'La barriga mandó. Tuvimos que comernos a los muertos'

Roberto Canessa Médico y superviviente en el accidente aéreo de Los Andes de 1972

19 mayo 2017 15:50 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:22
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A los 19 años este exjugador uruguayo de rugby dejó atónito al mundo cuando apareció vivo en 1972 tras escalar los Andes durante diez días. El avión en el que viajaba se había estrellado 72 días antes. La película 'Viven' retrata la hazaña de aquellos supervivientes. Canessa, un reputado cardiólogo infantil, pasó ayer por Tarragona para presentar su libro ‘Tenía que sobrevivir’, escrito junto al escritor Pablo Vierci. En la obra, el doctor traza un paralelismo fascinante entre su trabajo diagnosticando cardiopatías congénitas muy complejas a niños recién nacidos y las decisiones difíciles de vida o muerte que tuvo que tomar en Los Andes. 


-¿Sueña con el accidente? -No, al principio soñaba con que estaban todos vivos y no me quería despertar. Pero ya no. Esto pasó hace 40 años.

-Pero sí soñó durante mucho tiempo con aquello. -No. La pesadilla era allá, en la montaña. Acá es un placer, tener esa vida que había perdido.

-¿Por qué siempre supo que tenía que sobrevivir? -Porque tenía que decirle a mi madre que no llorara más, que su hijo estaba vivo. Después en el mundo de la medicina vi a madres llorar por sus hijos y vi que tenía que sobrevivir para ayudar a esos niños.

-Usted le mandaba a su madre mensajes telepáticos. -Sí, le decía que estaba vivo, que no buscara más. A casi todos los que sobrevivieron sus madres les estaban esperando. Algún vínculo existiría. Un madre dijo un día: ‘Ya no busco más, mi hijo ya se murió’. Y fue el día en que su hijo murió en el alud.

¿Su familia llegó a perder la esperanza? -Mi madre siempre esperó. A mi padre la lógica le decía que no. Cuando sobrevolaba por la montaña, él vio unas huellas. Alguien le dijo: ‘Usted es un profesor de Medicina. ¿Le parece que dos meses después pudo haber sobrevivido alguien?’. Y eran nuestras huellas.

-¿Qué es lo primero que pensó cuando se cayó el avión? -Que parecía irreal. Lo que parece imposible puede suceder.

-¿Costó ser consciente? -No tienes tiempo de pensar, hay que actuar. Tus amigos se están muriendo, están sangrando, necesitan ayuda y no son muchos los que toman conciencia. Quedaron shockeados, por el golpe espiritual o el físico.

-¿Fue usted el más práctico? -Fui como pude. Cada cual puso lo mejor que tenía.

-¿Hasta qué punto fue importante comer carne humana? -Era el combustible que necesitábamos. Lo importante no es lo que comes, sino salir de allí.

-¿Quién tomó la decisión? -Fue un proceso, de cómo gente civilizada pasa a la antropofagia. Unos estaban horrorizados, a otros les parecía espantoso.

-¿Hubo discusión? -Alguien dijo: ‘¿Cómo vamos a ser caníbales?’. Otro aludió a Jesucristo, a lo de ‘este es mi cuerpo y esta es mi sangre, bebed todos de ella’.

-¿Y usted? -Yo era una persona normal. No era alpinista ni sabía de alimentación. No me sentía Jesucristo. Lo que yo sentía es que allí había proteínas y lípidos que esa persona no iba a usar más y que mi cuerpo necesitaba.

-Usted convenció al resto. -El libro viene a llenar esa situación de qué pasa cuando se te cae el avión. Puedes elegir comerte los muertos o no, vivir o morirte. El Papa nos dijo que hicimos lo que había que hacer: conservar la vida.

-Ha dicho que al final mandaba el hambre. -Mandaba la barriga, el alma, el corazón, el esfuerzo. Y la mente, porque hay que superar el asco que da comerse a un muerto.

-¿Comieron antes algo? -Masticábamos zapatos y cinturones, que están llenos de tanino, químicos y venenos.

-¿Cuántas veces pensó que se moría? -Una sola, al caerse el avión. Luego dije: ‘Si me tengo que morir, me moriré, pero no voy a pensar en ello’.

-¿Se arrepiente de algo? -De haberle hecho caso a Nando –otro de los supervivientes–. Si hubiéramos ido para Argentina en tres días nos habríamos salvado, y no en diez de ruta (risas). Y me dice: ‘Entonces no hubieran hecho la película’. Nosotros resucitamos a los 72 días.

-¿Qué le pareció ‘Viven’? -La gente dice: ‘¿La película es tan grave como lo que pasó?’. Y yo digo: ‘Noooo, si te enseñan lo que pasó en Los Andes te levantas del cine y te vas’.

-¿En qué le ayudó aquello a la hora de salvar vidas de niños como cardiólogo? -Tienes una noción de lo que es pasar hambre, el frío, la desolación. Cuando lo veo, más que compasión, siento empatía.

-¿Se siente desubicado por no haber muerto allí? -No, yo luché por supervivir. Me gané salir. Hice lo que pude.

-¿Qué le dijo su madre al verle? -Pasó lo que ella esperaba y me dijo: ‘Ya estás en casa’.

-¿Ha vuelto al lugar? -Con mis hijos. Y me dijeron: ‘Este lugar es triste, pero tiene mucha fuerza’. Cuando voy siento que se ríen de mí los que murieron. Me dicen: ‘Mira la barriga que tienes, y nosotros seguimos teniendo 19 años’.

-Dice que ahora viajar con usted en avión es una garantía. -Por estadística soy un seguro. No se va a caer dos veces, ¿no?

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