La pandemia dispara en Tarragona la adicción a las pantallas

Psicólogos tarraconenses notan un mayor abuso de dispositivos digitales sobre todo de jóvenes a raíz de los confinamientos

29 agosto 2021 07:30 | Actualizado a 30 agosto 2021 05:40
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«La pandemia ha hecho que las nuevas tecnologías ganen terreno. Se han convertido en una herramienta útil pero hay que enfocarlas como una situación temporal. Las pantallas, sobre todo en lo personal, eran un sustituto momentáneo. En la medida en que se pueda hay que ir retomando los contactos en vivo», asume Jaume Descarrega, vocal del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, psicólogo en el Hospital Sant Joan de Reus y profesor en la URV. «Han sido un recurso bueno, pero, como todo, hay que saber utilizarlas en su justa medida y aprender a diversificar. Estar muchas horas ante pantallas es perjudicial porque tienen un componente adictivo», agrega.

Diversas consultas de psicólogos admiten un incremento de estas adicciones a la tecnología, que ya eran un problema antes de la emergencia sanitaria pero que ahora incluso se han intensificado. Los móviles y las pantallas en general, además del juego on line, han sido durante muchas épocas la única conexión con el exterior y, en algunos casos, se han convertido también en un arma para combatir el aislamiento. La adicción no siempre es un motivo de consulta pero sí acaba apareciendo. «El móvil ha penetrado en la sociedad como un vehículo más. La gente no piensa que tenga una adicción y no viene a pedir ayuda, pero luego sí que acaba saliendo», cuenta el psicólogo tarraconense Juan Pedro Pérez, que admite el impacto de la pandemia: «Ha aumentado el tiempo de uso de internet y de redes sociales porque esa ha sido la única ventana de los jóvenes con el mundo. Cuando profundizas en la situación, ves que ese incremento del uso condiciona».

«Más consumo tecnológico»

El reciente Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones establece en su encuesta, que recoge los efectos de la pandemia, que «el 68,9% aumentó el uso de internet por diversión durante el confinamiento». Este informe del Ministerio de Sanidad añade que «las medidas impuestas para el control de la epidemia han tenido un impacto sobre los consumidores de sustancias psicoactivas que, en términos generales, han cesado o reducido su consumo, si bien el consumo tecnológico se habría visto incrementado».

Se ha diagnosticado «un aumento tanto en la frecuencia de uso de videojuegos como en la frecuencia de uso de internet» y se han identificado una serie de segmentos más vulnerables a las consecuencias de aislamiento, entre los que se encuentran los menores y los adolescentes. Más datos: casi el 100% de los jóvenes hasta 24 años se conectan a internet por diversión, y hay un aumento significativo del número de horas dedicado a esta actividad: 2,5 horas antes de la pandemia y 3,5 horas actualmente. El caldo de cultivo tiene dos factores clave: una generación muy tecnológica y confinamientos en los que la red era imprescindible no solo para mantener el contacto con el entorno sino también para estudiar.

Myriam Aberasturi, psicóloga en Tarragona, también ha percibido la tendencia. «A veces es difícil diferenciar entre consumo excesivo y abuso, que es ya cuando hablamos de comportamientos adictivos, que afectan a la funcionalidad diaria. Lo hemos notado en la pandemia. Por un lado, estás mucho más tiempo en casa y, además, las personas se han sentido más solas, se incrementa ese sentimiento de soledad y se busca más refugio en el móvil».

El móvil o la tablet ha sido la única conexión con la realidad en muchos momentos

Tampoco los jóvenes escapan de esas sensaciones: «He notado que estudiantes universitarios se han sentido mucho más solos y desmotivados. Ha afectado el hecho de no ir a clase, lo que ha derivado en un uso mucho más excesivo del móvil, estando más en los chats, más distraídos, y eso de cara al estudio es peligroso porque dificulta la concentración». Aberasturi ha percibido perturbaciones por las pantallas «incluso a la hora de dormir, lo que dificulta coger buenos hábitos de sueño». No ha ayudado ni el teletrabajo ni la teleeducación. «Como tienes que utilizar tanto ese dispositivo, luego es difícil dejarlo. A los mayores, por ejemplo, les costaba desvincularse».

Varios psicólogos admiten que han detectado más uso de webs y app de citas –a pesar de que no se podía llevar a cabo durante mucho tiempo el encuentro presencial– y también una mayor frecuentación de páginas para adultos. «Hemos visto cómo se han generado más adicciones sexuales, por ejemplo a contenidos pornográficos», detecta Aberasturi. A su vez, no ha parado de crecer la dependencia de los estímulos que generan las redes. «Hay mucha gente joven muy pendiente de la aceptación que ellos tienen en redes. Son personas que se han enganchado mucho y están pendientes de los likes, de la respuesta. La autoestima depende mucho de eso», cuenta Aberasturi.

«Ha habido un incremento»

Enriqueta López, psicóloga infantil y juvenil, cree que con la irrupción de la pandemia «de un momento a otro se nos interrumpió toda la vida, todas las relaciones», y matiza: «Perdimos el yo-tú a nivel personal y con las pantallas accedes a una relación muy directa, pero, si había una adicción, ahora se ha incrementado, porque el móvil o el ordenador han sustituido a la relación personal con otra virtual. He notado, por ejemplo, que se nos ha roto mucho el ritmo de sueño, no solo en jóvenes y preadolescentes, sino también en adultos».

Lo más recomendable es atajar el problema cuanto antes, ya desde niños, y hacerlo con una herramienta general. «Es muy difícil de controlar y es duro de trabajar, porque va a generar conflictos, porque casi nunca los padres dan ejemplo y el adolescente no lo va a entender. Por eso hay que apostar por la educación, para saber cómo usarlo como una herramienta correcta. No podemos prescindir del uso de las redes sociales», cuenta Juan Pedro Pérez. «Hay que busca espacios y momentos de desconexión durante el día. Si un padre tiene que trabajar y estar conectado, tiene que quedar claro que estamos ante una herramienta de trabajo, pero a partir de ahí, se acaba», indica Descarrega. Myriam Aberasturi cree que el primer paso es «generar conciencia del problema de este uso excesivo y a partir de ahí empezar a generar hábitos más sanos, para mejorar la motivación. Se tiene que ir recuperando el contacto humano dentro de lo posible».

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