Modesto Pallejà, presidente de la Associació de Veïns de la Plaça 1 de Maig i voltants, también vivió un episodio donde el transporte sanitario le jugó una mala pasada. El 5 de mayo, Pallejà fue operado de la pierna y, el día 17, tenía cita en el hospital Joan XXIII para hacerse las curas. «No puedo apoyar el pie al suelo, voy en silla de ruedas y por eso pedí una ambulancia», explica el paciente, quien añade que conseguir la autorización fue una odisea. «Quedamos entre las ocho y cuarto y las ocho y media en la puerta de mi casa. A las nueve tenía la cita con el médico», explica Pallejà, quien añade que «a las nueve menos veinticinco minutos aún no había llegado y llamé. Me dijeron que la ambulancia estaba de camino».
Pero a las nueve en punto, hora de la cita, el vehículo medicalizado, aún no había aparecido. Casualmente, la farmacéutica del barrio se encontró a Modesto, desesperado. Le explicó la historia y, rápidamente, la farmacéutica llamó a su marido, que fue quien le llevó hasta el hospital Joan XXIII. «La última vez que llamé a la ambulancia le pregunté si esta manera de actuar era normal, y me dijo que estaban saturados», explica Pallejà, quien hizo una hoja de reclamaciones, «después de pasar por un montón de mostradores del hospital. Todos me daban largas». explica. Modesto Pallejà asegura que, cuando salió del hospital, fue cuando se sorprendió más. «Había unas 40 personas que llevaban más de dos horas esperando una ambulancia. No me lo podía creer», comenta Pallejà.