La mejor vida para las palas de pádel

Idea redonda. Alumnos de educación especial de la Escola Solc aprenden a reciclar raquetas que luego donan a entidades sociales

14 junio 2019 09:19 | Actualizado a 14 junio 2019 09:47
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‘Reparar’ es de esos verbos que se usan cada vez menos; también en el mundo del pádel. Las palas que se estropean suelen acabar en la basura y pocos piensan en darles una segunda oportunidad.

Pero las cosas comienzan a cambiar. Hace ya casi dos años que la asociación Pàdel amb tu se dedicó a instalar contenedores en los clubes y lugares donde se practica este deporte para que, quien lo quiera, coloque allí sus palas con el objetivo de reciclarlas.

Y sí, las raquetas se reparan y tienen una nueva vida. «De esta manera también evitamos la contaminación, porque las palas están hechas de fibras que no se degradan», explica Albert Coscollola, de la asociación.

Aunque las palas se ocupan, además, de crear nuevas oportunidades, esta vez para las personas. Lo saben bien los alumnos de la escuela de educación especial Solc.
A través del proyecto Pales Solidàries, la entidad se ha encargado de habilitar un taller con todo lo necesario para reparar las palas. Los alumnos de Solc pasan por él dos veces a la semana.

Además se cuida el medioambiente, las palas son de materiales no degradables

Con la guía de monitores del Institut Cal·lípolis, la entidad y de su propia escuela, los jóvenes (ocho este curso escolar) aprenden todo el proceso. Hay carteles con el nombre y la foto de cada herramienta necesaria, procesos detallados paso por paso (28 en total) normas de seguridad... Los chicos están orgullosos de haberlo aprendido todo a la perfección.

La otra satisfacción llega cuando hay que entregar las palas a sus nuevos dueños. De nuevo aparecen segundas oportunidades. Las raquetas reparadas se entregan a entidades sociales, que atienden por ejemplo a personas con enfermedad mental o con problemas de adicciones.

Alumnos excelentes

Ayer era un día especial, tocaba entregar los diplomas de rigor a los alumnos participantes. Uno de sus monitores les reconocía que habían sido «unos alumnos excelentes, con unas ganas y un talante impecables. Las notas lo demuestran todo, y si no es un 10 es un 11».

Era un agradecimiento de ida y vuelta. Anna, una de las alumnas, explicaba que «hemos aprendido mucho, los monitores son unos cracks. Estamos muy agradecidos».

Era, además, un momento emotivo, porque algunos de los alumnos dejarán la escuela el curso que viene. Anna será uno de ellos; el curso que viene estudiará un grado de FP adaptada en Olot. Asegura, no obstante, que no olvidará la escuela... Ni el proyecto de las palas, ha sido su primer trabajo. 

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