La consellera Vergés viene a Tarragona en pleno divorcio entre Ayuntamiento y Salut

El alcalde Ballesteros no quiere  oír a hablar de nada más hasta que no estén programadas las inversiones para empezar a construir el nuevo Joan XXIII

12 septiembre 2018 09:31 | Actualizado a 25 septiembre 2018 11:36
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Lo de Tarragona con la gestión sanitaria parece no tener remedio. Es un divorcio en toda regla que ahora tiene la oportunidad de arreglarse, con el relevo de cargos. Esta semana, el Departament anunciaba oficialmente el nombre del máximo responsable sanitario en el Camp de Tarragona, el nuevo gerente Ramon Descarrega, quien sustituye a Roger Pla. Dicen que los cambios siempre son para bien. Ha llegado la hora de comprobarlo.

Lejos queda ya ese 8 de junio de 2017, cuando el entonces conseller de Salut, Toni Comín, entró en una sala del Hospital Joan XXIII, llena de periodistas, para anunciar el nuevo centro hospitalario. De eso ya hace un año y dos meses y la relación entre Tarragona y el Departament no ha mejorado. Y es que no hay novedades significativas sobre el futuro del hospital.

La situación en el Joan XXIII es preocupante, según explican los sindicatos y trabajadores. Aunque es cierto que el gobierno autonómico ha inyectado pequeñas cantidades económicas en los últimos años –como la UCI Pediátrica, la reforma de las urgencias, la nueva unidad de CMA, entre otras–, hay algunas partes del hospital, como por ejemplo la unidad de maternidad, que están en muy mal estado. 

El alcalde de Tarragona lo tiene muy claro. Ballesteros no quiere  oír a hablar de nada más hasta que no estén programadas las inversiones para empezar a construir el nuevo Joan XXIII. Así lo aseguró ante los medios hace unos días y así se lo hizo saber a la consellera de Salut, Alba Vergés, en una carta el pasado mes de julio. En la misiva, Ballesteros solicitó una reunión urgente para hablar de la situación y para proponerle trabajar de manera conjunta «en un plan estratégico que cuente con un consenso social, sanitario, administrativo, territorial y político». Actualmente, cada uno va a la suya. 

Ballesteros se muestra inflexible ante la idea de que el Joan XXIII debe ser el hospital de referencia del sur de Catalunya. Dicho de otra manera, al alcalde le preocupa que se llenen de servicios las  instalaciones del gran hospital Sant Joan de Reus. Por eso no le acaba de gustar la idea de crear un solo hospital con dos sedes. Cabe recordar que la mala relación entre el Ayuntamiento de Tarragona y la Generalitat viene de lejos, de la época Comín. En alguna ocasión, el exconseller había visitado la ciudad sin la presencia del alcalde. 

Otro de los elementos que evidencian el divorcio entre el Departament de Salut y la ciudad de Tarragona es la irrupción de una plataforma creada por un centenar de entidades –incluso partidos políticos–, que piden una sanidad pública de calidad y que surgió a partir de que se enviasen pacientes a hospitales de Barcelona para hacerse la prueba del PET –para diagnosticar el cáncer–, cuando existe un aparato similar en el Sant Joan de Reus. Por si no había suficiente, otra crisis de este verano fue el cierre temporal del acelerador lineal, ubicado en el antiguo hospital de Reus.

La lista de disgustos entre el sector sanitario va en aumento. Los sindicatos reclaman la recuperación del CUAP –centro de urgencias de atención primaria–, ya que hace unos siete años, el Departament decidió cerrar el de Les Muralles, el único en la ciudad de Tarragona. Recuperar las operaciones TAVI en el Joan XXIII y reducir las listas de espera para especialistas en los CAP, son otros puntos de la lista. Este viernes, la consellera de Salut, Alba Vergés, visitará Tarragona con algún anuncio bajo el brazo. Es el momento de unir fuerzas para presentarse con firmeza.

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