La sanidad, en la UCI

La huelga de médicos de Primaria de esta semana ha puesto en evidencia las debilidades de la sanidad catalana. Hablamos con varios sanitarios para que nos expliquen la situación

02 diciembre 2018 18:44 | Actualizado a 02 diciembre 2018 18:49
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Uno intuye que algo no funciona cuando un paciente debe esperar más de quince días –en algunas ocasiones, hasta un mes– para ser atendido por su médico de cabecera. Cuando una ciudad como Tarragona se queda sin pediatras en atención primaria durante los fines de semana. Cuando un pueblo como La Canonja se manifiesta para denunciar que un CAP finalizado hace ocho meses no abre sus puertas porque no hay dinero para amueblarlo. Cuando los médicos convocan una huelga durante toda una semana… 

Todos estos síntomas –y muchos otros– los ha puesto en evidencia la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, que en su último informe, publicado en septiembre de este año, ubica a la sanidad catalana como la tercera peor de España. Le pone una nota de 65 en un baremo en el que la puntuación máxima estaría en 118 y la mínima, en 29. Sólo supera a la Comunidad Valenciana (63) y Canarias (53). Para elaborar este ránking, que lidera el País Vasco con una nota de 94, se tienen en cuenta datos oficiales del gasto per cápita, el número de camas, hospitales y sanitarios, el gasto farmacéutico, las listas de espera y la valoración de los pacientes, entre otras referencias.

El informe es demoledor: el gasto sanitario por habitante en Catalunya es de 1.192 euros, la menor inversión exceptuando la de Andalucía (1.106 euros). El índice de satisfacción con la sanidad se sitúa en un 6,51, uno de los más bajos, y solo el 3,2% de los pacientes afirma que cuando piden cita en el centro de salud se la dan en menos 24 horas, el porcentaje más bajo de toda España. En cuanto a la tasa de médicos de atención primaria por habitante, en Catalunya es de 0,67, solo por encima de cinco comunidades.

Esa poca inversión tiene consecuencias: hay que esperar un promedio de 173 días –50 más que la media española– para una intervención quirúrgica, en tanto que la espera para una consulta del especialista asciende a 98 días, cuando la media estatal no supera los 70. Catalunya es la comunidad con mayor tasa de pacientes en lista de espera quirúrgica por cada 1.000 habitantes (21,71, frente a un promedio de 13,13).

Consultadas al respecto, fuentes del Departament de Salut de la Generalitat argumentan que «no entramos a valorar estadísticas o referencias que no sean las propias cifras que elabora el Departamento». No obstante, aclaran que «una cosa es el presupuesto y otra, el gasto en salud, pues se gasta más de lo que se presupuesta. Y en este sentido, en 2018 el gasto es el mayor de los últimos años, pues asciende a 10.400 millones de euros».

Las mismas fuentes del Departament de Salut indican que «hay que tener en cuenta las particularidades de nuestra tipología de población, más envejecida, por lo que se requieren más tratamientos, al tiempo que también han aumentado los enfermos oncológicos. No obstante –continúan–, las encuestas que elabora el CEO dicen que los usuarios mantienen una valoración de notable para la sanidad catalana».

Los recortes
Mil millones menos en diez años

Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación, si hace apenas una década nos vanagloriábamos de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo? «Los recortes», es la primera respuesta que uno recibe cuando realiza esta pregunta. En efecto, la llegada de Artur Mas a la presidencia de la Generalitat en 2010 supuso un duro varapalo para los presupuestos de salud, hasta el punto de que Catalunya fue la comunidad que con más fuerza aplicó el tijeretazo a las cuentas sanitarias.

Así, según datos oficiales, en 2010 el presupuesto del Departament de Salut era de 9.709 millones de euros, una cifra que fue bajando progresivamente hasta tocar fondo en 2014, con cerca de 8.200 millones. Desde entonces ha ido subiendo poco a poco, pero lo 8.876 millones de 2018, aunque suponen una mejoría, significa aún una pérdida de mil millones con respecto a 2010 –otra cosa es, como matiza el Departament de Salut, el gasto–. Hasta tal punto esta deficiente financiación ha erosionado el sistema que se han perdido 6.500 profesionales, de los que más de un millar son médicos.

«El déficit financiero y los recortes son un aspecto fundamental para explicar el deterioro de la sanidad en Catalunya», asegura Manuel Carasol, vicesecretario del Colegio de Médicos de Tarragona, quien relata la situación de la Atención Primaria, a la que él se dedica: «La dotación actual de médicos en Primaria en Tarragona es de 690, aproximadamente, entre 100 y 120 menos que hace diez años». En este punto, las fuentes del Departament de Salut inciden en que «ya se han implementado algunas medidas para revertir los recortes: una de ellas sería los 100 millones anunciados para mejorar la Atención Primaria que han permitido poner fin a la huelga de esta semana».

Se da la paradoja de que, aunque Salut ha anunciado su intención de contratar a más de 200 médicos en Primaria, hallarlos no será sencillo. «Hay escasez de médicos de familia porque se hizo un mal proyecto de recursos humanos. Además, los que se forman aquí luego se van a otras comunidades que les ofrecen mejores condiciones», dice Carasol, que añade que en este aspecto «no estamos precisamente a la cabeza, sino de la media hacia abajo».

En efecto, Catalunya, que hace sólo unos años era un destino anhelado por los profesionales, se encuentra ahora con que son más los que querrían irse que los que sueñan con trabajar en esta comunidad. A los recortes se ha ido sumando toda una retahíla de problemas que han dejado muy tocada a la sanidad catalana. «Ha empeorado la calidad del servicio, la presión en el trabajo no para de aumentar, en otras autonomías los horarios son más racionales, el entramado burocrático no favorece la obtención de méritos… y, además, en comunidades vecinas, como Aragón, se paga entre 600 y 800 euros más al mes».

Los médicos
Estresados y muy frustrados

Emili Mayayo, patólogo que trabaja en el Hospital Joan XXIII, y Carles Creus, internista y miembro del sindicato Metges de Catalunya que desempeña su labor en Santa Tecla, coinciden con estas apreciaciones, al tiempo que se quejan de las dificultades que tienen para hacer bien su trabajo. Creus sostiene que «todos los servicios se han visto afectados de alguna manera por los recortes, porque se ha reducido al máximo el personal administrativo, lo cual obliga al personal sanitario a hacer labores administrativas que no le corresponden». Es una queja de la que también se hace eco Mayayo: «Los médicos ya no hacemos de médicos, sino de técnicos al servicio de la gestión». «Por una parte se nos pide que hagamos determinadas cosas pero no nos ponen los medios necesarios para poder hacerlas», se suma Creus. 

Y eso genera frustración. «Realizar esas funciones burocráticas se traduce en una reducción del tiempo que podemos dedicar a las personas. Nos quita tiempo asistencial y docente. No tenemos tiempo para reflexionar nuestras decisiones», dice Carles Creus. Y pone, a modo de ejemplo, «las consultas externas de Traumatología, donde es frecuente que entre las 9.00 y las 14.00 horas haya que ver a más de 40 enfermos, de los cuales muchos son primeras visitas. No es posible hacer las cosas bien, no se puede garantizar una buena calidad asistencial».

El caso de Traumatología no es único; «en el servico de Medicina Interna –continúa Creus– hasta hace poco éramos siete médicos. Pero el 7 de septiembre yo, que ejercía como jefe clínico desde 2008, decidí acogerme a mi derecho sindical y liberarme de la asistencia en planta. Como consecuencia, sólo quedan seis médicos adjuntos en el servicio, que han tenido que soportar una carga de trabajo que no es asumible. Si la ratio óptima en Medicina Interna no debería pasar de ocho enfermos por adjunto, se pasaban 12, 13, 14… e incluiso un día, 18. Ello conduce a unos niveles de estrés y agotamiento que son intolerables porque afectan a la salud física y psíquica de los profesionales. Y además no se garantiza la atención excelente y de calidad de que tanto se llenan la boca políticos y directivos», dice Carles Creus, quien anuncia que está preparando una denuncia ante Inspección de Trabajo. «Considero que es imposible trabajar en estas condiciones. Estoy harto de ver sufrir a mis compañeros». 

Precisamente son estas condiciones, unidas a la pérdida de un 25% de poder adquisitivo, las que han llevado a los médicos a la huelga. «En el fondo es una cuestión de derechos. Luchamos por nuestro derecho a ejercer bien nuestro trabajo sin tener que enfermar por ello y por el derecho del enfermo a ser atendido de la manera más digna posible».
 
El sistema
Opaco y difícil de entender

Si bien los recortes han agravado la situación, gran parte del personal sanitario explica, sin embargo, que «el problema es más de fondo». Es la opinión también de Mayayo y Creus. «La crisis empeoró una situación de financiamiento que ya era deficiente», coinciden ambos. «Llevo 37 años oyendo que no hay dinero. Sí que lo hay, el problema es que está mal distribuido. Se concentra mucho en pocas manos, en la parte más alta de la pirámide, y hay muy poco en la parte baja», vuelven a coincidir. «La sanidad es un barco, y cada vez son más los que se pasean en él y menos los que estamos remando», denuncia Creus.

En efecto, una queja común entre el personal sanitario es que hayan aumentado los cargos directivos y sus sueldos en tiempo de recortes. «Catalunya tiene el peor presupuesto en sanidad en relación con el PIB de toda Europa, sólo por delante de Grecia y Portugal. Sin embargo, no hay ningún problema para contratar nuevo personal de alta dirección que cobrará entre 100 y 120.000 euros. Es escandaloso», critican.

Uno de los temas que sale a debate es el propio modelo, que, según una buena parte del personal sanitario, «ha respondido más a los intereses de la sanidad privada que al interés público. También, por su opacidad, ha favorecido la corrupción, al distribuir dinero público a empresas privadas, fundaciones y otros entes sin ejercer ningún tipo de control sobre cómo se gasta». «El criterio parece ser hundir la sanidad pública para favorecer a la privada, que se frota las manos», denuncian tanto Mayayo como Creus.

La falta de transparencia está en boca de todos los médicos con los que hablamos. «¿Pretendes conocer cómo funciona el sistema? No creo que puedas ni aunque estemos hablando tres horas, porque no lo conocen ni los gestores», advierte uno de ellos.

«El sistema es opaco porque interesa que sea opaco», sostienen Mayayo y Creus, y asiente un buen número de médicos. «Detrás hay una ingeniería financiera que dificulta la transparencia. El modelo catalán está caduco por corrupto», dice Creus, mientras Mayayo añade que «el oscurantismo explica la poca respuesta de la sociedad, que no sabe cómo funciona la salud ni cómo se utiliza el dinero que sale de los impuestos que paga. Es una estrategia de tela de araña que duplica gerencias y cargos políticos ineficaces y que persigue dejar la sanidad pública para los pobres, casi como una obra social, y potenciar una sanidad mixta o privada».

A la hora de proponer soluciones, Tanto Mayayo como Creus se inclinan por «un sistema como el vasco o el navarro, 100% público y transparente, donde los directivos cobren como máximo lo que percibe un jefe de servicio. Pero los políticos no están por la labor; ellos tienen otros intereses».

No se muestra tan crítico Jaume Benages, de la Academia de Ciencias Médicas de Tarragona, quien asegura que «si todos los impuestos que pagamos los catalanes se quedaran en la Generalitat, esto estaría arregado en 24 horas». Es también la postura del Govern: «La única posibilidad para garantizar una mejor política de sanidad, de educación, de pensiones y de becas se llama «república catalana independiente», afirmó el viernes el president Quim Torra.

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