La biblioteca, sin espacio para guardar su fondo y atender a los usuarios

Parte del fondo tiene que almacenarse en Barcelona porque no cabe en la sede y prácticamente no puede aceptar donaciones. El Ministerio de Cultura no prevé un traslado

19 mayo 2017 22:46 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:14
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Jueves, pocos minutos antes de las 10 de la mañana. Más de 30 personas esperan ya la apertura de la Biblioteca Pública de Tarragona. Alrededor de la mitad son alumnos de instituto; el resto acude por motivos de lo más diverso: revisar periódicos y revistas, informarse sobre cursos, ver ofertas de trabajo en internet, estudiar... Una señora con el carrito de la compra pasa la primera. Acude «a buscar el libro de Cincuenta sombras de Grey que me tienen guardado».

Son apenas una muestra de los múltiples usos que tiene la biblioteca y que hacen que cada día pasen por las instalaciones de la calle Fortuny entre 700 y 1.000 personas.

Los momentos más críticos de ‘superpoblación’ se dan por la tarde. La de este lunes, por ejemplo, había usuarios que debían marcharse porque no tenían sitio donde sentarse. Una abuela que suele acompañar a una de sus nietas a hacer los deberes en la sala infantil asegura que es un auténtico «quítate tú para ponerme yo».

La falta de espacio es, sin duda, una de las quejas más sentidas de los usuarios, tal como ha quedado reflejado en todas y cada una las encuestas de satisfacción del servicio en los últimos 10 años.

 

Aprovechado al milímetro

Pero la falta de espacio no repercute sólo en la incomodidad de los usuarios y la falta de espacios para la lectura, sino también en los materiales que puede albergar la entidad. Según reconoce la directora, Dolors Saumell, el espacio está aprovechado al milímetro, pero, aun así, ya hay una pequeña parte de la colección que ha tenido que ser trasladada a Barcelona por falta de sitio. Además, es prácticamente imposible aceptar donaciones que podrían ser de interés porque no hay espacio. Lo mismo sucede con las nuevas posibles adquisiciones, para las cuales, además, hay un presupuesto austero.

La biblioteca cuenta con unos 280.000 volúmenes (libros, revistas, manuscritos, CDs, DVDs, folletos...) que deben almacenarse y exponerse. Todo, incluida la atención a los usuarios, debe desarrollarse en una superficie de 2.641 metros cuadrados, de los cuales sólo son hábiles para depósito y salas 1.583 metros.

La biblioteca, creada en 1846, funciona en la misma sede desde el año 1962, en un edificio que fue diseñado para servir de colegio-residencia de la Congregación de la Carmelitas de la Vetlla. En un principio también compartía espacio con el archivo y con la Escola de Treball. En los años setenta el edificio quedó para uso exclusivo de la biblioteca.

Además de la falta de espacio, uno de los grandes inconvenientes es la accesibilidad. Las personas que acuden en silla de ruedas o con carritos de bebés no pueden acceder por la puerta principal, ya que, antes de entrar al hall, hay seis escalones. Debido a que se trata de un espacio declarado como Bien Cultural de Interés Nacional, ha sido imposible variar el diseño para instalar, por ejemplo, un elevador. Así, pues, lo usuarios con estas características deben acceder por una puerta lateral que permanece cerrada, por lo que hay que llamar a un timbre. Una vez dentro sí que hay ascensor para acceder a la planta superior.

 

La más pequeña

El edificio es de titularidad estatal, pero la gestión íntegra es de la Generalitat de Catalunya. Ha sido remodelado en 1986, 1992, 2000 y 2005.

La de Tarragona es una de las 53 bibliotecas públicas del Estado en España y es, de las tres de Catalunya, la más pequeña. La biblioteca pública de Lleida, por ejemplo, cuyo edificio era una antigua maternidad, cuenta con 7.769 metros cuadrados de superficie, de los cuales 5.903 son útiles para uso bibliotecario.

La otra biblioteca del Estado en la comunidad es la Carles Rahola de Girona, de nueva construcción, que fue inaugurada en enero de este año. Con sus 7.121m2 útiles, multiplicó por siete la superficie que ocupaba en su sede anterior y es la más grande de Catalunya. El edificio fue construido por el Gobierno Central con un coste de 15.580.000 euros en un solar cedido por el ayuntamiento de la ciudad.

 

El plan de la Tabacalera

Tal vez la oportunidad en que se vio más claro un posible traslado de la biblioteca a un nuevo espacio fue en 2010, cuando el ayuntamiento elaboró el Pla d’Equipaments Culturals de Tarragona. En el mismo se recomendaba mantener una biblioteca más pequeña en la sede actual y trasladar la sede central a la Tabacalera. En el proyecto se le denominaba ‘Biblioteca Central Urbana’. Se explicaba que ocuparía dos módulos para una superficie total de 5.600 m2. El coste de la obra se estimaba en 6.323.160 euros. En dicho plan se especificaba que la falta de bibliotecas en la ciudad era «crítica».

En dicho plan, además de la biblioteca de la calle Fortuny y la de la Tabacalera, se recomendaba instalar o reformar otras cuatro bibliotecas en Campclar, Sant Pere i Sant Pau, L’Arrabassada y Sant Salvador.

No obstante, ni entonces ni ahora ha llegado a la biblioteca algún plan concreto ni, mucho menos, fechas, informando del traslado.

Desde el Departament de Cultura de la Generalitat han explicado que un posible traslado o una nueva construcción debería correr a cargo del Estado, que es el titular.

Consultados sobre el tema, desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte explican que «por ahora es un planteamiento que no está sobre la mesa. Este ministerio tiene como prioridad terminar los proyectos iniciados o mantener en buen estado las infraestructuras ya existentes, y no iniciar nuevos proyectos de la envergadura que podría plantear una ampliación de la BPE de Tarragona».

Como era de esperarse, el tema del traslado de la biblioteca también ha entrado en la campaña electoral. Tanto el candidato de CIU, Albert Abelló, como el del PP, Alejandro Fernández, han propuesto instalar una biblioteca en el edificio del antiguo Banco de España, ahora vacío, aunque con discrepancias sobre quién debe pagar las obras.

Sobre este posible emplazamiento, Saumell opina que habría que estudiar las características del espacio y, sobre todo, qué posibilidades tiene de crecer en el futuro.

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