La pandemia hace bajar el número de solicitudes de asilo pero solo el 5% se acepta

En 2020 Creu Roja atendió en viviendas de la ciudad a 149 personas refugiadas, la mayoría de países latinoamericanos. Llegaron menos debido a las restricciones de la movilidad

25 junio 2021 18:10 | Actualizado a 26 junio 2021 05:55
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Pese a la idea que ronda el imaginario colectivo, la mayoría de personas solicitantes de asilo que viven en Tarragona, no son de Siria. «Las ha habido, pero ahora no es el caso. Quienes salen de Siria están en Grecia o Turquía y el famoso reparto entre países no se está haciendo», nos ubica Emma Pérez Pla, coordinadora del programa de refugiados de Creu Roja en Tarragona. Por contra, el mayor número proviene de países latinoamericanos, en especial Venezuela, Colombia y Honduras.

Creu Roja gestiona en la demarcación de Tarragona el programa de asilo del Ministerio de Inclusión Social y Migraciones. El año pasado atendieron a 149 personas en las 41 plazas que hay en la provincia, la mayoría de las cuales está en la ciudad de Tarragona.

Después de unos años de crecimiento, las restricciones de movilidad que impuso la pandemia en el mundo hicieron que el número de personas que solicitan asilo bajara un 25% en el conjunto del Estado respecto al año anterior. Se trata de personas cuyas vidas corren peligro debido a sus opiniones, religión, grupo étnico, por pertenecer a un grupo social determinado...

La mayoría se deniega

La otra consecuencia del estado de alarma fue que la bajada en el número de personas que podían viajar ayudó a descongestionar el sistema que estaba muy colapsado. Se han resuelto muchas solicitudes, aunque solo en el 5% de los casos la respuesta ha sido favorable. Desde la entidad advierten de que se trata de un porcentaje muy por debajo de la media europea. En Francia, por ejemplo, se resuelven favorablemente en 22% de los expedientes, en Italia el 23% y en Alemania el 44%.

Por su experiencia Pérez Pla, explica que las propias circunstancias y la premura con que las personas salen huyendo de sus países complican que muchas puedan tener pruebas suficientes cuando llegan a hacer el trámite ante la policía. En este sentido la entidad también les presta asesoría jurídica para enfrentarse a un proceso que es complejo.

La técnica explica que, pese a que desde el verano prácticamente casi todo son denegaciones, «en el fondo nadie piensa que su caso va a salir que no». La respuesta, aunque cabe recurso, suele ser un mazazo para las personas, pero también para los técnicos y voluntarios que trabajan con ellos les acompañan porque se invierten mucho tiempo y esfuerzos.

Después de la denegación los solicitantes se quedan en situación irregular y pierden el NIE (número de identificación de extranjeros). No obstante después de ello la mayoría se queda en España porque volver a su país no es una opción.

Hasta 18 meses para adaptarse

Es el ministerio el que decide qué personas entran en el programa. Así, entre quienes viven en Tarragona hay solicitantes pudieron presentar directamente aquí su solicitud ante la policía o que llegaron a otras partes del Estado y luego fueron reubicadas. En el caso de los latinoamericanos la mayoría viaja como turista y, al llegar van a la policía.

Las personas que entran al programa tienen derecho a una acogida residencial por un periodo inicial de seis meses, ampliable a 18 mientras no se resuelva su solicitud de asilo.

Desde el programa en Tarragona se trabaja especialmente con familias, eso sí, de perfiles de lo más variados: monoparentales, parejas, familias numerosas...

El programa consta de varias fases que cubren desde la primera acogida hasta la fase de preparación para la vida autónoma, donde se acompaña en la inserción laboral y social más intensamente.

El itinerario es personalizado y se cuenta con diferentes figuras: trabajadoras sociales, educadores sociales, un psicólogo, una abogada y una técnica en inserción laboral.

Objetivo: empleo

Durante los primeros seis meses el permiso solo es de residencia, pero a partir de entonces las familias pueden vivir en un piso aparte y trabajar.

Se dedica mucho esfuerzo a mejorar sus posibilidades de conseguir un empleo, para lo cual cuentan también con la colaboración de empresas y entidades. No obstante, depende mucho de la formación previa de las personas (de que puedan homologar sus títulos si los tienen) y de si tienen que aprender el idioma. En estos últimos casos, reconoce Pérez Pla, el plazo que tienen para trabajar con ellos se queda corto.

Durante todo el proceso también se les ofrece asistencia psicológica «vienen afectados, con historias muy duras, pero hay quien quiere tratarlo y quien no», apunta.

Como los servicios de inserción e integración de las personas refugiadas fueron considerados esenciales continuaron trabajando incluso durante el estado de alarma. Las consultas psicológicas, por ejemplo, se trasladaron a un formato virtual.

Se trabaja la integración en todos los aspectos, desde el idioma hasta el ocio y el tiempo libre, para lo cual cuentan con la colaboración de entidades como las collas castelleras de la ciudad o los esplais. Es por ello que, además de los técnicos, recuerdan que siempre se necesitan voluntarios para ayudar en la adaptación al entorno.

Pese a las denegaciones y de que muchas personas cuando se acaban las ayudas quedan en situación de vulnerabilidad, la mayoría se queda en Tarragona, «porque en la ciudad se han sentido acogidos», asegura.

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