¡Feliz Navidad!... y que sea lo que ómicron nos deje

Tradiciones. Tarragona vive a dos velocidades entre quienes hacen los últimos preparativos y a los que el virus les desbarata los planes

25 diciembre 2021 10:30 | Actualizado a 25 diciembre 2021 11:50
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La cena de Nochebuena acaba de irse al traste; y la comida de Navidad, y Sant Esteve... Tu hija acaba de llamarte para decir que ha dado positivo; así que nada de abuelos, tíos o primos cerca. ¿Y la cena? Toca comprar túpers para que cada uno se la lleve a su casa porque esta vez tocaba cenar en la tuya. ¿Y el Tió? ¿Lo empaquetas para que se vaya a cagar a otro lado?...

La de esta redactora es una más de las historias de planes desmontados que nos está dejando la variante ómicron del Covid-19 y no es, ni de lejos, la peor. Ayer era un día de compras de última hora en la ciudad y bastaba con preguntar a cualquiera para ver que quienes iban a conseguir reunirse con los suyos sabían que  era un auténtico lujo.

En la Plaça dels Carros un Tió gigante que la Conselleria de Comerç ha hecho itinerar por toda la ciudad está cagando caramelos a los niños que se atreven a pegarle, como Ada y Nair, de tres y siete años. La más pequeña desaparece debajo de la manta que cubre al tronco para reaparecer cargada de caramelos.
Su madre Desireé cuenta que viven en Els Pallaresos y han venido expresamente a verlo. En su casa son de los que se podrán reunir con los abuelos, aunque cuentan que les ha costado lo suyo. «Hemos cerrado la burbuja, nos hemos cuidado mucho y hasta hemos borrado a las niñas del casal de Navidad... Ah, y ya tenemos los tests (de antígenos)».

La estadística de Papá Noel

En el barrio de La Granja eran Papá y Mamá Noel los que con sus músicos (también por incitativa de Comerç) animaban a los que se movían por los comercios del barrio. 

Se paraban a hablar con todos los niños e incluso a dar a alguna entrevista. Cuando se le preguntaba a Papá Noel qué tal se están portando los tarraconenses respondía que: «la mayor parte bien, el 74,3%; porque no solo le preguntamos a los niños, sino también a los adultos». Y Mamá Noel explicaba que «traemos regalos, pero también carbón. Hay alguno que se ha ido de fiesta y la ha liado un poco, pero bue...».

Aquí también había historias de todo tipo, como la de Ana, que tiene una familia muy extensa pero que ha decidido cenar solo con su pareja y su perro, O la de Teresa, su marido ha dado positivo y está aislado en casa, pero a su hijo mayor, también contagiado, le ha pillado fuera, en el piso de estudiantes. 

Y si en la Granja era Papá Noel, en Sant Salvador y Sant Pere i Sant Pau eran unos elfos bailarines los que se empeñaban en mantener la ilusión por las calles, especialmente entre los más pequeños.

Y así, pese a todo, el espíritu navideño luchaba por imponerse. Al menos eso era lo que se sacaba en claro al hablar con Raquel Quílez, de la fundación Joventut i Vida, que gestiona el comedor social de Bonavista  con su entusiasmo incombustible. 

Acababan de montar las cestas navideñas para los usuarios del comedor. Gracias a las donaciones que se han multiplicado estos días han podido preparar paquetes con turrones, miel, jabones... Que darán a las 80 familias que además se encontrarán con los platos de Ramón, el cocinero, que había llegado a la 6.30 de la mañana para preparar un menú especial.

Tiene mérito el madrugón, porque el día antes también se había liado en los fogones para hacer una cena especial para las personas sin hogar a las que entregan comida caliente en el Parc Saavedra... Y es que no hay que olvidar que hay quienes ya viven en aislamiento con o sin pandemia.

Lo dicho, ¡Feliz Navidad!, precaución, y que sea lo que ómicron no deje.

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