Esas modestas lápidas que remueven la conciencia

Con ochenta años de retraso, ayer se señalizaban en el cementerio de Tarragona dos fosas en las que fueron enterradas víctimas republicanas 

13 julio 2019 18:30 | Actualizado a 16 julio 2019 11:19
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Hasta hace poco eran apenas nueve modestas lápidas en una esquina del cementerio de Tarragona en las que lo único que llamaba la atención era que todas las fechas de fallecimiento estaban comprendidas entre 1939 y 1942.

Ahora las sencillas lápidas están rodeadas por una valla y un cartel plastificado (la idea es que luego se haga en un material permanente) que por fin recuerda que quienes están allí murieron por sus ideas cuando ya había finalizado la Guerra Civil. 

Quien se acerque puede leer, por ejemplo, la historia de Joan Manresa Vallespinós, de 45 años, natural y vecino de Reus, «de profesión paleta, casado con Marcelina Vilafranca Freixa y con dos hijos. Ingresó en la prisión de Pilats el 8 de mayo de 1939. El 25 de mayo de 1939 fue sometido a consejo de guerra sumarísimo por rebelión militar y condenado a muerte. El 14 de julio de 1939 fue fusilado en la montaña de l’Oliva y enterrado en la fosa común del cementerio de Tarragona. En el certificado de defunción consta que murió por ‘hemorragia interna’».

Empeño necesario

La señalización ha sido posible gracias al empeño del Fòrum de Tarragona Per la Memòria, presidido por Francesc Xavier Tolosana, con la complicidad y colaboración de la Xarxa Santa Tecla, y en particular del mosén Manuel Fuentes.

Un emotivo acto acompañado de música sirvió ayer para inaugurar la dignificación de esta fosa y de otra en la que consta que reposan otros cinco represaliados republicanos.  En total, en el cementerio de Tarragona hay constancia de que están enterradas 691 personas fusiladas por el régimen franquista. La fosa más grande ya fue señalizada en 2010 y en un monumento constan los nombres de todos.

Un ‘hueco’ en la historia familiar

Pero si para algo sirvió el acto de ayer fue para recordar, en boca de los familiares de las víctimas, por qué la Historia tiene que contarse con nombres y apellidos.

Maria Anna Manresa, nieta de Joan Manresa, recordaba cómo la muerte de su abuelo dejó un «hueco negro e injusto» en la historia de su familia. Ayer agradecía a los que se han encargado de que aquellas lápidas, finalmente, estén protegidas y señalizadas.

Marcela Aguado, otra nieta de Manresa, se acordaba de su madre, Antonia, y de cómo la muerte de su abuelo, cuando apenas tenía 19 años, rompió su vida. Su esperanza es que esta señalización sirva para enseñar a los más jóvenes «para que no se repita».

También habló Xavier Quílez,  nieto de otro de los fusilados en l’Oliva, Restituto Ramos González. Su abuelo, nacido en Santander, era ferroviario y falleció cuando apenas tenía 33 años. Quílez recordó la primera vez que, siendo muy pequeño, su madre le llevó al cementerio, a ese trozo precario de tierra, y le dijo que allí estaba su abuelo. Más mayor pudo visitar la cárcel de Pilats, «era negro, sentí una pena muy grande al pensar la gente que murió allí por sus ideas», comentó antes de que la emoción le impidiera continuar.

Tareas pendientes

Hoy se cumplen ochenta años del fusilamiento de Joan Manresa y, ocho décadas más tarde, la tarea de la restitución de las víctimas está lejos de acabar, como recordaba el historiador y catedrático de la URV Josep Sánchez Cervelló, quien aseguraba que la Guerra Civil no ha terminado hasta que no se haga un acto de reparación con todas las víctimas. Recordaba, por ejemplo, que hay unas 200 personas en fosas del Ebre y el Priorat sin identificar. «Sus familias necesitan saber quiénes son».

Especialmente emotivas fueron las palabras de mosén Fuentes, quien no entendía que, a estas alturas, «haya tantos que se nieguen a pedir perdón». Aseguró que la señalización era cuestión de deber y de justicia.

También hizo acto de presencia Manel Castaño, Concejal de Educación del Ayuntamiento de Tarragona, quien explicó el compromiso del equipo de gobierno para que la señalización de este y otros lugares sea permanente. «Para recordar que eran hombres de paz y que su sacrificio no fue en vano».

El grupo de modestas lápidas siempre tuvo mucho que enseñarnos, sólo que ahora podrá hacerlo mejor. Bastará que queramos escuchar. 

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