La panadería centenaria: El tarraconense que soñaba con panes

Comercio. Jordi Andreu recibió el distintivo de la Generalitat que le reconoce como negocio centenario. El pan con agua de mar o de algas, algunas de sus especialidades

10 octubre 2018 19:26 | Actualizado a 12 octubre 2018 10:24
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Temas:

Jordi Andreu explica que algunas de sus mejores recetas han nacido en la cama. Las soñaba y tenía que levantarse para bajar al obrador y hacerlas realidad. Y día tras día el catálogo de especialidades de este panadero se ha ido incrementando hasta contar con más de 150 tipologías distintas de panes en su portafolio.

Andreu es la cuarta generación de la panadería Jordi Andreu, un negocio fundado en 1902 y que el pasado miércoles recibió de manos del presidente de la Generalitat, Quim Torra, el distintivo de establecimiento centenario. El reconocimiento llega tarde. Hace dieciséis años que este comercio llegó al siglo de vida. «No sabemos por qué llega ahora. Pero tampoco me preocupa», argumenta el empresario. 

El establecimiento ubicado en el número 21 de la calle Lleida mantiene la esencia de la empresa que impulsó Josep Andreu Andreu, bisabuelo del actual propietario. De hecho, la actividad nació en la calle Unió, en los bajos de la casa en la que vivió el General Prim. La historia de esta panadería es una muestra de algunos de los momentos más trágicos que ha vivido esta ciudad en el último siglo. El obrador inicial fue destruido por una bomba de la Guerra Civil. Después el abuelo, Jaume Andreu i Solé, recuperó la actividad en la calle Lleida, mientras que su hermano, Josep Andreu, abrió una segunda tienda en la calle Apodaca. 

Han pasado los años. Sin embargo, Jordi Andreu aún conserva los tiquets de racionamiento que pasada la guerra utilizaban los tarraconenses para obtener el pan. «El abuelo había sido prisionero de guerra y un día vinieron, dejaron la pistola encima del mostrador y le dijeron que debía hacer 500 kilos de pan al día para cubrir las cartillas», recuerda. Para poder dar respuesta a esa demanda tuvo que comprarse el horno de piedra que aún se utiliza. Inicialmente funcionaba con leña, más tarde con fuel y actualmente con gas ciudad. 

Este artesano es panadero hasta la médula. «Es un sentimiento que no se puede explicar. Quieres lo que haces. Yo moriría por mi oficio», afirma con rotundidad. Explica que cada día, cuando baja al obrador para amasar el pan, «es como el primer enamoramiento. Se te pone la piel de gallina».

Andreu pasó su juventud fuera, estudiando y trabajando por toda la provincia. De hecho, estudió mecánica. Sus planes no encajaban con los del padre. «Quería hacer cosas nuevas y no nos poníamos de acuerdo», confiesa. Hace una década que la cuarta generación de esta familia se ponía a la cabeza del negocio y Andreu se ha dado cuenta de que todas esas cosas que le repetía su progenitor no eran palabras vacías.

«Tenía toda la razón. Debemos volver atrás. Volver a ser una red de comercio de mercado, con una relación próxima con el cliente, que en todo momento debe saber qué estás vendiendo y cómo lo haces», explica. El goteo de clientes no cesa de entrar, mientras se produce la entrevista en la tienda. A pesar de que los principales vendedores de pan ahora son las gasolineras y los supermercados, en este obrador se producen aún unos 350 kilos de harina al día. El secreto: la combinación de tradición e innovación. «Me encanta probar. Permanentemente estoy creando», afirma un artesano que argumenta que «me considero un artista». En 2009 empezó con el pan ecológico, más tarde inventó el pan marino, con agua de mar. «Quería hacer algo sano, sin necesidad de poner sal, así que le pedí a mi cuñado que tiene un barco que me trajera agua», explica. 

Este emprendedor afirma que puede disfrutarse tanto comiendo una rebanada de pan como bebiendo una copa de vino. «Busco constantemente cosas que no se hayan visto para generar sensaciones nuevas a la gente», describe. Fue pionero en España en utilizar algas y una de las últimas novedades es el pan de kéfir de cabra con manzana o de tritordeum con krispies. 

Cuando empieza el frío la creatividad aumenta. Comienza el periodo del año en el que se consume más pan y Andreu, que también es el presidente del Gremi de Forners del Tarragonès, seguirá innovando para potenciar una actividad que «es mi vida». «No me gustaría que la ciudad de Tarragona se quedara sin ningún panadero», añade a modo de conclusión.

Comentarios
Multimedia Diari