La conciliación encalla con la crisis y sigue en manos de las mujeres

En el trabajo ellas son las que piden las excendencias para cuidar a la familia (92%) y las que tienen más jornadas parciales (72%). En casa dedican el doble de horas a los suyos

19 mayo 2017 20:11 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:32
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Semanas después de la escena de la diputada de Podemos, Carolina Bescansa, con su bebé de seis meses en el Congreso, resulta casi imposible no recordar la imagen cuando se habla de conciliación de la vida laboral y familiar. Y es que, a pesar de todo lo que se debatió entonces, esa imagen vino a poner en evidencia un tema tan doméstico como acuciante: ¿cómo se organizan hombres y mujeres cuando tienen un niño pequeño o una persona dependiente en casa?

La respuesta a la pregunta anterior pasa, en la inmensa mayoría de los casos, por las mujeres. Lo dice la simple observación, pero lo confirman los datos. Según las estadísticas de la Tesorería General de la Seguridad Social, el año pasado en la provincia de Tarragona 530 trabajadores se acogieron a una excedencia por cuidado familiar. De ellos, 487 fueron mujeres (el 92%), frente a 43 hombres (el 8%). Las cifras hablan, además, de una tendencia en aumento; el año pasado se pedieron un 17,78% más de excedencias que en 2014.

En lo que se refiere estrictamente a los hijos pequeños, el peso sigue siendo también, mayoritariamente, femenino. El año pasado se gestionaron en la demarcación 4.796 prestaciones por maternidad.Esta prestación, con una cuantía que equivale al 100% del salario durante 16 semanas de permiso, la pueden disfrutar las madres en su totalidad o, una vez transcurridas las seis primeras semanas de descanso obligatorio, ceder el tiempo al padre. El número de quienes optaron por la segunda opción es casi anecdótico: el año pasado sólo 78 fueron percibidas por el padre, el 1,6%.

Una vez que se regresa al trabajo se acentúan las diferencias y las mujeres vuelven a ser las que tienen más empleos a tiempo parcial. De hecho, el año pasado el 72% de trabajadores que tenían una jornada de estas características eran mujeres.

Pero no hay que llamarse a engaño; las jornadas a tiempo parcial no son siempre elegidas. El 61,3% de las que trabaja en estas condiciones lo hace porque no ha encontrado un trabajo a jornada completa y sólo el 13,4% lo elige para cuidar de un familiar.

Un puzzle difícil de encajar

Justamente la hora de reorganizar la vida laboral después de un parto es uno de esos momentos críticos que causa tensión entre trabajadores y empresarios. Lo sabe bien Ana Pacheco, abogada, presidenta de la asociación prolactancia materna Do de pit y madre de cuatro hijos.

A ella acuden con más frecuencia de la que desearía madres que terminan recurriendo a un juez para que las empresas admitan su derecho a hacer una reducción de jornada o a elegir el turno en el que trabajar una vez hacen la reducción.

Muchas de las mujeres a las que ha defendido trabajan en el comercio, incluso en enseñas que en algún momento tuvieron una política de conciliación familiar modélica. Tampoco faltan muchas pequeñas empresas y hasta algún centro público de salud.

Admite, además, que no todas están dispuestas a un pleito legal por miedo a que las despidan.

Y advierte, las tensiones en el trabajo no acaban con el establecimiento de un horario o de la jornada. «Muchas madres que están dando el pecho son tratadas como marcianas por sus compañeros y compañeras cuando tienen que ausentarse para sacarse la leche. Se ve con mucha más naturalidad que alguien salga de la oficina para fumar», relata.

Una ‘realidad rebelde’

Dolors Comas, catedrática de Antropología Social y Cultural de la URV, advierte que el hecho de que las mujeres carguen con el peso de la conciliación es «una realidad rebelde» que no sólo se observa en el cuidado de los hijos, sino también de los mayores y dependientes.

Apunta Comas que con la crisis se «refamiliarizan» los cuidados porque hay más presión sobre las familias y menos inversión pública. «La administración ha sido muy débil a la hora de generar servicios para el cuidado de niños y mayores», dice.

Sucede, además, que, en términos generales, los hombres ganan más, por lo que si hay que renunciar a temas laborales suelen hacerlo ellas.

Inma Pastor, profesora de Sociologia y directora de l’Observatori de la Igualtat de la URV, coincide con ella: «Como la situación de las mujeres en el mercado de trabajo suele ser de mayor precariedad y vulnerabilidad, ellas suelen sentirse ‘empujadas’ tanto por su situación en el mercado como por presiones familiares o de pareja a dedicar su tiempo ‘a la familia’. La sociedad sigue viendo con buenos ojos a los hombres que dedican muchas horas al empleo y pocas al cuidado de los miembros de la familia, sean menores, mayores o dependientes».

Ella también cree que el impacto de la crisis ha sido muy negativo para la conciliación. «Muchas empresas siguen viendo a las mujeres como potenciales amas de casa y no como lo que realmente son, individuos con capacidades e intereses al mismo nivel que los hombres».

Para comenzar a cambiar las cosas, Comas apunta que el fenómeno tiene dos dimensiones. La primera es la de la «construcción social del género», esa que dice que las mujeres son mejores para cuidar de los demás, y la segunda es simplemente cuestión de oportunidades. «Mientras los hombres ganen más que las mujeres siempre serán ellas las que retrocedan en el campo laboral», señala.

En cuanto a políticas públicas, Comas está de acuerdo con la propuesta de ampliar el permiso de paternidad y hacerlo intransferible.Está demostrado, dice, por la experiencia de otros países, que los hombres que disfrutan de estos permisos se acaban involucrando más en la crianza.

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