En marcha el primer comedor social en Tarragona que ofrece cenas durante el Ramadán

Coordinado por la concejalía de Nueva Ciudadanía del Ayuntamiento, reparte cien cenas cada noche. Atienden a jóvenes ex tutelados y otras personas en situación de vulnerabilidad

20 abril 2021 17:40 | Actualizado a 21 abril 2021 05:16
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Pasan las ocho y media de la tarde y cuatro chicos comparten mesa. La comida está servida y tiene un aspecto de lo más apetitoso pero ellos no dan bocado; todavía no es la hora. Como apenas hablan catalán o castellano, un voluntario hace de traductor. Cuentan que tres viven en la calle y el cuarto en una chabola a las afueras. Son musulmanes y están respetando el Ramadán, el mes de ayuno que marca la religión islámica. Como solo comen cuando se esconde el sol, por estas fechas no acceden a los comedores sociales que funcionan durante el día en la ciudad. «Si no fuera por esto lo estaría pasando muy mal; estoy muy agradecido, es una luz para mí», reconoce uno.

Los cuatro son usuarios del primer comedor social que se pone en marcha en la ciudad para dar cenas durante el Ramadán. Ubicado en la Part Alta, en el Centro Gallego (que presta sus espacios) reparte unas 100 comidas cada noche.

Aunque debido a la situación sanitaria lamayoría de usuarios se lleva la comida que está preparada en bolsas, hay algunos que se quedan a cenar en pequeños grupos. Los organizadores detectaron que los primeros días algunos recogían la comida y se quedaban a comer en la vía pública, al frente del comedor, y decidieron habilitar unas mesas dentro para evitar inconvenientes.

De inmigrante a inmigrante

Paula Varas, concejal de Nueva Ciudadanía del Ayuntamiento de Tarragona, explica que se trata de una iniciativa coordinada desde el Ayuntamiento pero donde el peso principal del trabajo y la financiación lo llevan las asociaciones de inmigrantes que se encargan de todo el proceso, desde preparar los alimentos en las cocinas de restaurantes de la ciudad que les prestan sus instalaciones (en el Centro Gallego solo se reparte la comida), hasta el registro de las entradas y la entrega.

Las asociaciones que están al frente del proyecto son la Alianza Internacional Sin Fronteras por los Derechos y las Libertades, la Asociación de Paraguayos de Tarragona, la Coordinadora Latina y el Centro Gallego. También colaborarán las asociaciones de inmigrantes chinos y filipinos y el Consulado de Marruecos. De hecho se ha corrido la voz y el proyecto ha terminado por implicar a miembros de diferentes comunidades. El día que acudimos, por ejemplo, los encargados de controlar el acceso y medir la temperatura son de la Asociación de Colombianos de Tarragona.

Explica Varas que la puesta en marcha del comedor es el resultado de un trabajo que se está llevando a cabo con las entidades desde enero y en el que había vuelto a quedar en evidencia que los inmigrantes siempre manifestaban sus ganas de colaborar con la comunidad. Recuerda que desde el inicio de la pandemia varias entidades están haciendo reparto de alimentos para familias necesitadas de cualquier origen. Todas se han coordinado con las asociaciones de vecinos.

Un espejo donde mirarse

Eduardo Ortega, de la Asociación de Paraguayos de Tarragona, explica que la experiencia está resultando muy enriquecedora, porque el comedor da una oportunidad para hablar con jóvenes que han llegado a la ciudad como menores no acompañados y mostrarles el ejemplo de otras personas que también llegaron a la ciudad siendo inmigrantes. Dice que «emigrar siempre es una apuesta arriesgada, pero tratas de hacerles ver que ellos ya están aquí y que tienen que aprovechar esa oportunidad para mejorar su vida y la de sus familias».

Aicha El Gourgi, presidenta de la Alianza Internacional Sin Fronteras por los Derechos y las Libertades, conoce a todos los chicos por su nombre. Le vemos como se lleva a alguno del brazo, como lo haría un familiar, y le conmina a sentarse. «La idea es crear un espacio de confianza y de respeto, que entiendan que hay unas normas que hay que cumplir», señala. Aquí el comportamiento es muy importante, si alguien se ha metido en problemas no se le deja entrar, explica Varas.

Entre los voluntarios hay dos jóvenes ex menas: Bilal y Anas. Los dos tienen 19 años, ambos vivían en la calle y ahora están alojados en un piso de la Alianza. Bilal hizo un curso de fontanería y está haciendo las practicas. Todavía no tiene papeles pero está esperanzado en que su situación legal se arregle, Cuenta que como voluntario en el comedor está «aprendiendo mucho y esto nos da alegría».

Cocinas del mundo

Se trata, además, de que haya un auténtico intercambio cultual. Aunque el día que nos acercamos al comedor la mayor parte de la comida es árabe, como la harira, (una sopa consistente con carne, tomates y legumbres) los asistentes también han probado las empanadas argentinas y otros días probarán comidas de otros sitios. Marlon y Camila, voluntarios colombianos, explican que a ellos la experiencia también les ha servido para desprenderse de muchos estigmas. «Es enriquecedor y además te das cuenta de que son muy agradecidos».

Pero aunque los destinatarios principales son jóvenes que viven en la calle, el comedor está abierto a todo el que lo necesite o quiera entrar a conocer el proyecto. También recogen la comida familias con niños y personas no musulmanas que están en situación de vulnerabilidad.

Se procurará, además, que por el comedor pasen también los vecinos para que conozcan el proyecto. El día que visitamos el comedor están como invitados el concejal de seguridad, Manel Castaño y el jefe de la Guàrdia Urbana.

Aunque la idea principal del comedor era solventar el problema de la comida durante el Ramadán, el comedor, pese a que lleva poco tiempo funcionando, se ha convertido en un punto de intervención informal con los jóvenes. «Supimos que algunos chicos hacían mal uso de los patinetes eléctricos, y les explicamos las normas. Realmente no tenían ni idea de que no podían ir por la acera», ejemplifica Varas.

El comedor terminará de prestar servicios el 12 de mayo, cuando termine el Ramadán, pero la intención es seguir en contacto con estos jóvenes para intentar que se involucren en actividades voluntarias.

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