La biblioteca de escuela que quiere cambiar el barrio de Sant Salvador

Un proyecto logra abrir la biblioteca de la escuela de Sant Salvador por las tardes y, a la vez, emplear a dos jóvenes. El triunfo no siempre pasa por salir del barrio

15 febrero 2021 19:30 | Actualizado a 16 febrero 2021 07:24
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Sineb tiene 8 años y dice que le gusta mucho leer «sobre todo libros de princesas y animales», aunque cuando la encontramos viene a entregar un cuento que le encantó «sobre los inuits» y acaba de llevarse otro «de barcos». Está feliz de que la biblioteca de su escuela abra ahora por las tardes.

Es viernes y, antes que ella, ya han pasado por allí otros 14 niños a buscar libros en la biblioteca de la escuela de Sant Salvador. Desde el pasado 8 de febrero han comenzado a abrir cada tarde fuera del horario escolar y la otra gran novedad, además, es que cada martes y jueves pueden acudir las familias. Y, aunque ahora la pandemia lo complica todo, la intención es que, a la larga, también se convierta en un espacio abierto a todo el barrio. Todo un logro porque en el barrio no hay ninguna biblioteca pública.

Parece, a priori, algo sencillo, pero poner en marcha este servicio ha beneficiado a más de una persona del barrio. Una de las que ha salido ganando es Soukaina Benradi, que está estudiando el último año de educación infantil y que ha conseguido trabajo como una de las dos encargadas de la biblioteca.

Soukaina, la tercera de seis hermanos, no podía estar más contenta: «Los niños están muy motivados, y eso es gratificante. Además, yo todavía tengo a dos hermanos estudiando aquí... Esta es mi escuela, este es mi barrio», cuenta.

Pero la contratación de Soukaina y de Laia, también estudiante de magisterio, es la culminación de un trabajo más extenso impulsado por la asociación Ariadna que, desde hace años, trabaja por acercar el arte y mejorar las oportunidades de los jóvenes del barrio.

Oportunidades para los jóvenes

Uno de los proyectos del Sansalab, para el cual cuentan con la ayuda de la cooperativa El Far, consiste en generar oportunidades de empleo para los jóvenes en el barrio. Para ello hicieron contactos con las entidades del barrio entre ellas la escuela. Allí se enteraron con que este curso cuentan con una partida especial que les otorga el Departament d’Educació (proveniente de fondos europeos por tratarse de un centro de alta complejidad). Esto les ha permitido contar con una educadora social y una integradora.

Una de las conclusiones a las que había llegado la escuela es que la biblioteca podía ser un buen recurso para conseguir que las familias se relacionaran más con la escuela y, a la par, servir de punto de encuentro con el barrio. El último año la biblioteca había permanecido cerrada y en años anteriores había funcionado en horario escolar, gracias al trabajo de algunas maestras. Gemma Pujolras, educadora social cuenta que «queríamos potenciar a la lectura y hacer entrar a las familias en la escuela así que nos pareció perfecto».

Así pues, la visita de El Far llegó como anillo al dedo. Se pusieron en marcha con la idea de contratar a una persona menor de 30 años, que estuviera cursando estudios de educación o del ámbito social y que fuera del barrio o tuviera vínculos con él. «En dos días recibimos 40 currículum, nos alegró mucho tener tanta respuesta, pero también nos mostró toda la necesidad de trabajo que hay», cuenta Cristina Rodríguez de El Far.

Mucho más que una biblioteca

Pero, más allá de prestar libros, la biblioteca cuenta con dos ordenadores con conexión a internet, todo un acontecimiento en un barrio donde no hay ni un solo ordenador de acceso público a disposición de los vecinos, como cuenta Rocío Sánchez, la integradora social de la escuela. Durante el confinamiento aquí hubo familias que sufrieron una desconexión completa.

Lunes, miércoles y viernes, además, aquí se da refuerzo escolar. La directora de la escuela, Txell Olivé, explica que tener la biblioteca abierta por las tardes permite a muchos alumnos contar con un espacio tranquilo donde estudiar y hacer deberes. Recuerda que tienen muchas familias numerosas. «Con siete hermanos no siempre es fácil encontrar un sitio en casa donde estudiar». Además, hay padres que no manejan el idioma, por lo que no pueden ayudar a sus hijos a hacer los trabajos. En la escuela ya se ofrecen clases de catalán para familias, pero ahora, con la biblioteca, los alumnos tendrán a Soukaina y Laia para acompañarles.

Espejo en el que mirarse

Y, como no, el proyecto tiene también un valor simbólico, explica Nani Blasco, de la Associació Ariadna, quien relata que, hasta ahora, «las perspectivas de triunfo de los jóvenes siempre pasan por salir del barrio». Contar con Soukaina y Laia trabajando en la biblioteca puede hacer que niños y otros jóvenes vean otros ejemplos. «Que consigan ver el barrio como un sitio de oportunidades», defiende.

De momento el proyecto cuenta con financiación para un curso escolar, pero la intención es hacer todo lo posible para conseguir darle continuidad. Lo que hay en juego va más allá de los libros.

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