aporta, a nivel personal, mucha satisfacción.

Cree que se habla mucho de voluntariado, «pero tenemos que enseñar a todos, especialmente a los más jóvenes, que esto no es una moda, sino una filosofía que debemos asumir como sociedad; que todos tenemos un deber con las personas más vulnerables».

Más difícil es conversar con Alex, de Letonia, que apenas comienza a dar sus pinitos con el castellano, pero ya es voluntario en el comedor social de Taula Amiga de la Fundació Formació i Treball.

Está contento porque cuando se acercó a las técnicas del proyecto le ofrecieron varias entidades donde colaborar pese a su poco manejo del lenguaje. «Yo lo que quiero es integrarme en la sociedad», explica.

Provenientes de África

El programa ha sido puesto en marcha por la Federació Catalana de Voluntariat y las cooperativas Icària y El Far. También cuenta con el apoyo de entidades como la Fundació Obra Social La Caixa, la Diputació de Tarragona y la URV Solidària.

Las personas con inquietud por convertirse en voluntarias son atendidas por las técnicas del proyecto, quienes les hablan del trabajo de distintas entidades y les dan varias opciones en función de sus intereses y de su disponibilidad de tiempo. Según lo que decida cada persona, también les acompañan personalmente en sus primeros contactos con las entidades.

Una de las gratas sorpresas que ha dejado este primer año de la iniciativa es que uno de los voluntarios que llegó a través del Vol·in no solo colabora con una entidad, sino que se ha quedado como voluntario del propio proyecto. Él también acompaña a quienes quieren ser voluntarios a moverse por la ciudad si no conocen bien el entorno o si desconocen el idioma.

El perfil de las personas que han formado parte de este primer año de Vol·in ha sido muy diverso, pero aun así, han abundado las personas provenientes de África, de entre 18 y 29 años. El balance que han hecho sobre la experiencia que han vivido a través del voluntariado es, en general, muy satisfactoria.

En la encuesta que se ha realizado a las entidades que han participado, la inmensa mayoría, el 87%, se han mostrado «muy» o «extremadamente» satisfechas con la iniciativa.

De cara al año que viene, la intención es ampliar las entidades con las que colaboran e incidir en las personas migrantes más jóvenes (a partir de los 16 años). También se quiere abrir a la participación de otros colectivos, como personas con diversidad funcional y se espera poder ampliarlo a otras localidades, comenzando por Reus.

Como novedad, también se pondrán en marcha ‘tastets’ de voluntariado en que grupos de personas interesadas en ser voluntarias podrán trabajar por una tarde con entidades antes de decidir en cuál quieren colaborar.

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