La Savinosa del nunca jamás

El preventorio está cerrado desde 1972. Tras cuatro décadas, los proyectos y las promesas siguen sin ver la luz. Un primer paso sería retirar las vallas perimetrales para ampliar el camino de ronda 

26 octubre 2018 08:59 | Actualizado a 26 octubre 2018 09:02
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Pasan los años, los alcaldes, los presidentes de las diputaciones provinciales y los mandatos municipales y, en Tarragona, hay un cosa que se mantiene inalterable: el preventorio de la Savinosa, ese inmueble abandonado desde 1972 del que todo el mundo sólo se acuerda cada cuatro años, cuando hay comicios en el Ayuntamiento. El resto del tiempo parece que el espacio duerma en un eterno sueño, a la espera de no se sabe qué ni de cuándo podrá hacerse  allí alguna cosa de provecho. 

Actualmente tengo 37 años     –nací en 1981– y nunca he visto abierto este emplazamiento situado en un lugar estratégico como es la conexión entre las playas de la Savinosa y la Arrabassada. De hecho, el espacio cerró antes de que Franco muriera y de que Johan Cruyff llegara, como jugador, al Futbol Club Barcelona. Curiosamente, el preventorio cerró el mismo año en el que se inauguró el Nou Estadi del Gimnàstic. 

Mucho ha llovido, y hasta nevado, desde todo aquello. Esto sí, como no podía ser de ninguna otra forma, en cada campaña electoral he escuchado decenas de promesas de todas las formaciones sobre qué hacer en ese espacio: que si un hotel, que si un auditorio, que si un palacio de congresos, que si una universidad de verano de la URV... En una ocasión no muy lejana el alcalde Josep Fèlix Ballesteros hasta propuso un parador nacional del que nunca más se supo... Son las promesas del nunca jamás.   

Por su proximidad con la Vall de l’Arrabassada paso a menudo por el camino de ronda de la playa que rodea el perímetro de este conjunto patrimonial, que cuenta con 80.000 metros cuadrados de superficie. Seguramente, a día de hoy son los metros cuadrados peor aprovechados de la ciudad y que dan una pésima imagen a un municipio eminentemente turístico como es Tarragona. Su lamentable estado ofrece una perspectiva de dejadez y abandono propia de los territorios que están en decadencia. Una lástima. 

Por ello, en 2016 la Diputació,  el Ayuntamiento de Tarragona y el Col·legi d’Arquitectes convocaron un concurso de ideas que finalizó con la adjudicación –en 2017– al gabinete de arquitectos Fuses-Viader, Mansilla y Perea para que definiera una propuesta definitiva y concreta para incluirla en el POUM. Sorprendentemente, y pese a que parece vox populi de que los edificios están en ruina, los especialistas escogieron la propuesta más conservadora: la única que apostaba por mantener todos los inmuebles, aumentando la edificabilidad en un 30% para que la finca pueda tener usos públicos y privados. 

Soy consciente de que llevar a cabo una rehabilitación completa del espacio requiere tiempo y, sobre todo, dinero. Mucho dinero. Por ello creo que un buen primer paso para empezar a darle una utilidad al emplazamiento –a la espera de la propuesta técnica definitiva– sería abrir y ampliar el espacio perimetral que, en estos momentos, está vallado y es, en teoría, inaccesible. 

De esta forma se ampliaría el actual camino de ronda y se ensancharía una zona verde que cada vez está más concurrida de gente. Sería, por decirlo de alguna manera, como lo que se ha hecho en el antiguo edificio del Banco de España, donde en su parte posterior se ha abierto un jardín en el que durante unas semanas hubo una food truck. No sería un gran paso, pero sí el primero. Y ya se sabe que una maratón se empieza con un pasito. Por muy pequeño que sea.   

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