La dimensión del incivismo se mide en un trocito de jardín de la Rambla Nova

TARRAGONA. Los de la Rambla Nova están mutando en unos más modernos y bonitos. ¿Quedará claro que no son meaderos de perro?

08 noviembre 2019 10:10 | Actualizado a 11 noviembre 2019 13:29
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A ver cuánto duran». Es lo único que se le ocurre responder, resignado, a uno de los jardineros que está trabajando en los parterres de la Rambla Nova, a la altura del colegio de las Teresianes, cuando le decimos que están quedando de lo más agradables de ver.

Y no, lo suyo no es pesimismo gratuito, sino la mismísima confirmación de una realidad: estos trocitos de jardín (de los pocos que hay en el centro de la ciudad) son la viva imagen de un incivismo persistente.

Es común ver como los dueños de mascotas los confunden con pipicanes y no respetan ni cuando se encuentran con el cartelito que anuncia «acabado de plantar». Tampoco es raro ver como se convierten, a la vez, en un bancos improvisados y en palco de honor para ver por igual los actos de Santa Tecla que los desfiles de Carnaval.

Una acción experimental

Desde la Brigada Municipal, que se encarga de la dirección de los trabajos que se están haciendo actualmente en la Rambla Nova, explican que «los parterres continuarán existiendo, pero en uno de los tramos se están instalando unas planchas de protección alrededor de los árboles. En su interior habrá plantas y flores que, de este modo, quedarán protegidas del paso de los perros y las personas. También se cambia el sistema de riego y se añade tierra a los parterres para que queden abombados y no sean planos como hasta ahora, con el mismo objetivo: dificultar que la gente y los animales los pisen».

Explican que se trata de una actuación experimental, que se hará en árboles alternos (uno sí y uno no). De momento, se está realizando en el tramo que va de la calle de Ixart a la calle de l’Assalt y solo en un lado de la Rambla.

La idea, señalan, es que si estas zonas se respetan, es decir, «si se consigue que la gente no atraviese el parterre para ir de la acera al centro de la Rambla Nova y que los perros no se suban en ellos y dejen sus excrementos, entonces este nuevo sistema de protección tendrá continuidad en otros tramos de la vía».

¿Proteger las plantas?

Y no será la primera vez que en la Rambla toca proteger el verde. Ya ha hecho falta poner un vallado alrededor de la estatua de Roger de Llúria para que las plantas que rodean su base pudieran sobrevivir. Ahora, alejadas de las pisadas, gozan de mejor salud.

Es especialmente sangrante en una ciudad donde el verde no abunda. A cada tarraconense le tocan, de media, cuatro metros cuadrados de zonas verdes, según el cálculo realizado por el buscador de alquileres vacacionales Holidu, tomando como punto de partida la base de datos de Open Street Maps. Los del buscador compararon la superficie de parques de las 38 principales ciudades de España y el número de habitantes. En el ranking resultante Tarragona ocupa el lugar 31 o, lo que es lo mismo, es la octava con menos superficie por vecino.

Valga recordar, además, que la ciudad se gasta la friolera de 2,6 millones de euros anuales en la mejora y mantenimiento de las zonas verdes de la ciudad.

¿Qué hacer? Tal vez para comenzar estaría bien hacer cumplir las normas. Por ejemplo: según la Ordenança sobre la Protecció, la Tinença i Venda d’Animals que entró en vigor el año pasado, está prohibido que los animales accedan a jardineras y parterres. Incumplir la norma acarrea una sanción de 500 euros.

Y, si no, por ingenuo que parezca, no estaría de más ‘adoptar’ uno de estos trocitos de tierra como si fuera uno de esos cuatro metros de zona verde que nos tocan por habitante... Lo dicho: a ver cuánto duran.

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