La Tarragona más verde

Dos joyas en apuros. Practicar deporte por la Budellera y la Vall del Llorito es un lujo. Sin embargo, uno tiene la sensación de dejadez por la gran cantidad de solares deteriorados que hay

12 abril 2018 09:19 | Actualizado a 09 enero 2021 23:52
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Como vecino de Llevant, soy un habitual practicante de las rutas que se pueden llevar a cabo por la Anella Verda de Tarragona, una zona que hace una década centró la actualidad política del Ayuntamiento y que fue la gran protagonista del POUM aprobado en 2013.

Más allá de las playas, la Rambla Nova, las químicas y del patrimonio histórico de la Part Alta, hablamos de una Tarragona que, seguramente, muchos tarraconenses no conocen en profundidad, que es la que se esconde detrás del Nou Estadi y que comprende el entorno del Llorito y la zona de la Budellera hasta llegar a Boscos y El Catllar. 

Mi ruta favorita, de unos diez kilómetros, es la que se inicia desde la Vall de l’Arrabassada (que es donde vivo), conectando con el Camí del Nàstic hasta enlazar con la rotonda del cementerio para coger la dirección hacia la Ermita del Llorito.

Andando o corriendo por lo que en el pasado se denominaba Terres Cavades –ahora refomulada como Vall del Llorito por todas las connotaciones negativas que derivaron del proceso judicial–, uno se da cuenta de la necesidad que tiene esa zona para ponerse al día.

Hablamos de una joya que, en estos momentos, se encuentra en un evidente estado de deterioro. Subiendo la cuesta del Llorito uno aprecia incontables solares sucios, muros rotos, inmuebles abandonados y un asfalto con muchas deficiencias. Además, como curiosidad, hay una masía que pases a la hora que pases siempre tiene la radio puesta con los 40 Principales.  

Más allá de las playas, la Rambla Nova, las químicas y del patrimonio histórico de la Part Alta, hablamos de una Tarragona que, seguramente, muchos tarraconenses no conocen en profundidad

Una vez llegados al santuario llega la hora de tomar el camino de descenso por caminos rurales que llegan hasta el puente de la autovía A-7. Cuando se supera la vía rápida se entra en la Budellera, una zona que ha cogido el relevo mediático que, hace unos años, tuvo Terres Cavades. Desde allí ya se conecta con la Savinosa y la Arrabassada.  

Pasando por esta zona es imposible no pensar en la polémica generada por el nuevo barrio que está proyectado en la planificación urbanística de la ciudad, y que no fue rechazado en su momento por ninguna de las fuerzas políticas con representación en la Plaça de la Font. 

La mayoría de mis conocidos están en contra de «apostar por el ladrillo» y urbanizar la Budellera, ya que consideran que sería una lástima dejar perder un emplazamiento que, dicen, es privilegiado.

Esos mismos amigos, sin embargo, siempre me dicen que la Vall de l’Arrabassada es el mejor barrio para vivir. Personalmente, siempre digo que si la Budellera se convierte en una continuación de la Vall, no me parece mal que la ciudad crezca por esta parte, siempre que se haga de una forma racional y moderada. 

Cuando digo esto, mis conocidos me dicen que es una posición «de derechas». Nada más lejos de la realidad. Si estuviéramos hablando de un gran bosque con incontables caminos y abierto al público, sí que estaría en contra de ejecutar el proyecto. Sin embargo, a día de hoy hablamos de un espacio que, en su gran mayoría, es una superficie cerrada al público y que tiene pocos caminos porque todo son solares privados.

Y yo me pregunto: ¿qué es más de izquierdas: mantener la Budellera como está, con la mayor parte del terreno cerrado al público y en manos privadas, o hacer realidad el barrio y abrir la zona a la ciudadanía conservando una gran zona verde? Yo lo tengo claro, pero el debate está sobre la mesa.  

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