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Para algunos, la Processó de la Soledat es la más acogedora de la Setmana Santa tarraconense, quizás porque todo su recorrido se hace de día o también porque es la única en que las protagonistas son las mujeres –el papel de los hombres está reservado a ser portants y a la banda–. Queda lejos el Sábado Santo de 1957, cuando se realizó por primera vez esta procesión y en la que participaron unas 200 mujeres. Ayer, la Part Alta volvió a ver pasear por sus calles la imagen de la Virgen, acompañada por más de una cincuentena de tambores y también de mucha gente, tanto tarraconenses como turistas que preguntaban a los presentes qué pasaba.
Con una iglesia de Natzaret –en la Plaça del Rei– en obras, los participantes iban llegando, mientras muchos padres aprovechaban los instantes previos para fotografiar a sus hijos. Faltaban siete minutos para las seis cuando los tambores comenzaban a sonar por la calle de Natzaret y de la Nau, para enfilar hacia la plaza. La gente quería ver tan de cerca la procesión que los organizadores tuvieron que decir a los congregados que se abriesen para poder acoger a los tambores.
Con el toque de campanas de la Catedral se abría la puerta de la iglesia –no sin dificultades– para volver escuchar a los tambores en su acompañamiento del paso por la estrecha puerta de la iglesia, mientras los asistentes –algunos apostados en las escaleras de acceso al Pretori– echaban fotos.
Las congregantes más pequeñas iban vestidas con la indumentaria típica de las aspirantes: túnica blanca con cola azul. Algunas –mayores de 16 años– portaban túnica negra y otras con el vestido-chaqueta negro con mantilla. Es la manera de que mujeres de otras cofradías puedan participar en la procesión de duelo por la muerte de Jesucristo.
Divididos en dos grupos, la banda de tambores los hacían sonar en las estrechas calles. El momento más esperado es la llegada de la imagen a la Catedral –no cabía nadie en las escaleras del Pla de la Seu–, donde tiene lugar la función religiosa de la Corona Dolorosa dels Set Dolors de la Mare de Déu. Allí, los presentes pudieron venerar la imagen de la Virgen antes de que volviera a la iglesia de Natzaret.
