Joan-Enric Miquel (Payaso Enrico): «Soy feliz porque tengo el sentido de la envidia anulado»

«No aspiro a tener dinero. Solo a vivir. No duermes por la noche si acumulas mucha riqueza»

28 marzo 2021 06:35 | Actualizado a 28 marzo 2021 06:39
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Joan-Enric Miquel Roig, un tarragoní de tota la vida, era kiosquero  hasta que un día, allá por 1980, decidió dar un salto al vacío y dedicarse por completo y profesionalmente a su pasión de años: ser payaso. Dicho y hecho. Se convirtió en el Payaso Enrico y estuvo durante 36 años haciendo carcajearse a niños y mayores en circos, a los turistas en los hoteles de Salou y a familias enteras en bautizos y comuniones.

El amor por el circo le venía desde pequeño. Su abuelo regentaba un taller mecánico de venta y reparación de bicicletas y fue el primero en usar la soldadura autógena en Tarragona. Cada circo que hacía parada en la ciudad y necesitaba una reparación de alguna estructura de hierro se acercaba al taller. El abuelo de Joan-Enric no cobraba nada a los responsables del circo. A cambio, le regalaban entradas de modo que Joan-Enric y su abuelo iban una noche sí, otra también, a ver las funciones de los circos, que se instalaban en el solar del edificio que ahora es la sede de Caixabank.

La pasión circense le bullía en la mente y el corazón desde niño, pero hubo un punto de inflexión que llevó a Joan-Enric a hacer realidad su sueño: «En el colegio Sagrat Cor, al que iban mis tres hijas, la asociación de padres y madres organizó una fiesta infantil. Josep Maria Sabaté, el cronista oficial de Tarragona, y yo montamos un número de payasos. Actuamos sin ensayar. En los diez minutos que duró la actuación, todo el mundo (las monjas, los padres, las niñas...) se hicieron un hartón de reír conmigo. Aquello fue el punto de arranque».

Su carrera ‘payasística’ acabó en 2012 en los escenarios, pero continuó hasta 2016 en hoteles y fiestas privadas. Joan-Enric tiene el balance claro de estas cuatro décadas: «Aunque los dos primeros años fueron muy duros, siempre han sido cosas positivas. Tengo el sentido de la envidia anulado. Soy feliz con lo que hago. No aspiro a tener dinero. Solo a vivir. Siempre he dispuesto de tiempo libre. Tenía todas las mañanas libres y seis meses de vacaciones. Ningún trabajo te permite eso. Si acumulas mucha riqueza, no duermes por la noche por si baja la Bolsa. A mí me da lo mismo».

«Me lo he pasado fantásticamente en la vida. No me queda nada por hacer»

Enrico actuaba ante los turistas sin hablar inglés. «Hacía mucha mímica e improvisaba alguna palabra en inglés, pero sobre todo le echaba mucha cara», recuerda.

El payaso rememora que «lo más bonito era que cada año venía un turista de 25-30 años y me enseñaba una foto de cuando era niño conmigo en una actuación. Muchos turistas eran repetidores. Y en actuaciones en Tarragona, venía una mamá en cuya Primera Comunión había actuado, para que hiciese otra actuación en el bautizo de su niño o niña. Eso era gratificante al mil por mil».

En su larga carrera, Enrico ha acumulado decenas de anécdotas. Como cuando se alojó en el Parador de Pajares (situado en la cima del puerto, en el límite entre Asturias y León). Era un lunes de invierno y el Parador cerraba, pero dejaron que Enrico se quedase solo en el edificio. Eso sí le advirtieron que no saliese porque había cuatro enormes perros mastines que vigilaban el entorno y «se te comerán vivo si sales». Enrico ni se asomó al exterior hasta que al día siguiente le fueron a buscar.

Otra anécdota: «En un circo un domador de leones y tigres me ofreció entrar en la jaula con él para hacer fotos. Me daba reparo. Pero me dijo que me pusiese la colonia que él usaba. Fue el truco para que los animales me reconocieran como de la familia».

La fotografía es precisamente la otra gran pasión del Payaso Enrico. Ha viajado por media Europa siguiendo la estela de los grandes circos o de los festivales. Llevar la cámara al hombro le permitía compaginar sus dos aficiones. 

En su juventud también fue ciclista sobre todo por la influencia del abuelo. ¿Por qué dejó las dos ruedas? Joan-Enric responde entre risas: «Yo era el que corría más tiempo. Cuando yo llegaba ya no estaba ni la pancarta».

¿Ha valido la pena? «Si me dicen que me tengo que morir ahora mismo, respondería ‘me lo he pasado fantásticamente’. A todo el mundo le queda algo por hacer. A mí no. No añoro nada. He sido un obrero del espectáculo», sentencia este payaso-filósofo.

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