En Tarragona ya hay más móviles que personas

Por primera vez en la provincia el número de líneas supera al de ciudadanos. Movistar domina el mercado pero retrocede. El teléfono fijo se desploma y la tele de pago despega

03 marzo 2019 19:37 | Actualizado a 04 marzo 2019 09:32
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En Tarragona, ya es oficial, hay más móviles que personas. La situación, no por esperada, deja de ser reveladora del signo de los tiempos. Salimos a más de un móvil por cabeza en la provincia, y no sólo teniendo en cuenta los aparatos –algunos en desuso– sino las líneas activas. Los 806.776 móviles superan a las personas 797.128 del censo, según el balance del Idescat a 1 de enero de 2018. Es la última cifra de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que pone da manifiesto la enorme expansión de la telefonía móvil. 

La seducción del ‘smartphone’ sobre los tarraconenses se ha disparado en la última década, ajena a crisis económicas y a las alertas por los abusos. La mayor parte de líneas son de pospago, la modalidad hegemónica. Son 627.493 en Tarragona, a las que hay que añadir las de prepago, que se quedan en 179.283 después de unos años de retroceso. Es una proporción aproximada de cuatro a uno, aunque la cifra muestra que la recarga es todavía un método utilizado en la provincia. Es más empleado generalmente por los estudiantes, los jóvenes, los mayores y, básicamente, las personas dependientes financieramente y más necesitadas de controlar el gasto. 

La penetración del móvil en Tarragona ha pasado en diez años de un 53,2% a un 79,2%, y sólo teniendo en cuenta el pospago. Si se añade el sistema de prepago a la fórmula, la regla de tres arroja ese porcentaje disparado e irreal del 101% de la población con móvil, lo que quiere decir que hay numerosas personas con más de dos líneas. Es común ver a personas con un móvil personal y otro de empresa para el trabajo. 

La fotografía de la CNMC de las telecomunicaciones en Tarragona arroja el claro repliegue de la telefonía fija. El teléfono de casa tiene una supervivencia ligada, desde el punto de vista del operador, a la capacidad de las infraestructuras, y desde el prisma de los consumidores, a la necesidad de contar con banda ancha doméstica. Desde 2007 se han perdido más de 23.000 líneas.

La penetración no llega ni a la mitad de la población y se queda en el 40,5%. El uso del aparato para hablar es una función residual. El tráfico de voz originado en red fija descendió el 16%. Emplear el teléfono para hablar también es una función escasa en el móvil fijo, utilizado principalmente para mensajería instantánea monopolizada por aplicaciones como WhatsApp. 

En cuanto a las operadoras con las que se comunica la población de Tarragona, Movistar conserva el liderazgo en líneas fijas, con un 58,22% de cuota de mercado, a pesar de que se haya ido reduciendo en los últimos años. La segunda posición es para Orange (22,85%) y la tercera es para Vodafone (14,68%). 

Una revolución digital
Mucho más repartido está el pastel de la telefonía móvil en las comarcas tarraconenses. Movistar vuelve a estar al frente pero con una menor cuota (38,87%), que se ha ido reduciendo en los últimos años. De cerca le sigue Orange (31,68%), segunda en esa clasificación desde la época de Wanadoo y Amena, operadoras que integró, y más recientemente tras la absorción, en 2016, de Jazztel. Vodafone tiene un 17% de cuota, por encima de MasMóvil, un grupo al alza con firmas como Pepephone, Yoigo o Lebara. 

Todo ello, en global, configura una revolución digital que ha modificado los usos y las costumbres. «En muy pocos años la comunicación electrónica y las tecnologías digitales se han incorporado a la vida cotidiana, se han socializado. En 20 años la tecnología ha alcanzado una extensión universal.

La escritura lleva 5.000 años de implantación y aún hay centenares de millones de personas que no la dominan», indica Francesc Núñez, sociólogo tarraconense y profesor de Artes y Humanidades en la UOC. ¿Qué implicaciones sociológicas tiene la omnipresencia de la tecnología? Núñez arroja algunas de las claves: «La principal consecuencia, de tan obvia, parece a veces invisible y tiene que ver con la ruptura del espacio y del tiempo. Podemos estar en todos los sitios, como esa característica que tenían los dioses. Nos genera formas distintas de estar con los demás, también impaciencia, exigencia o distancias artificiales, cuando estás con alguien que está mirando el móvil». 

Más sociedad líquida
Núñez cita al sociólogo Zygmunt Bauman, toda una referencia con su concepto de modernidad líquida. «Estamos ante un efecto más de la sociedad líquida, que cambia cuando no hemos tenido tiempo de rutinizarla. Somos incapaces de generar rutinas y eso genera inseguridad, incertidumbre y sociedad del riesgo», aporta. Hay más interconectividad, con todas las consecuencias, no siempre positivas. «Aumentan las posibilidades de riesgo. Tienes más opciones de equivocarte porque la arquitectura de la elección se ha complicado mucho, y todo porque se han roto barreras que había de forma natural», indica Núñez. 

El aumento de los dispositivos electrónicos llega con la irrupción del debate de su abuso. «Hay gente que se siente muy a gusto y que navega sin problemas. El cerebro se siente cómodo con las facilidades de navegación.

Pero también hay gente que se siente molesta, invadida y desbordada, que sufre por estrés», comenta el sociólogo, que brinda pistas sobre los desafíos que vendrán en el futuro: «Se habla ya de que los chavales tienen que aprender a aburrirse, a tener esa posibilidad. Más allá de esa broma, el desafío es establecer formas de estar en el mundo al margen de las pantallas. Ya hay gente que empieza a comprarse móviles que no son ‘smartphones’ para poder desconectar».  

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