Imágenes. La evolución de los rincones de Tarragona

El fotógrafo aficionado Manuel Lázaro se dedica a captar los rincones de la ciudad desde el mismo ángulo que lo hicieron otras lentes hace décadas

22 febrero 2019 11:00 | Actualizado a 22 febrero 2019 11:09
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Manuel Lázaro es conductor de autobuses de la EMT, así que lo de recorrer la ciudad le va en el oficio. Lo que sí es marca de la casa es su obsesión por ver cómo se transforma el paisaje urbano que contempla. 

De hecho, fue justo en el autobús como entabló relación con el conocido fotógrafo Ramón Segú Chinchilla. Más tarde le hablaría sobre su afán de volver a fotografiar los lugares desde la misma perspectiva que lo había hecho él muchos años antes. 

Segú Chinchilla puso entonces su fondo a disposición de Lázaro quien, además, se fijó en fotografías antiguas de otros autores para seguir con su afición. Buscó, incluso, películas antiguas donde salía la ciudad. Ahora se ha dado a la labor de sistematizar el trabajo de los últimos tres años con la intención de compartirlo con el resto de la ciudad.

De todas las fotos que ha hecho en sus ratos libres, al final ha elegido unas 500 que se irán mostrando desde hoy en una pantalla en la parada La Teca i la Meca del Mercat Central. 

El pase de la fotografías antiguas (hay desde inicios del siglo pasado) y las actuales, dura en torno a una hora y seguramente traerá recuerdos a más de uno.

Memoria fotográfica
Segú Chinchilla reconoce que ver la compilación de fotos le trae, inevitablemente, recuerdos a él que reconoce tener «memoria fotográfica». Cuenta que, justamente, cuando hace un recorrido en autobús le vienen a la mente «ese establecimiento que hoy no está , la huerta que estaba donde hoy hay un edificios...». 

Su explicación enriquece los contrastes que quedan evidentes en las fotos compiladas: que la ciudad «acababa en la Plaça Imperial Tàrraco», que si «estas barcas llegaron hasta aquí (delante de la iglesia de Sant Pere de El Serrallo) en un maremoto en el 73», que si «mira cómo se veía el preventorio de la Savinosa desde la playa de l’Arrabassada a finales de los cincuenta».
Y sin embargo no todo es nostalgia, porque, asegura Segú Chinchilla, un fotógrafo nunca se retira y hoy, con un móvil en el bolsillo, siempre se está presto para captar la imagen precisa. 

Justamente Lázaro reconoce que las fotos que ahora se verán están hechas con móvil. Con un teléfono mira la ubicación exacta de la foto antigua y con el otro hace la actual.

Pero su obsesión no se limita a las fotos más antiguas. «Cada vez que me entero de que van a hacer obras en una calle o a derribar un edificio, allí me voy a fotografiarlo», reconoce.

Así, por ejemplo, se ha ido afanando más recientemente en captar cómo se levantaba la pasarela hasta la playa o cómo se iba transformando el paseo marítimo. Su mayor trofeo, cuenta, son esos lugares que ya no veremos más.

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