'Es un orgullo trabajar para encontrar la vacuna'

El reusense Josep Maria Martorell dirige el MareNostrum, el ordenador más potente de España, que busca la vacuna contra el SARS-CoV-2

16 julio 2020 18:19 | Actualizado a 17 julio 2020 15:27
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Fueron días extraños para Josep Maria Martorell (Reus, 1975), doctor en Ciencias de la Computación y director asociado del Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS). Uno de los responsables del superordenador MareNostrum, el más potente de España, ha vivido recientemente jornadas de vértigo en horas muy graves. «Participé como experto en el plan de desconfinamiento del epidemiólogo Oriol Mitjà. Recuerdo estar en casa, haciendo una videoconferencia en el ordenador, hablando de cosas muy duras y bestias, de si había que confinar a la gente o no… y de repente me giraba, porque tengo cuatro hijas, y veía a una de ellas que me reclamaba ayuda por un problema tan grave como que el lápiz no tenía punta. Era un contraste. Fue todo muy raro», recuerda ahora. 

Martorell, licenciado en Ciencias Físicas y exdirector general de Recerca de la Generalitat, aborda ahora un desafío más importante aún: comandar una de las entidades que buscan la vacuna contra la Covid-19. El supercomputador de Barcelona (un centro con 700 trabajadores y 40 millones anuales de presupuesto) colabora con decenas de proyectos internacionales en la carrera por hallar ese anhelado elixir de la inmunidad pero, sobre todo, se vuelca en uno en concreto. 

El centro barcelonés se consorció con el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa y el Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias; tres entidades catalanas en busca de la vacuna del SARS-CoV-2. «Para nosotros fue muy fácil apostar por esto. No ha supuesto un cambio drástico en el ámbito de investigación, porque ya nos dedicábamos a la biomedicina», relata. La simulación a través de la supercomputación es clave en estos procesos. «No trabajamos ni con probetas ni con ratones, sino que damos apoyo a grupos biomédicos que necesitan trabajos de simulación de proteínas, de genomas… Buscar una vacuna es un proceso experimental, es mirar si una proteína encaja bien... Todo eso, dicho de forma muy resumida y simple, se acaba haciendo de diferentes maneras, con animales, 'in vitro', luego en personas… pero antes de todo eso tienes que decidir qué compuestos químicos empiezas a probar y esa parte se realiza mucho mejor y más rápidamente con una simulación computacional». 

La simulación que realiza un supercomputador es clave para estas investigaciones médicas

Es ahí donde están trabajando ahora los investigadores y científicos del prestigioso BSC. «En el tiempo en que un investigador puede hacer un experimento, nosotros realizamos miles, porque la capacidad es muy grande». De alguna forma, el BSC, con el Marenostrum como gran emblema (uno de los ordenadores más potentes de Europa, instalado en una antigua capilla de Torre Girona) ayuda a acelerar los procesos, algo vital en esta lucha mundial contra el coronavirus. El proyecto de Martorell y sus científicos, que cuenta también con el apoyo económico de la farmacéutica Grífols, está en la lista de los que ha reconocido la OMS.

En concreto, la estrategia del consorcio creado se basa en generar la vacuna mediante VLPs (del inglés, virus-like particles, partículas similares a virus), que son partículas con la misma estructura que un virus pero sin capacidad de infectar. Los investigadores están diseñando estas VLPs con la proteína S (del inglés ‘spike’, de la espícula) del SARS-CoV-2 en su superficie.

La puerta de entrada del virus
Ese reconocimiento de la OMS pone a la iniciativa en el mapa mundial. Pese a eso, Martorell apela a la cautela antes de hablar de tempos: «El estado es incipiente. Somos extremadamente prudentes. Lo peor en ciencia es levantar expectativas que no sean ciertas. Los procesos son secuenciales y se pueden generar varios en paralelo. También hay que tener en cuenta que van hacia adelante y hacia atrás, en función de nuestros resultados y también de lo que nos digan desde el laboratorio».

El BSC, en términos sintetizados, examina miles de anticuerpos y variantes de proteínas del SAR-CoV-2 a partir de su secuencia genética. Se centran en la llamada proteína Spike, S, que permite la entrada del virus a la célula huésped. Una vez conocida la estructura de Spike, habrá que diseñar una molécula que bloquee su unión al receptor de la célula, y así impedir la entrada del patógeno. Todo ello, paso a paso, en mitad de la vorágine global. «Estamos al comienzo de todo. Las mejores cabezas y los mejores ordenadores del mundo están volcados en esto. No tiene sentido poner plazos. Hay una maduración de la ciencia. No es una cuestión de tiempo, no es como montar un Lego. Cuando tienes que resolver un problema científico no sabes cuánto tardarás», añade el reusense. 

El equipo comandado por Martorell impulsa su propia vacuna y colabora con otros proyectos

Martorell cree que «demostrar que un fármaco no tiene utilidad es tan importante como encontrar uno que sí la tenga». Martorell comprende, sin embargo, esa carrera acelerada que cita a unas 200 iniciativas en todo el mundo: «Es algo normal, porque el impacto de la pandemia es mundial. Hacía mucho tiempo que la humanidad no sufría algo así. También es obvio que los intereses económicos son muy importantes». 
Este reusense prefiere no hablar en términos de competencia entre laboratorios, sino de desafío: «Yo tiendo a ver todo esto en positivo. Es el resto más grande del siglo XXI. Cuando acabe el siglo, se hablará de esto. Es la primera pandemia que nos llega teniendo un nivel de ciencia y tecnología lo bastante alto como para hacerle frente». 

«Es un motivo de orgullo»
De ahí que Martorell, que sufre por no poder regresar asiduamente a su Reus natal («antes venía cada tres o cuatro semanas, ahora llevo cinco meses sin ir, y eso pesa»), reivindica la labor: «A veces nuestro trabajo es visto por la sociedad como algo extraño e incomprendido. Ahora estamos viviendo un proceso muy bonito, porque sientes que puedes echar una mano, eso es motivo de orgullo. Evidentemente, nuestro trabajo no es tan importante como el de los sanitarios, pero estamos contentos porque la labor científica que hacemos puede servir para estar un poco mejor». 

El supercomputador barcelonés también realiza trabajos de análisis de la movilidad y los flujos para combatir la pandemia con la monitorización de los desplazamientos y ha puesto su capacidad a disposición en abierto de cualquier investigador europeo. Pese a su aura puntera, este templo de la excelencia investigadora también se ha tenido que sobreponer a imprevistos. «Hay que tener en cuenta que hemos hecho todo este trabajo estando desde casa casi tres meses. No es lo mismo simular una proteína en un superordenador, que hacerlo estando en casa, con tu portátil, con los niños… No ha sido fácil». El reputado investigador en el Sida Bonaventura Clotet, director de IrsiCaixa, es la cara visible de la parte biomédica de estos trabajos. 

En España, además de este proyecto, siguen activos otros nueve, con conceptos y metodologías muy diferentes: desde los que tratan de ‘reutilizar’ los virus que se usaron para erradicar otras enfermedades (como la viruela); los que tratan de eliminar del genoma del coronavirus los genes responsables de su virulencia para obtener derivados atenuados; o los que usan un gen de un antígeno del virus para estimular la inmunidad del receptor.

Entre los proyectos más avanzados destaca el que dirige el virólogo Mariano Esteban, responsable del grupo Poxvirus y Vacunas del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que centra su trabajo en el virus utilizado para la erradicación de la viruela. En Catalunya, el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), vinculado al Hospital Clínic de Barcelona, es otra entidad en marcha. Allí, el grupo de Felipe García optó desde el primer momento por la posibilidad de inocular ARN, ya que participaba en un consorcio de desarrollo de vacunas frente a VIH con este modelo. Otro proyecto de Catalunya es CoviNanoVax, de la Universidad Ramon Llull, a cargo de los investigadores Salvador Borrós y Cristina Folnaguera. La idea vuelve a pasar por el ARN y, en este caso, el desarrollo de nanopartículas poliméricas capaces de encapsular material genético y llevar l

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