La cámara del tarraconense que mira a los ojos

Pep Escoda recoge sus mejores retratos en una exposición que iguala a conocidos y anónimos 

21 diciembre 2018 19:29 | Actualizado a 21 diciembre 2018 19:34
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Un retrato debe observar al espectador. Cuando la cara de una persona -con sus detalles, virtudes y defectos- apunta directamente a la persona que lo mira es cuando el fotógrafo encargado de congelar la luz ha hecho un buen trabajo.

Esta es la opinión de Pep Escoda, un pescador de luz que cuenta con el mérito de contar con 21 Premios Lux de Fotografía profesional en su cartera profesional y que, hasta el próximo 28 de febrero, muestra su buen hacer en el campo de congelar las caras.

El Tinglado 2 del Moll de Costa de Tarragona acoge la muestra, que recoge hasta 78 retratos, y que se divide en tres espacios diferenciados, que muestran las diferentes vertientes que se abren a la hora de dar luz a un rostro. En el primero de ellos, Escoda  nos muestra a trabajadores anónimos como temporeros o trabajadores de un taller de alabastro.

En la segunda sala, podemos asistir a trabajos más teatralizado, como el que muestra a compañeros de profesión ataviados como una imagen antigua del escritor i dramaturgo Josep Pin i Soler (1842 - 1927), junto con los rostros y escenarios habituales de los vigilantes de los espacios públicos de Tarragona, más reconocibles por el público.

Finalmente, en la última sala, el espectador se sorprende al contemplar la luz, más oscura que en las habitaciones precedentes, un clima que permite observar como los elementos de las fotografías que se exponen salen a la superficie cuando los ojos se acostumbran.

Si el espectador se coloca en el centro de esta sala en aparente penumbra, puede observar como decenas de miradas le interrogan. Muchas de ellas, de personas acostumbradas a atraer la atención, pero también las de otros muchos ciudadanos de Tarragona anónimos, a los que se dignifica en gran tamaño.

«Hace ya un tiempo que anuncié que dejaba de ser fotógrafo para ser retratista», expone Escoda, que explica que «de pequeño recuerdo la visita que hacíamos para elaborar imágenes de familia, fotografías que todavía conservamos, como en la mayoría de casas y que, de alguna manera, guardan la memoria de la familia».

Con su trabajo, Escoda pretende hacer un homenaje a estos profesionales, con imágenes a las que aplica técnicas modernas sin perder el espíritu que atrapa un breve instante, un mérito que las diferencia de las muchas imágenes que tomamos de nosotros mismos con nuestros móviles. 

Para realizar un retrato como los que forman la exposición hacen falta dosis de psicología y de antropología. Así lo sostiene el mismo Escoda, que explica que, antes de cada trabajo, «es importante conocer un poco al modelo, ver como se mueve y se expresa».

Para el fotógrafo tarraconense no existen diferencias entre famosos y desconocidos. «Intento realizar mi cometido con humildad, sin hacer diferencias y con el máximo respeto, porque creo que esta es la labor del retratista. Hace falta una gran dosis de educación para recoge el mensaje de una cara», detalla Escoda, que se muestra «profundamente agradecido» a la labor del Centre d’Art de Tarragona por exponer su trabajo en el Tinglado 2, tan cerca del Serrallo donde nació y comenzó a experimentar con la luz.

En opinión de Silvia Omedes, comisaria de la muestra y presidenta de la Photographic Social Vision, los retratos de Pep Escoda son »el resultado de su curiosidad antropológica y de una gran capacidad de concentración, que muestran un resultado sin artificios, casi descontextualizado, que muestra la lupa del alma».

Enfrente de las caras que se exponen en el Tinglado 2, parece casi posible establecer conversaciones imaginarias con las caras interrogantes que nos observan desde la pared. Ellas explican, al fin y al cabo, la historia que ha tejido una cámara que ha aprendido, con el paso de los años, a mirar directamente a los ojos. 

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