La feria Aquelarre de Tarragona recupera la esencia de los oficios olvidados

El mercado mágico estará instalado hasta hoy en el entorno de la Catedral. Hay casi un centenar de paradas de todo el Estado

10 marzo 2019 17:40 | Actualizado a 11 marzo 2019 20:08
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Mientras remueve las almendras en una olla de cobre con una mano, Ignacio Rodríguez da a probar sus productos a los transeúntes con la otra. Su parada, de productos garrapiñados, está continuamente rodeada de gente, en especial mayores. «Esta es una compra emocional», reconoce, «recuerdan cuando sus madres, sus abuelas, lo preparaban en casa».

Este artesano de Olite, Navarra, es uno de los cerca de cien que participan hasta hoy en la feria Aquelarre i Mercat Màgic que se inauguró el viernes y que permanecerá abierta hasta esta noche en Pla de la Seu y su entorno.

El recuerdo de lo natural

Sólo azúcar, agua y buenas almendras había en la cazuela de Rodríguez, pero la gente no perdía la pista de ese movimiento experto, del olor, del secado en la placa de mármol... Ese es uno de los valores que tienen ferias como está, poder recordar cómo se producía lo que comemos y usamos antes de que todo pudiera ser comprado en una gran superficie.

Otro ejemplo son Luis y Dani, dos panaderos de Barcelona que van de feria en feria con su horno de leña. Lo cuentan mientas siguen amasando, metiendo y sacando panes del horno sin parar. El suyo es de los productos que más han cambiado con los años a pesar de que sigue llegando cada día a la mesa. ¿Que cuál es la diferencia entre un pan de los suyos y las barras del supermercado? Difícil saber por dónde comenzar a enumerar. Lo primero son los ingredientes: «En nuestro caso sólo hay harina, agua, levadura y sal». Todo lo demás es tiempo y trabajo. Aquí no hay otros ingredientes químicos ni productos precocinados. «Y no sabemos cuánto vamos a vender, así que si sobran nos los comemos nosotros o los damos a los vecinos».

«A la gente le recuerda el pan que hacían las abuelas en el pueblo... Incluso muchos marroquíes nos dicen que es como el que hacían sus madres», cuentan. En la feria tampoco faltan un herrero, gente trabajando el cuero...

La perfumista y la magia

Otro de los valores de la feria es que los artesanos están dispuestos a hablar largo y tendido de cómo elaboran sus productos, como Griselda Figuerola, de L’Artesania de les Aromes, de la Selva del Camp, quien cuenta cómo elabora sus perfumes naturales con esencias de medio mundo, productos naturales, largos macerados, gemas y una paciencia infinita.

En su caso, como en muchos de los que encontramos en la feria, hay un sentido esotérico. Hay cristales, hierbas, inciensos, amuletos, varitas mágicas... Y otros servicios como una caseta para leer el tarot o un punto en el que describen la personalidad de la persona en base a su firma.

Francisco Vargas, uno de los organizadores, cuenta que en la feria participan, además de  artesanos catalanes, otros de Canarias, Andalucía, Galicia, Castilla y León, Navarra y País Vasco, entre otros. La idea es que el mercado se convierta en algo más que un cúmulo de puestos, que siempre haya actividades para todos, adultos y niños. Ayer por la tarde, por ejemplo, tuvo lugar una representación teatral creada especialmente para el evento y en la que participaron el actor Josep Maria Tuset y May Bas.

En días donde todavía flotan en el ambiente las consignas feministas, Vargas quiso recordar que las brujas tienen un papel muy importante en la feria (también tienen un cava con su nombre). «Ellas eran las guardianas del conocimiento, las científicas, las que sabían de medicina, las que controlaban los ciclos y decían cuándo había que sembrar...».  La feria, con su artesanía, sus brujas y su magia, acaba hoy.

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