La Plaça de Representació, la perla desconocida de Tarraco

Los restos arqueológicos de este monumento están escondidos en edificios privados y municipales, lo que hace difícilmente comprensible el peso de este conjunto

20 abril 2019 16:35 | Actualizado a 20 abril 2019 16:45
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Cuando en Tarragona se habla de la Plaça del Fòrum enseguida a uno le viene a la cabeza la plaza en la que los niños juegan a la pelota, en medio de los restos romanos, y que está llena de terrazas. Lo que se ve hoy en día nada tiene que ver con la majestuosidad de lo que fue la plaza más grande del Imperio Romano en el Mediterráneo Occidental. Un monumento que es uno de los grandes desconocidos de esta Tarragona en la que se respira historia por los cuatro costados.

El Fòrum Provincial ocupaba la terraza intermedia de los tres niveles en los que estaba estructurada la parte alta de la antigua Tarraco. En la zona de más arriba, el Temple, el espacio de lo divino, en el que penetraban muy pocas personas. Abajo, el Circ, en el que el inframundo y las clases pudientes disfrutaban de las carreras de cuadrigas. Y, en medio, esta Plaça de Representació en la que se hablaba de política, de justicia, de religión y de poesía.

Óscar Martín, secretario de la Reial Societat Arqueològica Tarraconense (RSAT), asegura que el conjunto «replica la casa de Augusto en el Palatino, incluso sobredimensionado por una ciudad provincial como Tarraco, ya que estamos hablando de que era tres veces y media más grande». Solo la zona del Temple y del Fòrum Provincial ocupaban una superficie de 7,5 hectáreas de terreno, equivalente a más de siete campos de fútbol. 

Se utilizó una técnica especialmente costosa en la construcción de este monumento lo que demostraría, por un lado, la voluntad del Estado y, por el otro, el poder de las elites provinciales, que querían mostrar su poder y su fidelidad al Imperio, para obtener beneficios desde la capital.
La antigua plaza, que estaba protegida por la muralla, ocuparía todo el espacio de la actual Part Alta, desde la Torre del Pretori a la Antiga Audiència (en sus extremos este y oeste) y desde la Plaça de les Cols a la calle Ferrers (de norte a sur).

La inmensa explanada urbanizada medía unos 375 metros de largo por 175 de ancho. Cientos de estatuas ocupaban la parte central de este conjunto arquitectónico, delimitado por galerías y un pórtico de columnas de catorce metros. Además, se conoce que había vegetación y diferentes zonas de agua, procedente de los acueductos que proveían la ciudad.

Martín considera este complejo una «joya arquitectónica». Su construcción se sitúa en la Dinastía Flavia (del 69 al 96 d.C), aunque no se han epigrafías que lo corroboren. Esto hace que haya quien rebaje este calendario y que sitúe su gestación en el periodo en el que Augusto estuvo en Tarraco. Posteriormente, se habría ejecutado en la época Juli-Claudia y en la Flavia se habría estrenado.

El nivel de conocimiento de este monumento es un diamante por pulir. La ciudad se asentó encima de los restos. Aunque en algunas partes del núcleo histórico pueden apreciarse aún los pedestales e inscripciones, los elementos más importantes se esconden en viviendas privadas o edificios públicos. «Hay un patrimonio arqueológico básicamente desconocido para la mayoría de los tarraconenses, que genera cierta incredulidad», afirma el representante de la RSAT. 

La bóveda de la calle Ferrers
Esta ruta por el patrimonio oculto empieza en la Plaça Sedassos. Desde este punto se accede a la apertura que permite entrar a la bóveda de cañón de sesenta metros de largo, sobre la que se apoya la calle Ferrers. En este punto había el visorium del Circ. Su interés se centra también en que, a partir de 1937, fue uno de los refugios de la ciudad, cuando Tarragona era bombardeada.

Tras la guerra, son muy pocas las personas que han podido visitar este espacio. Su estado de conservación es óptimo. «El único handicap es que debería salvarse el desnivel para entrar, con una escalera, y poner algo de iluminación y seguridad», afirma Martín.
De hecho, en la fachada del número 30 de la Plaça Sedassos aún puede verse el rótulo que marcaba el acceso al Refugi. Un testigo a punto de desaparecer y que se ha deteriorado por el paso del tiempo.

La prisión de la calle Santa Anna 
El arqueólogo del siglo XIX Hernández Sanahuja hablaba en uno de sus textos de la existencia de una «carnificina» o «prisión romana» en la zona que hoy ocupa la calle Santa Anna. Se ubicaría debajo de lo que hoy es el Museu d’Art Modern y, aunque los arqueólogos no han desmentido la interpretación de Sanahuja, todo apunta a que en este espacio había una puerta transversal que permitía acceder al centro de la Plaça de Representació. Sería una bóveda romana similar a la que se descubrió hace pocos años en la Plaça del Pallol, un espacio que tan solo se conoce a través de los textos, ya que no se ha excavado y está lleno de escombros.

La pared del Fòrum  Provincial
Desde la Plaça Santiago Rusiñol a la calle Civaderia se preserva en el interior de algunos de los inmuebles una bóveda  de unos 4,3x5 metros. Puede apreciarse en el interior del restaurante Gallo Morón, por ejemplo. Destaca porque en la parte superior tiene una moldura, lo cual demuestra que en su construcción se siguió un «proceso constructivo más sofisticado y costoso». «Vemos que a diferencia de otros sitios, aquí no se utiliza cemento, sino que trabajaron la piedra, lo que le otorga un valor añadido», pone en valor Óscar Martín.

Era la pared norte, la más próxima al Temple, lo que explicaría el hecho de que se hubiera cuidado más su aspecto. Aquí hay algunos inmuebles, como el número 36, que son de titularidad municipal, desde los que podría observarse este detalle y en cambio están cerrados y abandonados.

El agua que regaba el foro
Uno de los ángulos más sorprendentes es el que configura la calle Civaderia con Notari d’Albinyana. Desde una de las viviendas privadas, puede verse como se «recortó» la piedra para nivelar el terreno de esta gran superficie.

Por esta esquina noroeste entraba el agua del acueducto del Gaià, una estructura de cuarenta metros que en este tramo final pasaba por debajo de la muralla y la pared del Fòrum, para regar y aportar cierta sensación de fresco. El specus o gruta subterránea, que comunica el Camp de Mart con este inmueble municipal, es otro de los puntos desconocidos.

Beaterio de Sant Domènech
Este edificio de la Plaça del Pallol «esconde» otra de las joyas de la corona. La antigua iglesia, en la que posteriormente se expuso la maqueta romana, es tan solo el primer tramo de una larga bóveda que en el conjunto supera a los cincuenta metros. Este segundo tramo está en un espacio privado y se utiliza como almacén.

Además, el antiguo beaterio esconde otro paso subterráneo como el de la calle Santa Anna, a través del cual se accedía al centro de la plaza. Esta bóveda se descubrió cuando se hicieron las excavaciones en Ca l’Agapito y su recuperación está previsto dentro del proyecto que ha obtenido una ayuda del programa del 1,5% Cultural del Ministerio de Fomento.

La escalinata de mármol 
La Antiga Audiència, en concreto la Torre dels Advocats, esconde una escalinata romana de mármol que durante mucho tiempo fue inaccesible, porque en este espacio ensayaba un coro. Era el check point que comunicaba el visorium del Circ con la explanada de la plaza.

Los tarraconenses han estado muchos años sin saber de la existencia de este punto. El año pasado se estrenó como escenario dentro del festival Tarraco Viva y desde el Ayuntamiento de Tarragona está previsto abrir una puerta de cristal, desde la calle Ferrers, para que pueda apreciarse esta estructura. Los expertos afirman que éste debe ser el camino.

«Tarragona tiene demasiado patrimonio, pero no se entiende porque estos espacios no son visitables, aunque tan solo sea por actos limitados en el tiempo», afirma el representante de la Arqueològica. Esta institución defiende que «lo que no revierta en la ciudadanía es un déficit» y que «tan solo a través de la difusión, crecerá la estima y, por tanto, su protección».

En el número 14, de la calle Comte 
Se encuentra el restaurante Osteria Del Lab. En una de las paredes del establecimiento puede verse el podio del antiguo Fòrum Provincial. Se trata de un muro que separaba el pórtico de la terraza de la superficie de la plaza, unos restos que dan la escasa información que se conoce sobre cómo era el interior de este monumento milenario.

Sandro Mamino, propietario del negocio, explica que «la gente entra porque le gusta el local, pero no porque conozca lo que hay. No hay ninguna información». Tampoco en el interior se explica. Un cristal con iluminación tenue resalta la belleza de las piedras sobre las que reposan algunas botellas de vino. Este restaurador considera que la ciudad debería «sacar pecho» de su patrimonio. 

La escalinata oculta 
También conviven con los restos de este antiguo complejo en la tienda Esports Catedral, ubicada en el número 44 de la calle Major. Aunque en este caso, las propietarias del negocio sufren más los inconvenientes que las ventajas. 

La familia lleva más de 38 años al cargo de esta tienda, cuando a inicios de los noventa hicieron una reforma para ampliar los vestuarios del establecimiento. La sorpresa llegó cuando encontraron una piedra, que las obligó a abandonar durante más de un año el local, para poder hacer una excavación que ponía al descubierto una escalera de mármol, que conectaba el Temple d’August con este foro. Era el camino que utilizaban las comitivas provinciales cuando se dirigían a la lonja del Circ.

Para salvar este desnivel había dos tramos de escaleras. Uno correspondería a la zona en la que hay las actuales escaleras de la Catedral, el otro quedaba unos metros más abajo, en el subsuelo de la tienda de deportes. 

Sónia Pérez, responsable de la tienda, lamenta el estado en el que se conservan las ruinas. Se colocó un cristal en el suelo, para que pudiera verse la estructura, y se «abandonó». «Es una lástima porque somos zona turística, todos los días viene gente y hace más de doce años que la Generalitat no hace ningún tipo de mantenimiento», afirma. El cristal está roto en algunos puntos y se ha vuelto completamente opaco por el desgaste. Ha habido plagas de moscas y de ratas. «Es una lástima, porque la gente no sabe lo que hay», añade.

 

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