La Part Alta, en busca del equilibrio

Los vecinos de la Part Alta resaltan su ‘encanto’, pero denuncian ruido, suciedad, problemas de movilidad... La mayoría llama al respeto mutuo entre ocio y descanso. ‘Es cuestión de sentido común’, aseguran

18 junio 2017 10:02 | Actualizado a 09 noviembre 2017 10:01
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«La Part Alta es un diamante en bruto, muy bonita. Se tiene que preservar. Pero las cosas se han ido de madre. Me preocupa la expansión desmesurada de bares. Hay que reordenar el uso del espacio público. La Part Alta tiene que dar servicio a la propia ciudad y al turismo. Todo el mundo debería tener más sentido común. Vivir y dejar vivir. Es una cuestión de ética y de estética». Es el diagnóstico que el premiado fotógrafo tarraconense Pep Escoda hace del barrio donde vive y trabaja.

La visión de Escoda resume a la perfección el sentir general de la mayoría de vecinos. La Part Alta tiene mucho «encanto» y «es como un pueblo», pero sufre problemas que pueden resumirse en la difícil convivencia entre ocio y descanso, entre visitantes –locales o foráneos– y los vecinos. 

Escoda se trasladó a la calle Comte en 1993. Antes había residido en el Serrallo –fue pescador hasta los 24 años–, Camp Clar y La Móra. Tiene elogios para todos los barrios, pero resalta que en la Part Alta «se vive muy bien». «Los vecinos y los que mandan deberían luchar para que fuera aún más bonita. Tendría que ser la envidia de toda Catalunya», advierte.

Aunque no cesa en las alabanzas a su barrio, Escoda también lanza críticas. Lamenta que la limpieza del barrio sea «irregular». «Hay que pasar más la escoba y regar menos. A veces hasta me entra agua en casa», dice. «Hay incivismo –denuncia–. Si hay suciedad, la culpa es del que ensucia, pero también del consistorio por no controlar ese incivismo».

Los vecinos enumeran las cosas positivas de su barrio, pero  no se cortan al resaltar lo negativo. «Me gustan las calles, las casas, la gente... Cuando subo por la calle Major siempre encuentro alguien con quien charlar», explica Miquel Martínes. «Vivir en el punto más alto de Tarragona me da tranquilidad. Estamos más ventilados», apunta Carme Badia. «Es como un pueblo. No hay tráfico, ni ascensores, ni párkings. Todos nos encontramos», añade Carmen Sanjurjo. 

¿Y lo negativo? Marc: «Cada vez las calles están más inundadas de gente que no conozco. Cada vez hay más turistas, gente que viene y se marcha. Hay momentos del verano en que la Part Alta está masificada». 

«Descansar en la Part Alta es una odisea –asegura otro vecino–. Te levantas como puedes».  «Sufrimos una invasión de palomas y solo riegan las calles más importantes», afirma Dolors Molas. «Las furgonetas que cargan y descargan son una molestia. Te hacen mobbing. El Ayuntamiento no tiene en cuenta a quienes vivimos, solo a quienes vienen a disfrutar», critica otro vecino.

«El problema es la gestión. Cualquier cosa en exceso o descontrolada causa molestias. Si hubiese más control, la gente estaría más tranquila y no tan crispada», sostiene Andreu Ximenis.

Más quejas: las ambulancias o los vehículos de los servicios de emergencia no pueden acceder al casco antiguo, hay poca presencia policial – «el otro día vi dos motos de la Urbana y les hice una foto», bromea con amargura Dolors– y las terrazas ocupan «demasiado espacio público». Marc: «En las postales de la PartAlta se ve poca gente y pocas sillas. En cambio las terrazas están masificadas. Vendemos una imagen falsa».

Uno de los temores de Escoda es «que desaparezca el comercio de proximidad.Es muy importante». Los vecinos coinciden. Marc: «Los comercios han ido desapareciendo y han sido sustituido por tiendas de souvenirs para turistas y por bares». «El que hace el barrio es el vecino, no el turista ni el restaurador. Si al vecino le quitas el tejido comercial, se irá», alerta Ximenis.

Ese comercio cercano, de trato cálido, es fundamental también para Cristina Casanova y María Luisa Zafra, que residen junto al rectorado de la URV. «Vas siempre a los mismos pequeños comercios. Son de confianza», afirma Cristina, que asegura que «a mí nunca me han molestado la música ni las ferias». 

En el lado negativo, Cristina apunta que los coches aparcados en la calle del Escorxador le obligan a «ir en zig zag» con el carrito de su bebé, que a veces las farolas de la Plaça de l’Antic Escorxador «se apagan y da yuyu» y, como no, «el truño» del parking ‘inteligente’ más tonto del mundo. Lo del frustrado parking Jaume Idaría para un tesis doctoral sobre la incompetencia. 

La URV es una de las numerosas entidades e instituciones con sede en la PartAlta. El delegado del rector de Relacions Institucionals, Antoni González Senmartí, resalta precisamente que la URV se encuentra «con el mismo problema que los vecinos: la falta de plazas de aparcamiento».

Senmartí señala que la gente de la URV «desayunamos en los bares del entorno, comemos en los nuevo y viejos restaurantes, compramos en las tiendas de proximidad y compartimos ratos de nuestras vidas con la de los vecinos».

También se ubican en la Part Alta dos de las cuatro collas castelleras de Tarragona: los Xiquets, en la calle Santa Anna, y la Jove, en el Còs del Bou. Sin olvidar el propio Ayuntamiento, el Conservatori de Música de la Diputació, diversos museos, el Consell Comarcal del Tarragonès, el Casal Sagetà de Foc, el Arzobispado, diversas cofradías de Semana Santa... Ymúltiples asociaciones vecinales. La Part Alta es el barrio que más tiene en Tarragona cuando es el menos poblado, 

La portavoz municipal, Begoña Floria, dice que «la relación del Ayuntamiento con la PartAlta es histórica, desde la época del Antic Ajuntament junto a la Catedral. Forma parte del paisaje del centro histórico y es uno de los elementos de identidad».

Tanto el presidente de laJove, Xavier Sentís, como su homóloga de los Xiquets, Mireia González, se enorgullecen de ser vecinos del barrio. «La Part Alta es nuestra casa. Cuando nos planteamos cambiar de local, se decidió remodelar el actual por nostalgia del barrio», recuerda Sentís. «Estar en la Part Alta forma parte de nuestra identidad», comenta González.

Para Sentís, la Part Alta está sucia en determinados puntos y  el tráfico es un problema para los vecinos que no pueden llegar a casa en coche. González lamenta el penoso estado de conservación de algunos inmuebles. Hay edificios que amenazan ruina sobre todo en la mitad izquierda del barrio, mirando a la Catedral desde la calle Major.

González y Sentís coinciden en la necesidad de combinar la esencia de la Part Alta como barrio habitable y su identidad como centro neurálgico de todas las actividades tradicionales y festivas, del turismo, del ocio y la gastronomía.

Sentís: «Hay actividades que no se entenderían fuera de la Part Alta y diversificarlas mucho impediría acudir en la misma noche a dos o tres actos de la Festa Major, pero ningún extremo es bueno y es necesario el diálogo. La masificación turística o de terrazas mata el encanto de la Part Alta, pero hay que buscar un equilibro entre el respeto a los vecinos y no dañar la actividad social en el barrio».

González: «El turismo que viene a la Part Alta es un turismo cultural, no de fiesta. Hay que hacer más visible nuestro patrimonio. La vida del barrio y las actividades turísticas no están reñidas. ¿Hay masificación de terrazas? Eso es una cuestión del Ayuntamiento. La presencia de terrazas puede ser positiva, siempre que se actúe con respeto. Hay que aplicar el sentido común y reordenar de manera congruente».

Andreu, miembro del Casal Sagetà de Foc y vecino del barrio, explica que «yo no he nacido en Tarragona, pero en la Part Alta es donde me siento de Tarragona. Lo mejor es el ambiente y la tranquilidad, pero la Part Alta sufre una situación actual de abandono. Es un barrio con una gran potencialidad para residir en él, pero el espacio público se ha privatizado. El comercio de proximidad se está sustituyendo por tiendas como el ‘Ale-Hop’» (en alusión a la tienda de regalos situada en la calle Major, la que tiene una vaca de cartón en la puerta).

Sigue Andreu: «No puede ser que no te puedas sentar en algunas plazas sino es en un bar o que tengas que caminar haciendo eses en la calle Santa Anna porque hay terrazas en ambos lados». 

Otra miembro del Casal y vecina de la Part Alta, Laura, critica que el Ayuntamiento «promocione» el turismo de borrachera y deplora la «masificación» del turismo en  el verano: «Están llenando las calles sin pensar en los vecinos. El turismo debería estar más controlado». Los miembros del Casal se sienten «muy bien acogidos en el barrio» y desarrollan diversas actividades como clases de repaso. La mayoría de alumnos son chicos y chicas de la propia Part Alta.

El pintor Josep Maria Roselló, que aún reside en la casa en que nació, en la Baixada Peixateria, destaca la evolución en positivo del barrio: «Cuando yo era pequeño no dejaban a mis amigos que pasasen de la Rambla Vella porque en la Part Alta había una cárcel con republicanos y ‘señoras de vida alegre’». A Rosselló también le encanta la estructura física y vital de la Part Alta.

En el lado negativo, están, según Rosselló, la suciedad en torno a los contenedores o tras las fiestas mayores, el ruido y la progresiva «desaparición del comercio de calidad».

Quienes no entran en crítica alguna son dos de los gitanos del barrio, Miguel y Toni Buñales. La comunidad gitana es numerosa en la Part Alta y está integrada. «De la Part Alta me gusta todo. Tenemos un trato cordial y respetuoso con la gente», asegura Miguel. «Tarragona es Patrimonio de la Humanidad. Llama la atención del turismo», añade Toni, que resume: «En la Part Alta se vive de puta madre».

Antonio Solà, líder del grupo Rumbes Canya Tarragona, se suma a la reiterada idea de que la Part Alta «es como un pueblo», critica el incivismo de algunos vecinos que tiran la basura fuera de horas o no recogen los excrementos de sus perros y enarbola una acérrima defensa de la música en la calle.

«Tarragona es un cementerio sin música. La música es cultura. Sin música no nos queda nada. Que se prohiba la música en la calle es una vergüenza nacional. El Ayuntamiento ha perdido el oremus en este aspecto. Pero siempre hay que respetar el descanso de los vecinos. No puede ser que los vecinos de la Plaça del Fòrum no puedan dormir», sostiene Antonio, antes de sentenciar: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan».

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