La normalidad, la otra cara de la huelga feminista

La huelga toma con fuerza las calles y las aulas pero pasa desapercibida en los comercios, mercados y grandes empresas de la provincia

09 marzo 2018 09:11 | Actualizado a 09 marzo 2018 09:26
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La conversación en una cafetería de Prat de la Riba empezó de la siguiente manera: «Felicidades en el Día de la Mujer», deseó un cliente a la camarera, quien agradeció la felicitación.

Él insistió: «Hoy no trabajes tanto», y ella respondió: «Ojalá, pero no creo que pueda ser». Él volvió a insistir: «Cuando llegues a casa que te lo hagan todo». Ella respondió con una media sonrisa. 

Ayer fue un día más para muchas mujeres. En el Mercat Central los clientes compraban ajenos a la huelga feminista. Elisa Alegre lleva más de tres décadas al frente de Fruites Elisa y como un día cualquiera abrió el negocio

. «Me enteré de la huelga el miércoles por la tarde, porque he estado unos días de vacaciones», explicaba la paradista. Con las siguientes palabras defendía la convocatoria: «Me parece muy bien salir a la calle para reclamar que hombres y mujeres cobremos lo mismo».

Verónica G.M. seguía trabajando en la parada Casa Pladevall mientras contestaba las preguntas. «No me planteé hacer huelga», aseguraba convencida de que «todas las mujeres que han decidido trabajar lo han hecho porque no se pueden permitir que se lo descuenten del salario». 

Nueve de cada diez alumnos en secundaria y bachillerato no acudieron a clase

Por los pasillos del Mercat Central caminaba con soltura Lola Estivill a sus 83 años. Su opinión respecto a la huelga no dejaba lugar a mal entendidos: «No confío en las huelgas, porque después todo sigue igual», afirmaba.

Pero con los años ha aprendido que la esperanza es lo último que se pierde. Núria lo puede decir más alto pero no más claro: «Pago mis impuestos con lo que gano, igual que cualquier hombre».

Recordaba tiempos pasados en los que «para tener un número de cuenta la directora de la empresa donde trabajaba tuvo que firmarme un papel; mientras que muchas mujeres necesitaban la firma de su marido si estaban casadas». Maria Jesús fue a trabajar también como un día cualquiera.

Opinaba que «ojalá sirva de algo, pero no lo creo». Abandonó el pesimismo para hacer balance de los logros conseguidos en la igualdad de las tareas del hogar. «En mi casa repartimos el trabajo entre todos», explicaba. 

Seguir con la lucha

«No tengo tiempo», «Tengo mucha prisa», «Me tengo que ir para casa». Fueron algunos de los pretextos que los pocos hombres que había en el Mercat Central utilizaron para esquivar dar su opinión sobre la huelga feminista. 

Quien sí se atrevió a dedicar unos minutos, sin dar su nombre, aseguró que «me parece bien la huelga, lo que veo difícil es que los políticos hagan algo».

Aunque también se le escapó el siguiente comentario: «Todavía hay muchos empleos en los que no se ve a ninguna mujer y sí a muchos hombres». Replicado sobre cuáles esquivó dar una respuesta. 

Antonio ‘El Maño’ aseguraba que «no veo mal que se convoque una huelga, pero al final son los trabajadores los que asumen las consecuencias. Los ricos siempre ganan y los pobres siempre pierden», en la que para él es «una la lucha de todos».  

La huelga entre los jóvenes

En el Institut Salvador Vilaseca de Reus no es una mañana cualquiera. Los pasillos se ven vacíos y en las aulas no se oye el algarabío habitual. Algunas profesoras que aseguraban no haber podido secundar la huelga manifestaban que su voluntad era abordar en las clases el debate sobre la igualdad entre hombres y mujeres.

Precisamente, en los centros educativos fue donde más incidencia tuvo la huelga. Según datos de los sindicatos, nueve de cada diez alumnos no fueron a clase. En el profesorado la cifra se reduce a un 10%, y tiene un desigual repartimiento entre los centros de las grandes ciudades y de los pequeños pueblos.

Son datos del sindicato USTEC, tras un muestreo en una cuarentena de centros educativos de la provincia. En la universidad los datos se reducen considerablemente. Según la URV, el 60% de los estudiantes secundaron la huelga.

En el caso del personal administrativo y de servicios la cifra se situó alrededor del 16% y en los profesores y entre el personal investigador, no superó el 3%. 

En la Facultad de Ciencias de la Salud hablamos con Clàudia y Núria. Dicen que no han podido hacer huelga porque un profesor había programado una práctica a la que no podían faltar. «Creo que es injusto que no pueda manifestarme», decía Núria. 

Clàudia decía que «hay universidades donde hacen clase pero donde los profesores no pasan lista. A nosotros nos han programado una práctica que realmente hubiéramos podido hacer cualquier otro día». Las dos decidieron aprovechar el día y quedarse a estudiar en la biblioteca. «En un par de semanas empiezan los parciales», decía Núria.

En la misma facultad se encontraba Cristina, profesora del grado de Nutrición Humana y Dietética. Ayer no tenía clase y decía tener la intención de acudir a la manifestación. «Quiero que el día de mañana nuestras hijas puedan tener la igualdad que nosotras no hemos tenido», apuntó, mientras salía camino de la concentración. 

Aparente normalidad

En los centros comerciales la mañana fue ajetreada. En La Fira Centre Comercial de Reus hubo gran asistencia de mujeres en sus puestos de trabajo.

Para muchas de las dependientas preguntadas, era un «día normal», por eso, «la mayoría de las compañeras han venido». Por otra parte, hubo otras trabajadoras que consideraron que la verdadera reivindicación era «presentarse en el lugar de trabajo». «Un parón laboral no significa que seas más o menos trabajadora. Lo que sí que haremos, será dedicarnos algo más de tiempo al salir de trabajar», explicaba la encargada de Women’s Secret, Patricia Torre.

Por su parte, una dependienta de Sweet & Cool, afirmaba que «no se lo planteé a la empresa por querer cumplir en el trabajo. Entendemos que secundar la huelga hace que se note la ausencia de la trabajadora». Los servicios mínimos limitaron la incidencia de la huelga en los hospitales.

En algunos  hubo concentraciones a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. De la misma forma se expresaron muchos trabajadores de las empresas ubicadas en los polígonos industriales.

Es el caso de Repsol, por ejemplo, donde se concentraron a las puertas de la compañía. Allí solamente 21 trabajadores hicieron huelga entre la planta de refinería y la de química. 

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