La cuesta de septiembre más dura ahoga a los hogares

Luz y gasolina por las nubes, inflación récord, vuelta al cole y más tributos. La ‘rentrée’ asfixia a los hogares y traba la recuperación

05 septiembre 2021 10:50 | Actualizado a 05 septiembre 2021 16:25
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Al reusense Pere Aluja septiembre le da la bienvenida con un ticket de 64 euros de material escolar de una de sus tres hijas. «Y esto no ha hecho más que empezar, es inaguantable, el peor año en mucho tiempo», denuncia él. Esa factura es solo la punta del iceberg de la cuesta de septiembre, una especie de tormenta perfecta donde se ha venido a juntar todo: esa vuelta al cole que ya hace que este mes se atragante, pero también una subida de precios generalizada, una tarifa eléctrica por las nubes, un coste disparado de los carburantes y hasta nuevos impuestos. «Este mes ya era complicado de por sí pero este año especialmente. Todo el mundo se escuda en la Covid-19 para explicar que se han encarecido los servicios, pero lo que está claro que a una familia numerosa como la nuestra lo pasa mal. Son muchos frentes abiertos», reconoce.

La familia, como si fuera una empresa o un ayuntamiento, anda estos días haciendo cuentas, intentando ajustar en las pocas partidas que lo permiten, como el ocio o las salidas. Hay dispendios difícilmente recortables: la gasolina para el coche en el viaje diario de Reus a Salou que hace su mujer para trabajar o los desplazamientos en tren de su hija, que empieza la universidad este año en Barcelona, hasta que encuentre alojamiento. «Antes con 50 euros llenabas todo el depósito, ahora tres cuartos. Estás perdiendo un 25% cada vez que repostas», se lamenta Pere.

El combustible ha alcanzado en Tarragona el precio más alto de los últimos siete años

Luego está la pesadilla doméstica de la luz, un puzle en sí mismo que trae de cabeza a los hogares. «Intentamos aprovechar las horas más baratas pero a la vez es algo que cuesta. La hora de la comida es la que es. Es verdad que intentamos aplazar la lavadora para los tramos más asequibles o que postergamos el lavavajillas, vamos lavando a mano para ir dejándolo y concentrarlo todo en un día».

«Nos da miedo todo lo que viene»

Otros ahorros vienen por el intercambio de libros escolares, que palían los apuros, pero solo en parte. «Nos dan miedo todos los gastos que nos vienen. Lo de la luz es una vergüenza, no dejamos de reivindicar alguna solución», explica Aluja, que es delegado en el Baix Camp de las familias numerosas. La escalada de precios tensiona la economía familiar tarraconense y encarece la cesta de la compra mucho más de lo que se revalorizan los sueldos.

La pandemia ha roto las cadenas logísticas de los suministros. La escasez aumenta los precios

Todo ello, además, en mitad de una economía aún precaria por el impacto de la pandemia. El IPC del mes de julio, el último que se tiene por provincias, refleja un incremento de los precios del 3,3% respecto al mismo periodo del año anterior, que también estuvo marcado por la Covid.

Ese dato resume bien el coste de los bienes cotidianos. Es uno de los incrementos más abultados de los últimos años, fundamentalmente debido a un tarifazo eléctrico que se ha trasladado al gasto de los hogares. El coste de la electricidad se percibe en el análisis provincial que realiza el INE. La factura por el concepto ‘electricidad, gas y otros combustibles’ es un 24% más cara que hace un año en Tarragona. En el acumulado en lo que va de año, el incremento ronda el 18%.

En ningún otro subgrupo de los 43 que analiza el INE se registra una subida de ese calibre, pero los aumentos también se han producido en otros ámbitos: el precio de los alimentos ha crecido un 1,3%, el de las bebidas no alcohólicas un 8%, el del calzado un 1,5% y el de los muebles un 6,4%. En menor proporción crecen en las comarcas tarraconenses los servicios de restauración y alojamiento o los suministros de agua y otros gastos vinculados a la vivienda.

El cierre de fábricas

El escenario es heredero directo de los estragos de la Covid-19, un desencadenante de factores que han venido a confluir para obstaculizar la recuperación. «Con la pandemia se han hecho cosas que nunca antes se habían acometido en la gestión de las economías, con confinamientos masivos, obligación de cierre de plantas, de factorías, de minas, de instalaciones fabriles y logísticas. Todo eso ha dislocado la producción y la logística de un gran número de materias primas y productos industriales que son elementos esenciales para la producción de productos de consumo», desgrana el economista Juan Gallardo, jefe del gabinete de estudios de la CEPTA.

Gallardo alude a la «teoría de las colas», habitual en economía, en la que «se congestionan los circuitos tanto, con una sobredemanda y reducción de oferta que crea escasez y, por lo tanto, aumento de precios». Es fácil verlo, por ejemplo, con el carburante. En Tarragona, la gasolina y el gasoil se han incrementado un 30% en el último año, alcanzando el máximo de tarifa en los últimos siete ejercicios, después de que el precio se desplomara al inicio de la emergencia sanitaria. «Cerrar un pozo de petróleo, cuando baja la demanda, es rápido. Pero abrirlo cuesta mucho, varios meses, donde hay que hacer también trámites administrativos. Muchas instalaciones se pararon y lleva un tiempo acondicionarlas. Tardas muchos meses en normalizar las cadenas de producción», alerta Gallardo, que cree que «esto se arreglará, pero nos va a llevar mucho tiempo, y notaremos las consecuencias también durante 2022». Esos cuellos de botella generados están provocando un crecimiento generalizado de los precios, que repercute en el consumo directamente y también en la materia prima. «Son consecuencias duras derivadas de las decisiones de los confinamientos que se han tomado y que han tenido mucho impacto», define Gallardo.

Hay cuellos de botella en la producción de algunas materias primas y eso eleva los costes

La inercia se ve especialmente con la falta de microchips, que está afectando gravemente a la industria de la automoción. «El sector del automóvil es uno de los grandes consumidores de semiconductores. ¿Qué ha sucedido? Que paró drásticamente la producción por el confinamiento y por la caída de la demanda. Las fábricas de esos semiconductores, de esos chips, buscaron en ese momento sectores que sí funcionaban, que sí siguieron en marcha, como la informática y la electrónica. Ahora la industria automovilística vuelve a estar en el mercado pero ya no tiene preferencia frente a esos nuevos clientes. De alguna manera, se ha ido a la cola».

Menos capacidad en los buques

A eso se añaden los problemas de distribución. «Todas las cadenas logísticas están afectadas. Hay una menor capacidad de carga en buques, porque hay menos que prestan servicios», dice Gallardo, que aclara: «Con la caída del comercio internacional, las líneas decidieron poner fuera de servicio a los buques más viejos. Ahora, con la recuperación de la demanda, falta espacio en los buques. Hay una sobrenecesidad de contenedores y se llega incluso a subastar los fletes en el barco. Traer un contenedor de China es diez veces más caro ahora que hace un año y medio».

La dinámica afecta a los países industrializados, pero muy distinto es el panorama de la electricidad, que perjudica con dureza a España, como indica Gallardo: «Estamos pagando un irracional y temerario proceso de descarbonización que se puso en marcha en los primeros años dos mil. Han crecido las renovables con el enorme coste de producción que conlleva, frente a las fuentes clásicas como nuclear, carbón y fuel. Y hemos cargado a la tarifa eléctrica los costes no tarifarios, peajes. Ha sido un cóctel brutal y no hay quien sepa salir de esta situación. Hemos empezado el proceso de descarbonización excesivamente rápido, con decisiones muy en clave política, cuando España tiene una situación de dependencia energética muy fuerte y tendríamos que haber sido más reflexivos».

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