Joan Menchón: «Tarragona es una ciudad en permanente construcción»

El concepto ‘smart’ nació hace muchos años, con el reciclaje y la reutilización de los materiales

23 enero 2021 19:10 | Actualizado a 24 enero 2021 07:28
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El arqueólogo municipal, Joan Menchón Bes, acaba de publicar el libro ‘Carreus, columnes, inscripcions i pedres trencades a Tarragona’, una publicación que habla sobre la construcción, el reciclaje de materiales, usos y espacios en época antigua y medieval.

¿Cómo arranca la publicación del libro?

Es una casualidad. Desde hace un montón de años que se hacen la jornada Egipcíaques en las que se tratan temas vinculados con el patrimonio. En 2016 se habló de reciclajes y me dejé enredar. Después de las jornadas se hace una publicación y el artículo de 10 ó 15 páginas se me fue de las manos. Al final se ha convertido en una publicación con mil imágenes, no sé cuantas notas y más de cincuenta páginas de bibliografía.

¿No podía condensarlo en diez páginas?

Bueno, es que en el fondo una ciudad como Tarragona es una cosa en permanente construcción, deconstrucción, resconstrucción y no digo destrucción porque queda políticamente incorrecto. Son las mismas piedras que van recolocándose de forma diferente a lo largo de los siglos.

En estos más de 2.000 años de historia, Tarragona se ha ido reconstruyendo sobre sí misma.

Sí, y aquí cerramos en el siglo XV porque si no aún estaríamos escribiendo.

Un paisaje urbano que se ha ido sobreponiendo.

Te das cuenta de que estas piedras y estos espacios tienen un contenido por sí mismos, porque una piedra en el siglo I tiene un significado que se enriquece en el siglo VI, cuando se transforma, y así sucesivamente. Pero es que encima estas piedras son el continente de un espacio vivo y de una gente que vive allí y que genera unas ritualidades y un hecho identitario que es lo más divertido de Tarragona.

Explíquese.

Los castells siguen bajando por la vía principal del Foro Provincial, que es por donde pasaban las procesiones en la época romana, por donde pasan las procesiones de Semana Santa, Santa Tecla y Sant Magí. La gente se reúne a divertirse en los mismos lugares, que es el Circ en la Plaça de la Font, por donde antes corrían los carros y ahora montamos una verbena o pasa el Pilar Caminant o nos tomamos una cerveza.

La esencia sigue siendo la misma.

Sí.

Usted es arqueólogo, pero va más allá de las piedras.

Si los arqueólogos o los restauradores nos quedamos con nuestra parcela estamos perdiendo el tiempo y tirando el dinero. Si no vamos más allá, para entender y comprender que tiene un significado y un objetivo, para detectar este elemento cultural que te identifica y te diferencia de los otros como parte del ADN de la sociedad, estamos perdiendo el tiempo.

Explíquenos más cosas sobre este paisaje urbano.

Tenemos unos ejes como el mar. Tarragona como la mayoría de ciudades de este país vive de espaldas al mar, pero esto es un elemento muy importante, porque Tarraco se implanta aquí. Tienes el agua, porque siempre decimos que es una ciudad seca pero resulta que hay un acuífero importantísimo que es el que permite la agricultura y, por tanto, que haya una vida urbana. Hay un turón donde se asienta la ciudad ibérica, que es donde se implanta la ciudad romana y medieval y después incluso tienes la minería en la zona de las montañas de Prades. Esto hace que tengas una serie de elementos que te permiten que haya una vida arreglada a nivel de explotación del territorio.

¿La ubicación explica la importancia en la época romana?

Sí. Es cuando la capital del Imperio se traslada a Milán cuando esta ciudad empieza a perder importancia. Es uno de los motivos que explica que la capitalidad se vaya al final a Barcelona, porque el régimen de vientos no acompaña hacia el norte de Italia. O cuando entran los árabes y el Mediterráneo se rompe, cuando hay las revueltas de los omeyas y los alsacias y la capitalidad se va a Córdoba. Entonces Tarragona pierde mucho peso porque la comunicación directa es Zaragoza y la cuenca del Ebro. La topografía y la geografía ha servido para lo bueno y para lo malo.

¿Hubo más elementos?

No olvidemos que Tarraco era una ciudad de 60 hectáreas, con casi cuatro kilómetros de muralla. Para gestionarse necesitaba un poder político potente para recaudar los impuestos y tener la logística. Cuando se llega al Bajo Imperio hay una incapacidad, porque baja la población y una ciudad tan grande se hace casi imposible de gestionar. Barcelona que tiene catorce hectáreas era más fácil y esto lo ves en la Edad Media, cuando se recupera la ciudad y tan solo lo hace la parte visigoda, que solo ocupaba la Part Alta.

Quedaron muchas zonas vacías.

Sí, en las que había una gran cantidad de materiales que molestaban para el uso agrícola y estos se reciclan. Otra cosa que nos hemos dado cuenta es que muchos de estos se exportan. Tarragona tenía unas grandes cantidades de materiales de alta calidad que son objeto de la compraventa y un desmontaje completamente ordenado. A pesar de la situación de crisis hay una logística y unos conocimientos técnicos, y unas ganas de agarrarse al mundo antiguo que se ven en la Tarraco visigoda y medieval hasta la actualidad. Lo de poner las inscripciones en lugares visibles o que las decoraciones de los capiteles de la Catedral te recuerden Roma hacen que te des cuenta de que vas avanzando en la historia, pero es como si llevaras el retrovisor con un ojo mirando al pasado. Te agarras a lo antiguo que es lo que da un papel genuino y avanzas.

La huella de Tarraco fue tan grande que ha permanecido para siempre.

En el fondo esto es lo que nos permite sentirnos orgullosos de permanecer en la lista de Patrimonio Mundial, porque nos agarramos a este pasado en el que durante un tiempo Tarraco brilló en el mundo, pero avanzando. Y la segunda parte también es reivindicar, porque esto se transforma y aún es presente, pero debemos saber leerlo.

¿A qué se refiere?

El templo de August no está, pero hay una Catedral aprovechando las mismas piedras y tiene el mismo uso. El siglo I la gente hacía una procesión hasta este templo, que salía una vez al año, cuando proclamaban el Flamen provincial y, por tanto, en esta participaban las autoridades. Es lo que se hace cada 23 de septiembre delante de la catedral. Es un tema telúrico en el ADN del tarraconense.

En el fondo los habitantes también forman parte de esta estratigrafía que muestran las piedras.

Es que lo liga todo es el ciudadano. Si tanto nos diera y lo ligáramos desde nuestro punto de vista social y ciudadano no tendría sentido.

¿Todo lo que viene después queda escondido por el peso de este pasado romano?

Cuando paseas por la Part Alta lo estás haciendo por un barrio medieval. Hay arcos, piedras romanas recicladas y una catedral enormemente grande por lo que es la ciudad. Podrías incluso no darte cuenta de que hay Roma, lo que pasa es que cuando rascas un poco ves que la muralla es romana, pero se ha transformado y tan solo te queda el 40%. Son piezas de diferentes contenidos que las ordenas y hacen que funcionen. Esto es Tarragona.

Suma de piezas y reciclaje de los materiales. Aquí el concepto ‘smart’ hace muchos años que ya estaba en práctica.

Sí, porque en el fondo hablamos de smart cuando te pones una aplicación en el teléfono, pero smart significa sostenible, eficiencia y eficacia.

¿Y Tarragona lo ha sido desde hace más de 2.000 años?

Hasta que llega la segunda Guerra Mundial y aparece el consumismo. No interesa reciclar sino producir y que se estropeen las cosas. Y ahora nos hemos dado cuenta.

En el libro introduce el concepto ‘enganyatall’. ¿Qué significa?

Cuando a Tarragona le das una visión simplista o te quedas con la superficie y no te acercas o te alejas lo suficiente y no te das cuenta de la realidad.

¿Está en el imaginario este paisaje urbano?

La gente se está dando cuenta y las instituciones hablan ya de paisaje urbano histórico, que es lo que da sentido y nos hace únicos. Ciudades romanas hay muchas. Que tengan un Circ, Amfiteatre y Fòrum no tantas, menos aún con un Circ en medio o que puedas ir a comer en una de las bóvedas.

Un yacimiento vivo en constante transformación.

El otro día la profesora de Medieval de la URV, María Bonet lo comentaba. Tarragona es una ciudad del antiguo régimen, donde pesa mucho el factor burocrático, militar y eclesiástico. Son gente que viene aquí, se va y no arraiga. No tiene un tejido burgués, que genere una masa crítica. Todo esto hace que la ciudad no tenga un relato. Y el gran mal de Tarragona es que después queremos buscarlo y apostar por 40.000 cosas. Hay que apostar por las tres o cuatro singularidades en las que tienes excelencia. Después es cuando se te identifica y se te reconoce como algo. Y creo que una parte intrínseca del relato de Tarragona debería ser este paisaje histórico vivo, con esta transformación urbana y toda la riqueza cultural y antropológica que se está generando dentro y que muy a menudo no sabemos ver. No nos hemos quitado de encima esta ciudad vieja del antiguo régimen.

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