La herida del ladrillo 10 años después: aún quedan 12.000 viviendas por vender en Tarragona

Hace una década de la caída de Martinsa-Fadesa, icono del boom también en Tarragona. Abundan ‘esqueletos’ y pisos ya ‘invendibles’ 

16 junio 2018 15:22 | Actualizado a 19 junio 2018 18:24
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Es el legado de aquel frenesí loco del ladrillo: las decenas de promociones en toda la provincia que permanecen abandonadas, muchas de ellas arrinconadas en la maleza, en segunda o tercera línea de playa o en urbanizaciones alejadas, en lugares remotos donde en realidad nunca hubo demanda, y más ahora, diez años después del estallido de la burbuja. Sólo hay que quedarse con la estampa en un viaje por carretera para ver los miles de edificios que dejó el boom inmobiliario y que hoy en día siguen deshabitados y, en muchos casos, a medio construir. Una década después, esos proyectos continúan sin promotor y, en último término, sin comprador, degradando paisaje en tan clave efeméride. Este mes de junio se cumple una década de la quiebra de Martinsa-Fadesa. La caída de la promotora, algo así como un símbolo del boom, aceleró la crisis inmobiliaria y dejó un reguero de cadáveres urbanísticos, también en la provincia. 

Tarragona aún no ha absorbido la ingente cantidad de obra que floreció por todo el territorio, pero especialmente en Terres de l’Ebre, en el Baix Penedès y por extensión en todo el litoral. Las últimas cifras al respecto son de finales de 2017 y las aporta un informe de la Confederación Española de Asociaciones de Fabricantes de Productos de Construcción. En Tarragona quedan 11.966 viviendas nuevas sin habitar, herencia de los años efervescentes del tocho. Se trata de un número todavía abultado, a pesar de que se ha ido reduciendo a cada año, con esfuerzo, al amparo de los vaivenes económicos y el consumo familiar. 

En 2009, el acumulado de casas ascendía a 17.366. En los últimos ocho años, por lo tanto, se han logrado vender 5.400, la mitad de lo que todavía resta por colocar.  Es la cifra más baja desde 2007, según los datos de Fomento. Así, en el último año, el dato de este stock se redujo un 6% en la provincia, algo más que la estadística a nivel estatal, donde el descenso se quedó en un 5,6%. El stock durante los comienzos de la crisis se originó por el exceso de generación de oferta y el posterior deterioro de la demanda, alcanzando su máximo en 2009. 

¿Derruir si no hay comprador?

La burbuja explosionó, dejando tras de sí una numerosa bolsa de viviendas nuevas sin vender, a lo que sumó la oferta de pisos de segunda mano que pasaron a manos de bancos y se pusieron a la venta. La absorción de viviendas se produce de forma muy heterogénea. Así, Julián Cabanillas, desde Servihabitat, cree que en Catalunya continúa habiendo «zonas deprimidas, específicas y muy localizadas», en Lleida o en el sur de Tarragona.

¿Es posible que se vayan absorbiendo todas las casas edificadas durante el delirio del cemento?

«Va a depender de la ubicación pero también del precio y de la financiación», cuenta el economista tarraconense Rafael Muñoz, del gabinete de estudios de la Cepta. «En Irlanda, los inmuebles que no se venden se acaban demoliendo. A lo mejor aquí habrá que hacer lo mismo algún día», añade Muñoz, que distingue casuísticas distintas en función del lugar: «En el Delta se construyó pensando en un aumento de ese lugar como polo turístico, hacia el sur. Tanto ahí como en el Baix Penedès, donde hubo un monocultivo de la construcción que ahora ha provocado ese alto índice de paro, será difícil que se venda. Puede haber viviendas irrecuperables». 

Altafulla, Torredembarra, Creixell o El Vendrell forman parte de ese grupo de municipios donde se generó mucho suelo, se urbanizó, se acabó construyendo pero esas casas nunca encontraron comprador. «En las zonas turísticas las promociones quizás se puedan reconvertir en apartamentos», cuenta Muñoz. Mucho más complicado es el futuro del ladrillo levantado en tierras ebrenses, con el descomunal ‘esqueleto’ del Mirador del Ebro, en L’Aldea, como icono aciago, impulsado en su momento por Martinsa-Fadesa.

A buen seguro habrá promociones irrecuperables, incluso aunque se dé una recuperación económica definitiva y una resurrección del sector de la construcción, que en la provincia muestra señales positivas. En esa línea opina también Diego Reyes, presidente de la asociación de promotores del Tarragonès: «Las promociones vacías no son una tendencia generalizada, sino que se trata de un stock muy localizado geográficamente, en el interior y en la zona del Delta, pero que no está en línea de demanda». Ahí se encuentran, por ejemplo, viviendas vacías (y a veces inacabadas) en lugares como La Canonja, Constantí, La Pobla de Mafumet, El Morell y El Catllar. «Si en Tarragona no se construye, en esos municipios cercanos se puede ir absorbiendo esa cantidad de vivienda, aunque depende del precio, que va a ser uno de los factores clave», agrega Muñoz. 

Desde el portal Idealista la lectura es también contundente y muy pesimista: «En plena burbuja se construía de forma desmesurada en lugares donde no había una demanda. Hablamos de promociones en tercera y cuarta línea de playa. Puede haber incluso producto que sea invendible». 

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