Enrique Villagrasa: 'Necesito la poesía para vivir, es mi droga dura'

El prolífico autor turolense afincado en Tarragona reflexiona sobre sus espacios vitales 
en su nuevo libro, ‘La poesía sabe esperar’. Esta tarde lo presenta en la librería La Capona

26 septiembre 2019 17:40 | Actualizado a 26 septiembre 2019 17:58
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Enrique Villagrasa nació en Burbáguena (Teruel) en 1957 aunque lleva más de media vida en Tarragona. Periodista, poeta y crítico literario, presume de haber sido traducido a nueve idiomas, «entre ellos el croata y el árabe». Esta tarde, a las 20.00 horas, presenta en la librería La Capona de Tarragona su nuevo libro, La poesía sabe esperar (Igitur), su poemario «más personal y riguroso, en el que ningún verso es casual».

Dice Nacho Escuín en el prólogo que en este libro está presente su ‘infancia interrumpida’.
Se refiere a mis idas y venidas desde Burbáguena a los internados. De mis lecturas en el pueblo a las lecturas en las bibliotecas de los colegios. También, es un guiño al lector para que sepa por donde discurre mi escritura, mi memoria, que a veces la tengo muy presente y otras no tanto, puesto que se imbrican unas imágenes con otras: esa experiencia, esos recuerdos que nos cincelan. Y que igual no ocurrieron así, pero uno los recuerda así…

¿La poesía es una terapia para sacar las penas fuera?
La poesía es un arte útil o inútil que puede gestionar tu inteligencia emocional, por lo tanto es una terapia que sirve para cantar las penas y las alegrías, la vida y la muerte, la pasión y el dolor. En mi caso es mi refugio para explicarme el mundo y conocerme, a la vez que la filosofía, la otra muleta en la que me apoyo, desde que hice la mili con Sócrates, Platón y otros escolásticos.

¿Cuánto hay de realidad en sus poemas?
Todo es realidad inventada. La palabra es la zarza que no se consume. Solo existe lo imaginado y luego es nombrado. Los poemas son una explicación de esa parte o totalidad de las cosas nombradas. Escribes un poema porque algo te inspira y, a veces, te es dictado el primer verso, la primera idea. Casi siempre, al empezar a escribir un poema no sabes ni en qué quedará y muchas veces quedas sorprendido, si no lo has tirado a la papelera, de cómo se desarrolla; pues, siempre o casi siempre el resultado es distinto de lo esperado.

¿No le da pudor ‘desnudarse’ ante el lector?
Para nada, lo bien que va uno sin ropa y ahora más que nunca, con Instagram, Facebook, Twitter... Ahora me doy cuenta de lo poco que gasto en vestir. Me reconforto en la memoria y su voz, que unidas, camisa y pantalón, son el verso y la poesía que buscan ese no sé qué que me deje balbuciendo.

¿El título, ‘La poesía sabe esperar’, es un mensaje oculto?
La poesía siempre sabe esperar y se da y se ofrece a quien ella sabe y conoce. La poesía es la que hace por nosotros. Es como una amante, debes estar cuando ella quiere. Nunca está cuando tú la llamas. Hoy por hoy que todo el mundo escribe y nadie lee, los que nos dedicamos a leer, ya que nos pagan por ello, debemos buscar siempre la calidad por encima de la cantidad y en eso estamos, tanto los que practicamos la reseña y crítica literaria, como los que saben de gramática, prosopopeya, sintaxis, métrica y de los hombres y mujeres de gran sindéresis lingüística.

¿Hay que estar triste para escribir poesía?
No necesariamente. Cuando escribes estás ido, no conoces ni la tristeza ni la alegría. Estás poseído. Escribir versos es un extraordinario acelerador, cual peyote, de la modificación de nuestra conciencia y de su percepción; acelerador del pensamiento y de la comprensión del universo. Una vez experimentado tal estado o sensación, ya no puedes renunciar a repetir la experiencia; establecemos una dependencia total con este proceso.

Usted es un tipo bromista. ¿Se considera un poeta al uso?
No, para nada. Me gusta divertirme con el lenguaje y él me sirve para explicar historias, siempre divertidas, sanas, me gusta mucho la broma y reír. Siempre con la sonrisa puesta, que la vida ya nos da tragedias y no pocas. Aunque igual, escribiendo poemas sea más serio de lo habitual. Le tengo respeto y algo de miedo a la poesía, no me gustaría que se enfadase y me olvidase. Necesito la poesía para vivir, es mi droga dura.

Eso sí, las rimas no le van mucho.
No me van ni me vienen. Las rimas, rimas son y a veces las utilizas y otras no. Todo depende del poema que escribes. De hecho en mi anterior poemario, Queda tu sombra (Huerga& Fierro), utilicé la rima en más que algún que otro soneto, al menos más que en este último que nos ocupa. También utilizo la rima en el próximo libro que tiene este título provisional: ¿Y ahora qué hacemos con la poesía? Igual es por mis primeras lecturas y versos, en lo que todo rimaba, no lo sé.

¿Es un lector voraz?
Pues sí. Ya a los ocho años me había leído El Quijote, que he leído varias veces después y en distintas épocas de mi vida. Tengo distintas ediciones. No es un mérito, es que en mi pueblo hacía y hace mucho frío y no había otra cosa que hacer: creo que la televisión se inventó, cuando nací yo. También leía por aquel entonces la Biblia, que estaba prohibida en España, lo que había era y se podía leer y estudiar Historia Sagrada. Pero también he leído a Enid Blyton, y otros y otras. A la poesía llegué tarde y el primer poemario fue Romancero gitano de García Lorca.

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