Fernando Parra: 'El nacionalismo, del color que sea, siempre es violento'

El autor de Bonavista ambienta su primera novela, ‘Persianas’, en un barrio de la periferia de Tarragona en 1987, coincidiendo con el atentado que ETA perpetró en el rack de Enpetrol

28 octubre 2019 08:10 | Actualizado a 29 octubre 2019 13:35
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Su corazón está en Bonavista (Tarragona) aunque, por cosas de la vida actualmente vive i trabaja en Alicante dando clases de Lengua y Literatura Española. A Fernando Parra siempre le ha entusiasmado escribir, es su auténtica vocación. Hace ya 10 años que colabora en el Diari y en diversas revistas literarias; escritos que el autor recoge en su blog Cesó todo y dejéme. Algunos de sus artículos han sido finalistas del prestigioso Premio de Periodismo Literario Francisco Valdés. El sábado presentó en su barrio Persianas, su ópera prima, con la que quedó finalista del Premio Azorín y de la que nos cuenta todos sus secretos.

Dice que hacer un libro es como ser padre de una criatura. ¿Cómo ha vivido usted este parto de ‘Persianas’?

Escribir una novela lo comprende todo: poner la semilla, soportar el embarazo y parir con dolor. No soy padre pero he oído decir que cuando se ve la carita del niño al nacer, uno no acaba de creerse del todo que aquel nuevo ser sea obra suya. Pues con el libro es igual. Lo miro y se me antoja que lo ha escrito otro pero resulta que lo he escrito yo.

¿Cuándo y cómo llega el día que se plantea hacer un libro?

Los dos que ya llevo escritos y el tercero que está en camino han surgido siempre de una conmoción vivencial. Persianas nace del dolor desgarrador de la separación de mi barrio, de mi ciudad, de mis padres y amigos, cuando decidí marcharme a Alicante. Necesitaba cauterizar el dolor y lo hice con la mercromina de la escritura, cicatrizando una etapa de mi vida que había concluido. Siempre se escribe desde una sacudida.

‘Persianas’ es la suma de ficción y realidad. ¿Cómo ha conjugado las dos cosas?

Los atentados de ETA vertebran el eje argumental pero no es un libro sobre ETA. El marco histórico es un pretexto para hablar de otras muchas cosas: de la infancia, el poder salvífico de la fantasía, la dignificación del mal llamado «charnego», el conflicto identitario de los catalanes hijos de emigrantes, la evocación nostálgica de los años 80, la vida del arrabal…

¿Detrás de estas ‘Persianas’ se esconde usted?

Como casi en todas las primeras novelas, el asidero autobiográfico suele tener una presencia importante. He tratado construir un personaje que trascendiera la mera circunstancia personal y local para convertir el relato en una historia con la que mucha gente pueda sentirse identificada.

Plantea temas como el terrorismo, la violencia, la vida en un barrio periférico… pero esconde optimismo de un niño.

Todo el libro es la pugna de un niño de 9 años por enfrentar su fantasía a la terrible realidad que se cierne sobre él. Rodrigo vislumbra la cruel verdad con relativa clarividencia pero no quiere aceptarla y opta por blandir la fantasía como arma protectora. Hasta pide ayuda a sus personajes favoritos de las series de televisión de los 80. Si la fantasía triunfa o no, eso lo tendrá que decidir el lector.

En definitiva, el niño vive en un mundo cruel y lo dulcifica con su fantasía e inventiva

Sí, porque la fantasía es su coraza. Hay en esa resistencia un algo de ingenuidad, inocencia y ternura.

¿Qué le quiere contar al mundo a través de ‘Persianas’?

Que el mundo es siempre mucho mejor desde la mirada de un niño. Que la fantasía y el arte son un refugio. Que las banderas siempre hacen daño. Quiero hablar de la dignidad de la gente del arrabal y del poder dulcificante de la nostalgia.

¿El título es por aquello de lo qué escondemos detrás de nuestra persiana?

Para Rodrigo, las persianas de sus vecinos solo corroboran el orden y certidumbres de su infancia. Cuando una mañana una de esas persianas no se levanta, todo su mundo se tambalea. Y, por supuesto, nada sabemos de lo que se cuece tras las persianas de nuestros vecinos por más que creamos conocerlos.

Una obra muy actual por todo lo que está pasando: violencia en la calle, catalanismo…

El nacionalismo, del color que sea, siempre es violento. Y para ser violentos no hace falta quemar contenedores y levantar barricadas o poner bombas. El nacionalismo es violento porque ejerce la exclusión y levanta muros; porque divide a la sociedad y a las familias. Porque necesita siempre un enemigo con el que ensañarse para dar sentido a su causa.

¿No cree que la realidad supera la ficción?

El problema es cuando la gente vive una ficción creyendo que es realidad. La ficción está en las novelas o en las mentes delirantes y mesiánicas que crean arcadias imposibles. La realidad, en cambio, es el paro, las listas de espera en los hospitales, los problemas educativos…

¿Cómo vive todo lo que está pasando?

Con preocupación e infinita tristeza pero sin sorpresa. Hace muchos años que la irresponsabilidad de los políticos estaba generando un caldo de cultivo que necesariamente tenía que acabar cargándose la convivencia. En Catalunya se vivía muy bien, cada cual con sus ideas, hasta que los que viven del conflicto empezaron a institucionalizar lo indefendible. Que todo un presidente de la Generalitat arengue a los violentos con su famoso «apreteu, apreteu» lo dice todo. A muchos catalanes no nos han dejado sentirnos como tales.

¿Cuando uno escribe un libro y deja parte de su vida es como tirarse al vacío, desnudarse y olvidarse de los prejuicios?

Es algo extraño. Uno convive con sus personajes durante varios años en la privacidad de su mesa de escritorio y, de repente, un día esa historia se hace libro y llega a mucha gente. Ese salto de lo privado de la escritura al ágora pública sí me produce cierto rubor, como si me mostrase desnudo. Pero hay que escribir con autenticidad, olvidándose de la galería, o el producto será siempre malo.

Escribe por vocación y trabajas de profesor. ¿Eso es porqué ser escritor no da de comer?

Creo que seguiría escribiendo aun teniendo la certeza de no publicar. Cuando terminé Persianas, al principio no encontraba editorial que quisiera publicar el libro pero yo empecé mi segunda novela y ya llevo mediada la tercera. No es cuestión de publicar o de ganar dinero, es una necesidad. Yo no creo que pueda llegar a ganarme la vida con la escritura pero la escritura me da la vida.

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