La pesadilla de los vecinos: un piso convertido en palomar

Excrementos, huevos de palomas, aves muertas, insectos, mal olor... Así viven desde hace cuatro años en un bloque de la Rambla Ponent. La vivienda es propiedad de un banco

13 abril 2021 19:20 | Actualizado a 14 abril 2021 05:36
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Los vecinos de un bloque de Campclar llevan cuatro años viviendo una autentica pesadilla. El motivo es un piso vacío que hay en un edificio, ubicado en la Rambla Ponent y propiedad de una entidad bancaria. Hasta hace dos semanas, los vecinos solo sabían que, a través de las ventanas, entraban y salían las palomas sin parar. Pero hace unos días, accedieron a la vivienda y sus peores presagios acabaron cumpliéndose. El piso en cuestión se ha convertido en un palomar, lleno de excrementos, de huevos de palomas, de aves muertas y de insectos de todo tipo. El mal olor en el edificio es ya inaguantable y los vecinos se sienten impotentes tras cuatro años de lucha, reclamando soluciones a la entidad bancaria.

Todo comenzó en octubre de 2017, cuando la presidenta de la comunidad –Rambla Ponent, bloque 4–, se ponía en contacto con la entidad bancaria, InmoCaixa, alertando de un posible caso de ocupación en un piso de su propiedad, –el quinto C–. «Al día siguiente, vinieron los del banco y cambiaron la cerradura», explica Montse Lorenzo, presidenta de la comunidad. Pero se dejaron abierto el graven de la cocina. «Al cabo de unos días, sentados en la plaza, nos dimos cuenta de que entraban y salían palomas a través de esa ventana», explica Lorenzo, quien añade que «un vecino nos alertaba de que podían estar formando nidos porque oía jaleo». La comunidad enviaba entonces el primer correo informando de la situación. Era finales de 2017.

Según los vecinos, la entidad bancaria nunca les ha hecho caso. En 2018, un temporal abría otra de las ventanas del piso. «Entonces ya fue el novamás. La Catedral del Mar para las palomas», explica Lorenzo. Y así fueron pasando los meses y los años.

Los vecinos más afectados son, sin duda, los del mismo rellano, los del piso de arriba y el de abajo. «Si yo, que vivo en el tercero, no paro de oír el ruido de las palomas, imaginaos los que están en el mismo rellano. Eso es una tortura», relata Lorenzo, quien añade que «el del piso de abajo todo el rato está escuchando los pasos de las aves, y al de arriba le sube el mal olor». Hace unos meses, una vecina pidió permiso a la comunidad para poner silicona a la puerta del piso en cuestión. «Por supuesto que le dimos autorización. Salían plumas de paloma, bichos de todo tipo y un olor horroroso», comenta la presidenta.

Tras un sinfín de llamadas sin respuesta exitosa, el pasado 6 de marzo de 2020, Lorenzo se ponía en contacto con la entidad bancaria alertando de un intento de ocupación en el piso-palomar. «Vino un trabajador, comprobó, sin abrir la puerta, que en el interior de la vivienda no había nadie, cambió el bombín y se fue», explica la presidenta. Entonces llegó la pandemia y el confinamiento.

Conscientes de lo que hay

En junio del año pasado, los vecinos volvieron a la carga. Se presentaron al OMAC, pero tampoco les solucionaron nada. Según la comunidad, la entidad bancaria utilizaba varias excusas para no acceder a la vivienda, como que no tenían llave del portal. «Se demostró que eso no era problema, ya que, en octubre del año pasado, entraron al bloque porque otro de los pisos de su propiedad había sufrido una inundación», explica Lorenzo. La situación es desesperante.

Todo dio un vuelco a principios de marzo de este año. Loli Montano, una vecina del bloque, estaba convaleciente por una operación. «No tenía nada más qué hacer. Así que durante quince días estuve llamando a la entidad bancaria, mañana, tarde y noche, sin tregua», explica Montano. Y sus actitud insistente surgió efecto.

El pasado 30 de marzo, un operario de InmoCaixa llegaba al bloque en cuestión. Los vecinos, quienes oyeron ruido, subieron a ver qué pasaba. «El hombre no llevaba ni herramientas para abrir la puerta del piso-palomar. Un vecino carpintero tuvo que ayudarle», explica Lorenzo. Cuando por fin pudieron acceder, no se podían creer lo que estaban viendo. El suelo del piso apenas se veía por la gran cantidad de excrementos que había. Decenas de palomas muertas y centenares de vivas, nidos y huevas de aves, cucarachas, pulgas y un tufo insufrible. Los vecinos temblaban al constatar la suciedad con la que convivían desde hacía cuatro años. «Abrió todas las ventanas, cambió el bombín y dijo que ya vendría a limpiar. Le pedimos que también desinfectase la zona», explica Montano. Ya han pasado quince días y todo sigue igual de mal.

La situación se ha vuelto insostenible para estos vecinos. «No podemos abrir ni un solo momento las ventanas, porque las palomas no saben diferenciar entre un piso y otro, y acaban entrando en el mío», explica otra vecina Valentina, quien destaca la toxicidad de estos excrementos. «Mi marido estuvo ingresado en la UCI, al borde de la muerte, por una bacteria que estamos seguros que tiene su origen en este piso», explica Valentina. Además, la comunidad relata que el año pasaron fallecieron hasta tres vecinos de cáncer. «No sabemos al cien por cien si tiene alguna relación, pero vivir en estas circunstancias, no ayuda seguro», acaba Lorenzo.

Ahora, los vecinos se han dado cuenta de que ya empiezan a llegar las gaviotas, quienes han descubierto las palomas muertas del interior del piso.

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