'He encontrado a mi hija y sé que estaremos juntas para siempre'

María, residente en Tarragona, ha conocido a su hija, a la que dieron por muerta en 1985. El encuentro fue entrañable y emocionante. Un juzgado de Zaragoza sigue con la investigación

19 mayo 2017 22:48 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:13
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María (53 años), afincada en Tarragona, habla cada día con su hija en las últimas semanas. Se llaman, se envían WhatsApp y se han visto en dos ocasiones. Sería algo habitual, si no fuera porque su hija, a la que dio a luz en una clínica de Zaragoza el 8 de julio de 1985, ha sido un bebé robado hasta ahora. María, gracias a una investigación policial y judicial, ha podido localizar a su hija (29 años), residente en un municipio de la provincia de Castellón. «El reencuentro ha sido perfecto, fue muy bien. Yo tenía miedo de que ella me rechazara, de que no quisiera saber nada de mí, por muy madre biológica que fuera, pero no ha sido así. Nos hemos reencontrado y esto será ahora para siempre. Estamos las dos muy felices», cuenta María, que actualmente está en paro y busca trabajo.

Justo 30 años después, y tras casi 20 de búsquedas e interminables pesquisas por su cuenta, la reunión se concretó en una visita de dos días entrañables y reparadores. «No esperaba que saliera así de bien. Yo estoy muy contenta, pero también un poco en shock aún. A nivel emocional es algo que marca mucho y sufres un bajón psicológico cuando eres consciente de lo que ha sucedido. Ahora necesitamos tiempo. Ella es muy guapa, encantadora y cariñosa. Yo tengo que dejarle su espacio, con cierta distancia, no puedo irrumpir en su vida de golpe por el momento», reconoce María, ya despojada de sus temores y descubriendo la vida de una hija que se había estado perdiendo en estas tres décadas.

‘Hay que ir poco a poco’

«Me he pasado 18 años investigando por mi cuenta. El sentimiento es de alegría, de felicidad, pero también de prudencia, de respeto, ahora hay que ir rehaciendo la relación poco a poco. Por ejemplo, ella sabe que tiene un hermano y que puede conocerle», cuenta la madre. La joven, que había vivido con sus padres adoptivos, también había comenzado esa búsqueda y ambas comparten ahora la necesidad de recuperar el tiempo perdido. La semejanza de aspecto les delata. Un abrazo en un parque entre las dos se ha inmortalizado en una foto que ilustra esos reencuentros entre madres y niños robados que se producen sólo a cuentagotas.

Su hija había sabido siempre que era adoptada pero no sabía lo que había pasado con su madre biológica. El encuentro se produjo después de que ambas supieran que las pruebas de ADN habían dado positivo con un 99,99996% de posibilidades. Antes, la Policía de Zaragoza y Castellón se habían presentado en su domicilio para tomarle declaración y la muestra para el ADN, en un paso más de una investigación que había comenzado en 2012, cuando María puso una denuncia en la Policía Nacional de Zaragoza para que se investigara el robo de su hija. El Servicio de la Atención a la Mujer abrió la investigación, que continúa ahora en el Juzgado de Instrucción número 4 de Zaragoza, cuyas gestiones han sido claves.

La historia comienza, precisamente, en Salou. Allí María trabajaba en un bingo. Su pareja, el padre biológico, era empresario de hostelería y se trasladó a la capital de la Costa Daurada. Allí se conocieron, antes de instalarse en Zaragoza, donde la pareja residió un año. María se quedó embarazada, pero poco antes de dar a la luz en la clínica Montpellier la convivencia entre la pareja se truncó, ya que la familia del padre (tenía mujer e hijos) se había trasladado a vivir a la capital aragonesa. «María se quedó embarazada de una relación con una persona casada pero con la que estaba conviviendo de forma estable», afirma Beatriz García, la abogada que representa a María en el caso. «En un momento dado aparece en la vida de María una señora que le dice que le va a echar una mano, que la va a ayudar a cuidar de su hija», explica la letrada.

A partir de ahí comenzaron las incongruencias en la clínica. Le dijeron que el bebé era un niño, que había muerto y que ellos se encargaban del entierro, a pesar de que en las ecografías aparecía siempre una niña. Al parecer, también el padre acudió al hospital y recibió la misma respuesta: el bebé había muerto y ellos se encargaban de todo. «Al salir, una monja acompaña a María hasta Madrid. En Barajas, la suben a un avión a Tenerife, con un viaje de ida y vuelta para que se olvidara de todo», recuerda su abogada. «Yo estaba en shock en aquel momento», recuerda María. En principio, iba prácticamente obligada a pasar un mes en las Canarias, aunque el padre la localizó y le pudo enviar un pasaje para que volviera antes a Zaragoza. Por entonces, se habría contactado con la familia de Castellón para entregarles a la niña e inscribirla en el Registro Civil como propia.

Luego María recuperó la relación con el padre (que ahora vive en Navarra) e incluso tuvieron un hijo. Años más tarde, aquella sospecha siempre presente de que su hija estaba viva se incrementó, hasta acabar en denuncia y posteriormente en el hallazgo, después de las indagaciones policiales y de las declaraciones de varias personas. «Estoy muy contenta con lo que he conseguido, con el reencuentro, pero también quiero que se sepa la verdad. Esto no se va a quedar aquí. Esto es un empujón para seguir investigando, para que se depuren todas las responsabilidades», asume María desde Tarragona.

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