La población extranjera crece por primera vez desde 2012 en Tarragona

Las personas foráneas son 120.944 en Tarragona, un 2,8% más que el año anterior, pero muy lejos de las 150.314 de antes de la crisis. Marruecos y Rumanía, principales países de origen

10 marzo 2019 20:29 | Actualizado a 12 marzo 2019 19:45
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Eli y Stefan son dos ciudadanos búlgaros que residen en Tarragona. Emigraron de su país y, tras un duro comienzo, aprendieron español y catalán y ahora regentan un negocio. El número de sus compatriotas ha disminuido ligeramente estos últimos años. A 1 de enero de 2018, la última cifra disponible, eran 1.786. Un año antes, 1.793. En 2016, 1.854. Y en 2015, la cifra era de 2.016. Si la comunidad búlgara no ha parado de disminuir, el conjunto de extranjeros creció en 2018 un  2,8% respecto al año anterior. Las personas foráneas pasaron de 117.678 a 120.944. Es el primer aumento desde el año 2012.

La crisis económica no sólo perjudicó a los miles de españoles que se quedaron sin trabajo. También a muchos extranjeros que tuvieron que volver a casa. En el año 2010, justo recién iniciada la recesión, había 150.314 extranjeros afincados en la demarcación. El número de personas foráneas no paró de caer, excepto en 2012 que hubo un ligero repunte respecto a 2011. Entre 2010 y 2018, el porcentaje de inmigrantes ha disminuido un 19,53%. Por contra, hasta 2010, el aumento de extranjeros había sido espectacular. En 2000, eran sólo 15.831. Es decir, en una década aumentaron un 849,49% hasta los 150.314.

Stefan y Eli dirigen, junto a una pareja de compatriotas, un recomendable restaurante ubicado en la Rambla Nova de Tarragona, muy cerca del Balcó del Mediterrani, el Miracle. Desde que llegaron se buscaron la vida hasta abrir su propio negocio. Tres de cada diez extranjeros residentes en Tarragona están afiliados a la Seguridad Social, ya sea como asalariados o como autónomos, un porcentaje muy similar al de españoles. Se desmiente ese tópico impulsado por la derecha y la extrema derecha de que los inmigrantes «sólo vienen a recibir ayudas y no a trabajar».

Este pasado enero había 40.280 extranjeros afiliados a la Seguridad Social, según datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. Suponen el 33,30% de los 120.944 extranjeros residentes a 1 de enero de 2018, la cifra más actual que consta en el Idescat. Esas mismas cifras referidas a ciudadanos españoles son 255.068 afiliados de una población de 674.958, es decir, un porcentaje del 37,79%. Los cuatro puntos se explican además porque la población inmigrante es mucho más joven que la nativa.

Marroquíes y rumanos

Los búlgaros, como Eli y Stefan, son la decimoquinta nacionalidad más numerosa en Tarragona. La mayoritaria es la marroquí (36.658 hombres y mujeres), seguida de la rumana (20.063) y la colombiana (4.149). Eli llegó a Tarragona en 2006, cuando tenía 25 años. En la ciudad ya residían su madre y su hermano. Empezó en tareas domésticas y cuidando niños. Desde el primer momento se formó. Estudió catalán, castellano e inglés, para sumar los tres idiomas al búlgaro y al ruso que había aprendido en la escuela en su localidad natal de Pleven.

Completó la preparación para cursar un Grado Medio de Gestión Administrativa. Y luego el Grado Superior de Comercio Internacional.  Stefan se lanzó aún más a la aventura. También natural de Pleven, se trasladó a Zaragoza con sólo 22 años y sin saber una palabra de español. Era el año 2000. En la capital aragonesa no conocía a nadie. Tuvo que alquilar una habitación en un piso habitado por ciudadanos subsaharianos. Su primer trabajo fue en una granja de pollos.

Al cabo de pocas semanas, se fue a Málaga a trabajar en la construcción. Aprendió español. Ocho años después, la empresa decidió promocionarle y le encargó un puesto de responsabilidad en su sucursal búlgara. Estuvo allí hasta 2011, año en que conoció a Eli. El flechazo se produjo la Nochevieja de aquel año. Los dos eran de Pleven (una ciudad de más de 98.000 habitantes) pero no se conocían. Durante los cuatro años siguientes Stefan trabajó como agente de turismo en una agencia de viajes de Salou especializada en turismo ruso, hasta que su empresa anterior le nombró Director de Compras y Logística en Qatar. 

La misma firma ofreció un puesto de secretaria a Eli en el departamento de Stefan. Tras pensarlo mucho, Eli declinó la oferta. El sueldo era excelente, pero la complicada situación de la mujer en ese país árabe y la añoranza de Tarragona le hicieron volver a casa. Ambos viajan a Bulgaria con frecuencia y sus familias les visitan aquí. Los vuelos de bajo coste facilitan la movilidad. Pero no se plantean regresar a Bulgaria. Eli lo tiene muy claro. «Tarragona es mi sitio», sentencia.

Comentarios
Multimedia Diari