La gripe española en Tarragona... Esto me suena

Un repaso a los diarios tarraconenses de 1918 realizado por la Hemeroteca habla de lavado de manos, mascarillas... Y de una epidemia que iba a ser ‘benigna’

10 mayo 2020 07:10 | Actualizado a 10 mayo 2020 11:30
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«La epidemia de gripe se extiende por Madrid de una manera tremenda, aunque afortunadamente se presenta con carácter benigno. Los casos se cuentan a millares. En los tranvías entre cobradores y conductores pasan de cien los atacados. En muchas oficinas apenas si concurre la mitad del personal». Si no fuera por la alusión al tranvía, sería fácil trazar paralelismos con los inicios de la pandemia del coronavirus en España; con los días cuando parecía algo de lo que no habría que preocuparse. 

Pero no, lo curioso del asunto es que aparecía publicada en el Diario de Tarragona el 24 de mayo de 1918. Era una de las primeras noticias sobre la enfermedad que invadió el planeta en un abrir y cerrar de ojos; la pandemia más devastadora de la historia hasta ahora.

Uno de cada cuatro habitantes de la Tierra resultó infectado y se calcula que pudo matar a más de 40 millones de personas, aunque otras estimaciones suben la mortalidad a los 100 millones.

La situación actual ha hecho que se vuelva a hablar de ella, pero vale la pena recordar que si bien algunos investigadores argumentan que el virus irrumpió en Francia en 1916 o en China en 1917, muchos estudiosos detectan el primer caso en la base militar de Fort Riley (EE UU) el 4 de marzo de 1918. Eso sí, quedó bautizada como ‘gripe española’ porque la prensa de España, a la sazón neutral en la I Guerra Mundial, habló sin tapujos de la pandemia.

Déjà vu en la Hemeroteca

La prensa, siempre la prensa. Recientemente la historiadora Maria Elena Virgili, directora de la Biblioteca Hemeroteca Municipal de Tarragona, se dio a la tarea de recopilar lo que decían los medios locales de la ciudad sobre aquella pandemia. El resultado de esa compilación puede verse en un artículo que firma con el periodista Enric García Jardí y que puede verse completo en la página de la hemeroteca (bibliotecahemeroteca.tarragona.cat).

Cuenta Virgili que una de las curiosidades con las que se encontró es que además de gripe o grip (en esos años había varios periódicos en catalán en la ciudad), muchos hablaban de ella como «la enfermedad reinante».

El 2 de octubre de 2018, cuando ya se sabía que no era tan benigna, el Diario de Tarragona reflejaba que la gripe atacaba «con preferencia a las personas débiles o que tengan resentido algún órgano; por esta razón los tuberculosos en primer término, los catarrosos, los enfermos del corazón, los diabéticos y todos los que padecen algún proceso crónico de entraña noble son sus víctimas, sobre todo, de entre los que son enfermos crónicos, los ancianos».

Ese mismo día, apuntan el periodista y la historiadora, se difundió un documento firmado por el alcalde de la ciudad, Josep Prat i Prats, que pedía a la gente que «evitara aglomeraciones», sobre todo en espacios cerrados, y se anunciaba la desinfección de aceras y establos. También pedía a los médicos que pusieran en conocimiento de las autoridades municipales si diagnosticaban un caso con el fin de aislar a los enfermos.

Cuando ya era más que evidente la gravedad de la pandemia, El Diario de Tarragona publicaba un artículo que recuerda al actual confinamiento. Decía que «a menos de aislarse por completo de las comarcas limítrofes o de los individuos vecinos, ningún país, como ningún individuo, pueden pretender hallarse al abrigo de la infección».

El Diario entonces, como el Diari de Tarragona hoy, daba cuenta de las cifras de fallecidos en base a lo que recogía el Registro Civil. El 29 de octubre se hablaba de 156 muertos por la gripe en la provincia; el 12 de noviembre ya eran 995, y el 24 de diciembre, 335.

El 20 de octubre se reclamaba la presencia de los feligreses en la misa de ocho de la Església de Sant Francesc para orar a San Antonio pidiendo protección.

No sabemos si aquella misa logró mucha concurrencia. Lo cierto es que en otras ciudades los oficios religiosos ayudaron a expandir la epidemia. Es el caso de  Zamora, una de las ciudades más afectadas y donde la mortalidad triplicaba a la del resto de España. Allí el obispo Antonio Álvaro y Ballano atribuyó la enfermedad al pecado y comenzó a organizar misas contra la gripe. En ellas, los fieles besaban las reliquias de San Roque, el patrón de las pestes. El índice de contagios se disparó. 

Lavado de manos y desinfección

Pero el confinamiento no era la única medida de prevención que nos recuerda a los tiempos de la Covid-19. Explica Virgili que en los diarios locales de la época también hablaban de la importancia de lavarse las manos con agua y jabón. Por entonces la Real Academia de Medicina de Barcelona también recomendaba el uso de mascarillas y velos entre las personas que debían estar en contacto con los enfermos. 

En lo que se refiere a los espacios comunes, la Junta Provincial de Sanidad exigía que se desinfectaran diariamente los carruajes que transportaban personas, así como coches fúnebres.

La desescalada

Aunque tal vez una de las cosas que más llamó la atención a Virgili fue la publicidad de la época, como aquella que rezaba «Para evitar el contagio de las enfermedades infecciosas, se recomienda la Cerveza Damm, embotellada y pasteurizada por la casa Blandinieres», una fábrica tarraconense donde se elaboraban gaseosas.

Algunas tiendas, además, se promocionaban como seguras frente al contagio porque una vez al día se limpiaban con Zotal, un desinfectante que todavía produce una empresa sevillana.

Recuerda Virgili que también encontraron noticias en las que se pedían médicos voluntarios para atender en las poblaciones más afectadas.
Cuando la epidemia fue remitiendo, también se hicieron evidentes las consecuencias sociales, a juzgar por todas las noticias sobre actividades caritativas y de beneficencia, advierte la historiadora.

Pese a todo, lo que hoy también sabemos es que casi misteriosamente la enfermedad desapareció en 1920. Puede que el fin de la I Guerra Mundial dejara de alentar los movimientos de tropas y limitara la propagación del virus. Por lo demás, el cese de la Gran Guerra atenuó en buena medida la desnutrición y la carestía de alimentos. Pudo acontecer, además, una inmunización natural de la población... No todo iban a ser malas noticias.

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