Inauguración de los Juegos: «Hoy lo importante es Tarragona»

Los espectadores, los paracaidistas y Lucrecia fueron algunos de los elementos más destacados de la ceremonia

23 junio 2018 07:30 | Actualizado a 23 junio 2018 07:38
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Tarragona puede ser un caos y esto hizo que los espectadores de la ceremonia inaugural decidieran salir temprano para no llegar en el último momento. En el primer bus lanzadera hasta el Nou Estadi estaba Montse Asensio con sus hijos Aaron y Eric. Viven en Barcelona pero tienen casa en el Priorat.

«Es muy importante para Tarragona y llega en un muy buen momento para estabilizar las cosas», decía la madre. La política había sido la protagonista de las horas previas. Sin embargo, Asensio ayer iba a ver el espectáculo. «Que haya paz y amor para todos. Olvidémonos de esto», concluía.

La prensa estaba citada antes de las siete de la tarde. La entrada a la puerta número seis ofrecía una oportunidad única para ver pasar a todos los invitados a tribuna. El líder del PSC en el Parlament, Miquel Iceta, fue de entre los invitados el que llegaba más temprano. 

Dentro ya le esperaban los alcaldes de las sedes vecinas, mientras que detrás de Iceta hacía llegada Inés Arrimadas, que no dudó en fotografiarse con una familia con padres e hijos al completo con la bandera española. 

Los concejales del Ayuntamiento de Tarragona, Jaume Pujol, Josep Maldonado, Quim Nin, Josep Andreu, Jordi Jané, Carlos Carrizosa, Alejandro Fernández, Jordi Sierra, Elsa Artadi, Ernest Maragall y un largo etcétera de personalidades fueron desfilando por un paseo en el que tan solo faltaba la alfombra roja.

Treinta minutos antes del inicio, llegaba el alcalde Josep Fèlix Ballesteros. Saludó al responsable de seguridad de los Mossos. «¿Todo bien?», le preguntó el máximo representante de la ciudad, mientras encajaban las manos. «Todo perfecto», le contestaba. Y Ballesteros se ponía la americana cuando ya empezaba a enfilar escaleras arriba.

Minutos más tarde, Quim Torra, Pedro Sánchez y el rey. El espectáculo podía empezar.  Abucheo inicial al monarca y Lucrecia se encargaba de romper el hielo entre los asistentes. 

La parte más protocolaria de la ceremonia iba desarrollándose. Lorena Alós y su hijo, Leo García, estaban entre el público. Al marido le había regalado unas entradas y no dudaron en que tenían que estar allí. «Es una oportunidad única», decía la madre.

Leo, de seis años, estaba encantado con la actuación de Lucrecia y los Lunnis, aunque enseguida se olvidaba de este primer momento para apasionarse con la entrada de la delegación de deportistas españoles sobre el césped. Por la mañana se había comprado la camiseta y los pantalones para venir a la ceremonia, y estaba encantadísimo de ir como sus ídolos.

La llegada de los paracaidistas con la bandera precedía las palabras de las autoridades. Mientras el alcalde Josep Fèlix Ballesteros empieza su discurso sobre Pau Casals y la crisis humanitaria en el Mediterráneo me encuentro a Núria Criado, que ya no aguantaba más en su silla. «Un poco aburrido. No sé, ya esperaba algo así, pero creo que tanto tampoco», dice. 

Una opinión completamente diferente a la de su tío, Gerardo Puertas. Vive en Palencia, está jubilado y es voluntario de los Juegos Mediterráneos. Para la ceremonia ha venido con tejanos y camisa, pero asegura que lleva un mes en la ciudad desde las 9 de la mañana a las 8 de la noche «haciendo todo lo que haga falta».

Puertas hace 45 años que veranea en Tarragona, a donde tiene a una hija, sobrinos y nietos. «Me hacía muchísima ilusión ser voluntario. No sé, ser un ejemplo para que mis nietos estén orgullosos…». Y la frase no se acaba. La emoción y el duro trabajo de tantos días afloran en este momento. De fondo, los silbidos al president Quim Torra.

Hay quien ya está cansado de esta parte más institucional y en los pasillos de Preferente hay movimiento. Queda tan solo la recta final y sobre el césped del Nou Estadi empieza la parte más artística del espectáculo. Son los minutos más ‘fureros’ con el agua y el fuego como grandes protagonistas. Los más impacientes se marchan. El miedo a evitar los atascos hace que se pierdan la parte más sustanciosa de una exhibición de menos a más.

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