Esclavos digitales

Móviles y ordenadores facilitan la vida pero un uso abusivo tiene consecuencias negativas en la salud

03 noviembre 2018 18:17 | Actualizado a 07 noviembre 2018 10:40
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Internet y las redes sociales no descansan, tienen colgado el cartel de abierto las 24 horas y se cuelan en la vida cotidiana en los momentos más inesperados a través de mails, alertas, melodías y notificaciones.

 Tras un día de horarios imposibles, pésima conciliación familiar y laboral, tareas domésticas, extraescolares... Llega la hora de desconectar. Sin embargo, en pleno siglo XXI esta desconexión es una falacia porque ¿quién no ha saboreado ese momento de sofá y se ha levantado, rendido ante la dictadura del móvil? o en vacaciones, ¿por qué existe esa necesidad imperiosa de estar enganchado al teléfono? Un «enganche» que se agrava cuando se trata de cuestiones laborales.

Los profesionales de la salud insisten en que la desconexión digital es un sano ejercicio que beneficia a cuerpo y mente. «El tema no está en el uso, sino en el abuso», apunta Jaume Descarrega, psicólogo clínico y profesor de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Y especifica que, como todo en la vida, el uso de las tecnologías «es positivo y facilita la comunicación».

Pero el problema llega cuando «este uso se convierte en un abuso, en una cuestión incluso a nivel de adicción, que no se puede evitar dejar de hacer», señala. La adicción al móvil no es una patología declarada, ya que no está reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, es un hecho y quienes la sufren son nomofóbicos, término que es una abreviatura de la expresión inglesa «no-mobile-phone phobia» y que es el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil.

Descarrega, que también es miembro de la junta de gobierno del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC), explica que esta sumisión a las redes sociales, incluso a nivel laboral «nos limita como seres humanos. Hace que todo lo que tiene que ver con el ámbito emocional nos cree ansiedad y dependencias. Uno cree controlar las dependencias, pero eso no es cierto. Crees que podrás dominar la tecnología pero se convierte en un elemento que nos domina precisamente a nosotros. Formamos parte de un entramado del que es difícil salir. Es un arma de doble filo».

Dependencia

La situación de alerta ante los mensajes que llegan o que no llegan, el estar pendiente, constantemente pensando en el otro crea estados emocionales como la angustia. Descarrega explica que «si no hay contestación se puede pensar que no eres importante para el otro, que esa persona no te considera. No es una depresión pero es una sintomatología que puede generar respuestas agresivas para uno mismo o para los demás».

Sin embargo, como en toda adicción, hay que buscar el origen del problema. «El objeto al que nos enganchamos es el más visible. La adicción es el síntoma, pero si se convierte en algo que hace sufrir, entonces es un indicador de que alguna cosa en la persona no está funcionando», sentencia Descarrega.

Esta tesitura, además, se magnifica cuando se trata de trabajo ya que leer un mail o un mensaje procedente de la oficina provoca que toda la desconexión conseguida se esfume en segundos. En este sentido, una encuesta de la Fundación Cotec sobre la percepción social de la innovación en España presentada esta semana, pone de manifiesto que «el 85% de los españoles cree necesaria una ley que regule el derecho a la desconexión digital del trabajo, pues se considera que un mayor desarrollo tecnológico facilitaría el ejercicio de la profesión fuera del lugar habitual, pero podría causar consecuencias negativas en la vida privada.

No obstante, mientras no llega la ley, ¿cuál es la solución? «Tener la capacidad de desconectar», manifiesta Descarrega, lo que es sinónimo de apagar. Y añade que todo se reduce a una cuestión de prioridades, de saber qué es primordial en cada momento porque, -pregunta- «¿qué es tan urgente que no puede esperar la hora de comer o una hora y media de cine? No puedes estar disfrutando de una película con momentos emocionales alegres y tristes y al mismo tiempo escuchar la notificación del móvil».

En la misma línea se pronuncia el profesor de Estudios de Artes y Humanidad de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Enric Puig, quien en su libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo reúne el testimonio de personas que han decidido desconectarse de la red. 
 

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