Ese cerebro cotilla de los adolescentes

La psicóloga Lourdes Carrascon charla con los padres y madres del Institut Martí i Franquès de Tarragona sobre este periodo en la vida de su prole 

21 febrero 2019 09:12 | Actualizado a 21 febrero 2019 09:15
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¿Qué madre no ha contado hasta diez y ha aguantado la respiración en alguna ocasión antes de contestar a su hijo o hija adolescente? Y digo madre porque el pasado martes, en la sala que acogió la conferencia El cervell adolescent en el Institut Antoni de Martí i Franquès de Tarragona, fueron ellas las que ganaron por goleada a los padres, que no sumaban una decena. 

¿Qué le ocurre al cerebro de los adolescentes? ¿Por qué hablan por los codos, ellas, o se parapetan tras un silencio sepulcral, ellos? ¿Por qué los padres son el enemigo? ¿Y por qué levantan una barrera en forma de puerta, la de sus habitaciones? A estas y otras preguntas respondió la psicóloga clínica tarraconense Lourdes Carrascon en una charla, la primera de tres, organizada por el AMPA del centro de secundaria con el objetivo de tratar aspectos humanos y sociales que trascienden los puramente pedagógicos.

Hasta que cumplen 19 años, en general los adolescentes tienen miedos, muchas dudas, trastornos de estado de ánimo -sobre todo las jóvenes- y de control de impulsos, son un cúmulo de emociones, vulnerables y se rebelan, unas conductas con las que los presentes estaban familiarizados, sin duda. Y todo ello ocurre de forma cada vez más rápida gracias o a consecuencia de las redes sociales. Sin embargo, no es un capricho, todo está en el cerebro que «en este período vive importantes procesos de madurez. Maduran por fuera, los vemos crecer, pero también a nivel interno y precisamente lo que más necesitamos, el razonamiento y el control de los impulsos, es lo último que llega», comentó la psicóloga. «Porque a los 20 ya son adultos, aunque yo diría 20 más IVA», bromeó Lourdes. Pero no solo el cerebro es el responsable. También tienen mucho que ver los factores genéticos y los ambientales. Es decir, el entorno cuenta, un aspecto del que padres y madres son conscientes y por ello la eterna pregunta que les quita el sueño: ¿con qué compañías se relaciona mi hijo o mi hija?

El factor social

Lo que es cierto, y Carrascon corroboró, es que se apoyan en sus iguales para descubrir lo que aún no saben. «El cerebro es como una película y si le falta un trozo lo pone él, con la información que tiene», explicó esta profesional. Y además, añadió, «es un órgano chafardero, al que le gusta probar experiencias» que, por supuesto no tienen por qué ser todas positivas y aquí entra el botellón o el probar las drogas porque «si uno lo ha probado, ya es el líder», puntualizó Lourdes. Factor este, el social, que está intrínsecamente relacionado con el miedo a la exclusión «porque necesitan formar parte de un grupo. El cerebro está preparado para evolucionar de forma conjunta. Y es un sufrimiento horroroso quedar al margen», subrayó. 

Ante todo ello, desde casa, ¿qué se puede hacer? Tener «confianza filio parental y también en el colegio», comentó. Eso y tener claro que «los padres no sois amigos, sois padres y madres y los límites son necesarios. Si hay un castigo tiene que ser hasta el final. Es vuestro territorio. No os dejéis manipular». Otras herramientas que recomendó son darles responsabilidades dosificadas y tratarlos como adultos. «Los tenemos que hacer razonar, poco a poco», apuntó. 

Serotonina, testosterona, oxitocina o dopamina fueron algunas de las hormonas que la psicóloga presentó a los congregados y que tienen parte de responsabilidad en que en ocasiones las situaciones puedan llegar a convertirse en insostenibles. Paciencia. No durará siempre. La charla, amena y cercana, puso sobre la mesa una etapa que, como manifestó esta psicóloga, «se tiene que pasar, aunque esto no quiere decir que se tenga que pasar mal».

 

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