«Hay clientes con miedo y otros que no son conscientes de la situación»

Imprescindibles. Yasmina Puig trabaja en un supermercado y destaca los cambios constantes que ha vivido desde antes de que se declarara el estado de alerta en el país

07 mayo 2020 07:20 | Actualizado a 07 mayo 2020 08:33
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Vivieron los primeros efectos de la pandemia. Cuando Pedro Sánchez aun no había decretado el estado de alerta, los supermercados ya vivían un auténtico tsunami de compradores ansiosos por sobreabastecerse. Algunos por miedo. Otros se dejaron llevar. Lo vivido por los empleados de las tiendas de alimentación entre sus pasillos sigue estando muy presente dos meses después, con la sombra de que pueda volver a ocurrir.

«De pronto tuvimos muchos cambios y sin saber nada», confiesa Yasmina Puig sobre cómo fueron los días iniciales de la crisis sanitaria en el supermercado donde trabaja. Ella es una de las profesionales esenciales que ha seguido en activo durante la cuarentena, y que, junto a sus compañeros y compañeras, ha permitido que muchos vecinos de Torredembarra y Altafulla pudieran hacer la compra como de costumbre.

«Un hombre llegó a comprar 100 kilos de arroz y otro llenó un carro de pollo. Eso es avaricia»

Si la adaptación a la ‘nueva normalidad’ está siendo un rompecabezas para muchos negocios, los que tuvieron que reinventarse al ritmo que indicaba el Gobierno devino un completo desafío. «Hemos actuado sobre el día a día. Primero los cambios de horarios fueron continuos, después tuvimos que usar mascarillas, más adelante también gafas, y además reorganizarnos para cerrar antes...», recuerda Yasmina, y añade que «aunque ahora ya no hay tantos cambios estructurales, siguen haciéndose pequeñas adaptaciones en los servicios para que cumplan las imposiciones sanitarias. Hemos quitado las máquina de zumo, las neveras de bebidas frías y las mesas de la perfumería, entre otras cosas».

Quien se haya aventurado a hacer la compra habrá notado un clima un tanto tenso en los hipermercados, posiblemente acentuado por las nuevas indicaciones a seguir por los clientes. Ahora es obligatorio el uso de gel desinfectante y guantes de plástico, y además transmite confianza el trato en la distancia, con barreras de plástico de por medio y sin sobrepasar los adhesivos del suelo.

«Hemos actuado en el día a día según el Gobierno, incluyendo cambios de horarios, el uso de mascarillas y también de gafas»

Sin embargo, no todos parecen tomárselo seriamente. Concretamente, Yasmina diferencia dos tipos de clientela: «Los que vienen con miedo –gente más mayor–, que cumplen con todas las normas y hasta se enfrentan a otras personas si se les acercan demasiado, y los que no son conscientes de la situación –más jóvenes– y entre los pasillos hacen lo que quieren, pocas veces llevan mascarilla y se aproximan demasiado a los que trabajamos, sin reparo a obstruir pasillos».

Para algunos, lo único que importa es completar su compra. «Se nota que la gente sigue las direcciones del Gobierno y ahora se lleva más para salir menos, pero también hemos visto casos para alucinar». Las hilarantes estampas –a la par que vergonzosas– de gente cargada de papel higiénico y cargando carros a desbordar, fueron más habituales de lo que pensamos. «Recuerdo un hombre que se llevó 100 paquetes de arroz –o sea 100 kilos– y a otro cogiendo todo el pollo. Eso ya es avaricia. Al final tuvimos que racionar estos ‘productos estrella’ para repartirlos mejor entre nuestros clientes y evitar quedarnos sin stock porque, literalmente, se agotaban a los 10 minutos de abrir», relata.

«Durante los puentes tuvimos un ‘boom’ de clientes que no eran de la zona y, seguramente, venían a su 2ª residencia»

La levadura, las pipas, la harina, la cerveza y la carne fresca era lo más buscado y lo que se terminaba antes, sin olvidar los guantes de nitrilo y el alcohol de curar, productos casi fantásticos por la dificultad a la hora de encontrarlos. «Algunas personas se llevaban varias cajas porque en sus puestos de trabajo no se lo facilitaban», le comentaban a Yasmina cuando les limitaba las unidades al pasar por caja. Una situación que ha obligado a muchas tiendas buscar proveedores en el extranjero y, en consecuencia, encarecer sus productos.

El desabastecimiento solo duró unos días en la mayoría de supermercados, pero esta tarraconense destaca que «el boom fue durante los puentes, cuando llegaban clientes que no eran de la zona y, seguramente, habían venido de otras localidades a su segunda residencia. Hasta la policía se puso a multar en la puerta».

La presión era constante en el día a día laboral. «Me he notado con más ansiedad. Hay gente que viene sin respetar las normas y no se da cuenta de que estamos trabajando. No se ponen en nuestra piel», explica esta joven, que, al terminar la jornada, se siente a veces «cansada psicológicamente por la situación». Afortunadamente, hace de su actitud positiva la forma de sobreponerse aun sabiendo que «cuesta conciliar tantas medidas con la vida personal, sobre todo los compañeros que tienen niños pequeños o gente mayor en casa. Todas las precauciones son pocas y hay quien incluso se ha cogido la baja por ser de riesgo».

Pese a ello, Yasmina saca fuerza cada día. «Al final podemos adaptarnos a cualquier circunstancia. La vida social ahora son los clientes y los compañeros. Cuando viene un amigo a comprar te alegras y, aunque no podemos abrazarnos, realmente anima. Debemos valorar cada momento».

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