Iris, Antón, Andrea y Pepi, ángeles caídos del cielo

La URV celebró la efeméride organizando una mesa redonda, en la que los voluntarios explicaron sus experiencias

05 diciembre 2019 13:50 | Actualizado a 05 diciembre 2019 13:53
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Iris Cera tiene 24 años y es vecina de Tarragona. Antón Sala, 66 años, de Reus. María Pilar Blasco, 77, nacida en Binéfar, residente en Tarragona. Mercè Montero, 43 años, natural de Móstoles (Madrid). Lleva casi la mitad de su vida viviendo en L'Espluga del Francolí. Pepi Benitorafe, Andrea López de Tena y Ramon Torrents. Laura, Sílvia, Marcos y Toni. Todos ellos tienen algo en común.

Dedican parte de su tiempo a una acción altruista, solidaria sin recibir nada a cambio. Dicho de otra manera: son voluntarios y hoy, 5 de diciembre, es su día. Es momento de hacerles un homenaje. Se lo merecen. Así lo creyó la Universitat Rovira Virgili, que junto con la Federació Catalana de Voluntariat Social, organizaron ayer un acto para conmemorar el Día Internacional del Voluntariado. Hablaron los protagonistas.

Iris Cera acompaña a las personas enfermas ingresadas en el hospital y que están solas. Algunas no tienen familia y otras la tienen, pero lejos. «Hago cosas tan simples como darles conversación, escucharles, leerles el periódico, comprarles el agua o las zapatillas que necesitan», explica esta joven. Cera conoció TarracoSalut –asociación de la que forma parte– cuando cursaba segundo de psicología. De eso ya hace cinco años y Cera se siente satisfecha y realizada. «El voluntariado me permite poner mi granito de arena en este mundo. La parte emocional es muy importante para la recuperación del enfermo», asegura esta joven.

Antón Sala forma parte del equipo laboral de Càritas de Tarragona. Se encarga de atender a todas aquellas personas que buscan trabajo. «Nos da igual su condición. Si vive en la calle o si es ocupa. Aquí no pedimos el DNI a nadie», explica Sala, quien añade que el primer consejo que les da a los interesados es entrar a Internet. Una de cada tres personas que acuden a él, acaban encontrando trabajo. «La cara que ponen ellos no tiene precio, pero la que se me queda a mí después de ver que he podido ayudar, no se paga de ninguna manera», decía.

Pepi Beritorafe también tiene su propia historia. Desde muy jovencita sintió la necesidad de ayudar. Conoció la Associació La Muralla a través de su hijo, quien sufría esquizofrenia. Ahora, ya hace seis años que da talleres de terapias naturales. Trabajan la autoestima con personas que sufren enfermedades mentales. A menudo le preguntan: «¿A cambio de qué?».

Andrea López de Tena explica que empezó a ser voluntaria cuando tenía seis años. «Me dijeron si podía ir a ver a una niña que había caído de un puente y estaba completamente enyesada. Al salir del cole, le iba a dar la comida. Todavía ahora nos abrazamos al vernos», explica. López de Tena quiere que el voluntariado deje de llamarse así, que se normalice. «Para mí, es una forma de vivir, de ser feliz», añade.

Ellos son solo una pequeña representación de los cientos de ángeles caídos del cielo que dan su tiempo a cambio de nada. O de todo. ¡Muchas gracias!

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