Emociones japonesas desde Alcover

Pintura. El paisajista Jordi Isern viaja a la ciudad de Nagoya para inaugurar su novena exposición en Japón

18 diciembre 2019 19:40 | Actualizado a 18 diciembre 2019 19:54
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Colores de otoño, las nieves que se aproximan, vivos torrentes o salvaje vegetación. Serenos paisajes que aguardan a ser plasmados. «Pinto lo que siento. La naturaleza es el patrimonio más grande que tenemos y ahora lo estamos viendo».

Son palabras de Jordi Isern, artista que inmortaliza en óleo sobre tela la belleza que le rodea. Nacido en Barcelona, Isern creció entre el Montseny y Alcover, parajes que son fuente de inspiración junto al resto de Catalunya y la isla de Tenerife, donde expone cada dos años desde hace veinte. 

«Mis cuadros han llegado a arrancar lágrimas a niños. Esto da a la obra más valor que el económico y desarma a los organizadores»

Paz, quietud y calma es lo que intenta transmitir en sus cuadros. Y es justamente la lectura que hacen de ellos al otro lado del mundo, en Japón, donde estos días inaugurará su novena muestra pictórica de la mano de la empresa más antigua de aquel país.

Su relación con Japón viene de 2012. «Hacía diez años que seguían mi trabajo y estaban interesados en comercializar mi arte allí. Con el añadido de que una parte del dinero de las ventas se destina en cada ocasión a una causa diferente», cuenta este alcoverense. Desde entonces son muchas las emociones que ha movido en el Pacífico, que en muchos casos han sido recíprocas. 

Recibido a modo de estrella del rock, Jordi Isern atiende a la prensa, conoce a los responsables de las instituciones, explica su obra a todo aquel que lo requiera y, sobre todo, firma autógrafos, para lo que sus seguidores hacen colas larguísimas.

En Japón no compran de forma compulsiva. Lo relacionan con algún motivo

«El martes día 17 de diciembre viajo a Nagoya. Este año los beneficios van a parar a una escuela de niños discapacitados que necesitan un nuevo edificio. Es un encuentro muy bonito porque también hago una labor humanitaria», explica Jordi. 

En este tiempo, además de descubrir todo un mundo nuevo, se ha traído hasta Alcover unas cuantas anécdotas.

«En una ocasión un padre y su hija compraron uno de mis cuadros del pueblo de Altron, en el Pallars Sobirà. Era un regalo para su mujer, que tenía la ilusión de visitar Catalunya, pero en aquel momento no era posible porque estaba enferma de cáncer. Me pidieron que escribiera una historia, el motivo de la compra de la obra en el revés. Así lo hice, deseándole una pronta recuperación. Y al cabo de unos meses recibí un mail de la hija en el que me decía que su madre se había curado y vendrían a Catalunya. Una curación que relacionaban con mi cuadro».

Me trasmite mucho la naturaleza, los pequeños pueblos porque desde niño venía a Alcover

Como esta, guarda otros episodios similares. En este sentido, Isern destaca cómo en la cultura japonesa «no se compra compulsivamente, sino que siempre lo relacionan con algún motivo. Son además muy curiosos y lo preguntan todo».

Aunque sus viajes son profesionales, sin demasiado margen para el turismo, Jordi Isern está empezando a tener una asignatura pendiente. A saber, capturar los espacios naturales de Japón, exóticos para Occidente. «Ahora me encuentro en la tesitura de que tengo clientes de aquí que me lo piden», revela.

 

En Montblanc
Una vida entre pinceles y colores

«Mi vida está completamente destinada a la pintura. A ella me dedico de lunes a viernes. Y los fines de semana trabajo en un estudio galería que tengo en Montblanc desde hace 19 años. Allí tengo exposición y atiendo al público».

27 años entre pinceles y colores, como él mismo lo describe. «No me quejo. Es mi manera de vivir, salgo con el caballete a pintar».

Una de las recompensas la encuentra reflejada en la mirada de los clientes japoneses. «El arte tiene que emocionar. Pero además, hay que pensar que en Japón hay mucha población sintoísta y esto es importante porque para ellos Dios está dentro de los árboles, de la naturaleza, por lo que la respetan mucho. Supongo que es uno de los motivos de que les atraigan mis pinturas».

Una sociedad, la nipona, de la que resalta sobre todo, «el respeto y la solidaridad social. Para ellos todas las profesiones tienen el mismo valor y en este sentido, nos llevan una ventaja de años».

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