Icomar se queda sin comercio

Esta semana cerrará la última tienda que queda en el barrio de Ponent, lo que contribuye a la degradación de la zona

17 junio 2020 17:50 | Actualizado a 19 junio 2020 14:58
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El barrio de Icomar se ha quedado sin comercios. Ni una carnicería, ni un supermercado, ni una frutería. Solo dos o tres bares y un concesionario de coches, que abrió hace unas semanas. El último negocio en cerrar es la tienda de muebles de Margarita González, una vecina del barrio de toda la vida. «El día a día aquí es complicado a la hora de ir a hacer las compras», reconoce Josep Bernat, presidente de la Associació de Veïns d’Icomar, quien añade que el barrio está totalmente «abandonado por las administraciones». La falta de comercio y de vida en sus calles es solo una consecuencia más del estado de degradación que sufre Icomar. Los vecinos piden soluciones ya.

Ayer por la mañana, Margarita y su hijo desmantelaban la tienda de muebles Icomobel Disseny, el último negocio que ha sobrevivido a la decadencia del barrio. La llegada de la Covid-19 ha sido la gota que ha colmado el vaso para poner fin a esta tienda. «Hasta el momento intentábamos sobrevivir, pero la llegada del coronavirus ha arrasado con todo. Llevamos años luchando, pero hasta aquí hemos llegado», explica Margarita.

Esta vecina llegó al barrio cuando tenía 14 años. Después de ocho años trabajando en la tienda de muebles, decidió quedarse con el negocio. Hace 12 años que es la propietaria. Daba servicio a carpinteros profesionales que pedían muebles a medida. Además, Marga –tal y como la conocen los vecinos– también es diseñadora de interiores. «Lo que se puede encontrar aquí es distinto a lo que venden a Ikea», dice.

Pero el pasado mes de octubre, Marga sufrió una caída que terminó con una importante lesión en la rodilla. La llegada de la Covid-19 no le ha permitido recuperarse bien, ya que los hospitales estaban colapsados. Después de cuatro meses confinada en su casa y sin apenas ingresos ni ayudas, ha decidido que no puede continuar adelante con el negocio. Era el único comercio que quedaba en Icomar.

«Nadie perdona nada, y los gastos ya son inasumibles», explica Marga, refiriéndose al alquiler y al pago de los proveedores. Estos días, ella y su hijo están recogiendo la tienda para poder entregar las llaves al propietario del local el próximo día 1 de julio. Hasta entonces, Marga quiere deshacerse de todo el género que le queda. «Aquí he invertido todo lo que tenía y ahora me veo obligado a malvenderlo», explica, muy emocionada. Como ella son muchos los empresarios que ven su sueño roto.

Pero la situación en este barrio de Ponent –el más cercano al centro de la ciudad– es realmente preocupante. «¿Y ahora qué? Los vecinos me preguntan que qué pasará a partir de ahora. El barrio, con el cierre de mi tienda, se degrada un poco más», explica Marga, quien recuerda que «cuando yo llegué aquí, Icomar tenía mucha vida y negocios. Era un barrio de gente trabajadora, donde todos los vecinos nos conocíamos y donde los niños jugaban solos por la calle». Los vecinos quieren recuperar ese ambiente, pero aseguran que necesitan el apoyo del Ayuntamiento.

«Parece las Tresmil viviendas»

Manel Salvador Pinilla lleva más de 40 años viviendo en Icomar. «Es el barrio más degradado de Ponent», asegura Pinilla, quien añade que «antes había un supermercado, una tienda pequeña donde poder hacer la compra básica, pero es que ahora no hay nada. Tenemos que salir del barrio para abastecernos». Pero la falta de comercios no es el único problema que sufre el barrio.

Ayer por la mañana, Pinilla se dedicó a tomar fotografías de todos los desperfectos de las calles de Icomar. Aceras donde es imposible transitar por la presencia de hierbajos, azulejos completamente rotos que son un peligro para la gente mayor que pasea por el barrio, trapicheo constante de drogas, agujeros en las paredes, ratas e insectos, y muchos pisos ocupados de manera ilegal. «Y, desde hace unos años, estamos rodeados de chabolas. Esto parece el barrio de las Tresmil Viviendas de Sevilla», apunta Pinilla.

María, otra vecina de Icomar, está cansada de esta situación. «Vine aquí a vivir hace 35 años. Para mí era perfecto. Estaba cerca del centro y, a la vez, lejos del estrés típico de una ciudad. Pero la cosa ha cambiado. Llevo meses buscando piso por Tarragona. El problema será vender el mío», asegura María, quien añade que «no aguanto más. Nadie se preocupa de este barrio. Y yo pago los impuestos como todo el mundo». María tiene a su cargo a una madre dependiente, que va en silla de ruedas. «Me da pereza salir a la calle porque, depende de que sitios, no podemos pasar», dice.

La asociación vecinal denuncia

El presidente de la Associació de Veïns d’Icomar, Josep Bernat, lo tiene muy claro. «Estamos abandonados desde la primera legislatura de los socialistas. Ahora pensábamos que, con el cambio de gobierno, la cosa cambiaría. De momento estamos igual. No vienen aquí para nada», explica Bernat, quien añade que «tenemos los jardines abandonados, la entrada al barrio es asquerosa, por las aceras no se puede ir y hay una pista que nadie se hace cargo. Ni tan siquiera la limpian». El presidente está desesperado con la situación. «Hemos elaborado un dosier para entregar al actual equipo de gobierno con todas las deficiencias del barrio», apunta Bernat.

Respecto a la falta de comercio, el líder vecinal tiene claro que el Ayuntamiento debería facilitar la vida a los pequeños empresarios. «Un chico que regenta un bar en la plaza pidió permiso para poder poner terraza. Le pusieron mil trabas y le querían cobrar mucho dinero, como si el local estuviera en la Rambla Nova», explica Bernat, quien añade que «así no ayudan».

Otra de las problemáticas que destaca el presidente es la presencia de ocupas. «Cada piso propiedad de bancos está ocupado. Esto degrada mucho una zona como esta», añade.

Icomar cuenta con más de 450 habitantes. Se trata de un bario que nació hace unos 70 años. Los vecinos piden a gritos soluciones que ayuden a poner fin a la degradación de sus calles. Se quieren quedar en el barrio.

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