La tarraconense que deberá volver a China

El testimonio. Olivé vive en Changzhou, donde ya hay infectados. La joven, que imparte clases de español en la universidad, tiene billete de vuelta para el 17 de febrero

01 febrero 2020 10:11 | Actualizado a 17 febrero 2020 12:14
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Georgina Olivé vive en Changzhou, una ciudad china que se encuentra a 600 kilómetros de Wuhan, donde se encuentra el foco principal del coronavirus. Se fue de Tarragona hace tres años y medio para trabajar en una universidad como profesora de español. Aprovechando las vacaciones del año chino, Olivé decidió visitar a su familia. El pasado 18 de enero, aterrizaba en el aeropuerto del Prat de Barcelona, ajena a lo que estaba ocurriendo en su país de acogida. En un principio, tiene billete de vuelta para el día 17 de febrero. Pero todo parece indicar que las vacaciones se alargarán. El Diari habla con esta joven tarraconense, quien explica como ha vivido la situación. 

Empecemos por el principio. Georgina Olivé Figuerola nació en Tarragona hace 30 años. Estudió Filologia Hispànica en la URV y cursó el master de español como lengua extranjera. Una compañera de clase, que cursaba el doctorado, le dijo que había una oferta de trabajo en su universidad, en Changzhou. Sin pensárselo dos veces, Olivé hizo la entrevista y la cogieron. Desde entonces, ya han pasado tres años y medio. 

«Cada vez que los alumnos entran y salen de la residencia, deben tomarse la temperatura»

Imparte clases de español oral a estudiantes de filología española. Olivé vive en un apartamento sola, ubicado en un hotel que hay en el campus universitario. Allí residen todos los profesores extranjeros. Del departamento de español, solo está ella.
Esta joven tarraconense lleva años sin poder pasar la Navidad con su familia. «En esas fechas, todavía nos toca trabajar. Piensa que el 25 de diciembre estaba haciendo un examen», explica Olivé. Aprovechando las vacaciones del año chino, decidió viajar a Tarragona y pasar unos días con sus allegados. 

«Llegué el sábado día 18 de enero, y no fue hasta al día siguiente cuando empecé a escuchar la palabra coronavirus», recuerda Olivé. En China existe un servicio de mensajería móvil llamado WeChat. Es una mezcla entre WhatsApp y Facebook. «Por allí veía cosas raras, como fotos de amigos míos con mascarillas. No entendía mucho. También se empezaron a activar los grupos», explica Olivé, quien añade que «en mi provincia, todavía no había llegado el virus». 

La joven reconoce que «me empecé a preocupar cuando en un chat nos empezaron a dar recomendaciones, como ir en mascarilla, limpiarnos bien las manos, etc. Me di cuenta que algo estaba pasando».

«Mi ciudad está aislada. Los autobuses no funcionan y los metros solo paran en los hospitales»

Al cabo de unos días, la protagonista preguntó sobre la situación a la oficina internacional, el órgano que se encarga de hacer los contratos con los profesores extranjeros. «Primero me dijeron que no me preocupara, que no era necesario que cambiase el billete de vuelta –previsto para el 17 de febrero–. Pero una hora más tarde rectificaban y me avisaban de que el próximo martes decidirían cuando se abrirá la universidad. De momento, hasta el día 24, nada de nada», explica Olivé. 

Ahora, el coronavirus ya ha llegado a Changzhou. «La cosa va muy deprisa. Un día me levanté y vi un mapa donde marcaban como infectadas todas las ciudades que rodean la mía. Pensé: mañana también habrá casos en Changzhou. Y así fue», recuerda. Se trata de una ciudad pequeña –según los chinos–, de más de 3,5 millones de habitantes. Las calles, explica Olivé, están completamente vacías. «Es normal que no haya mucha gente en esta época del año, teniendo en cuenta que es una zona universitaria. Pero que no se vea absolutamente nadie, es raro», apunta la joven. 

«Las ciudades están aisladas»
Olivé debería hacer un examen de recuperación a sus alumnos el próximo 21 de febrero. No tiene pinta de que así sea. «El problema es que mi ciudad está aislada. No hay servicios de autobús y el metro pasa muy poco y solo para en hospitales. No tiene sentido que vaya ahora», explica Olivé. 

Problema y gordo es el que tiene un compañero suyo, mejicano. Decidió ir a pasar las vacaciones del año chino a Tailandia. Viajaba con visado y en pocos días se le caduca. Pero no puede volver a la Changzhou. 

Otra de sus amigas se ha quedado en la ciudad porque trabaja en un bar. «Me dice que no pueden salir de casa, que están encerrados todo el día. Los primeros días no había comida a los supermercados, ahora ya han repostado», asegura. 

Olivé mantiene contacto con algunos de sus alumnos. En la residencia donde viven los estudiantes extranjeros, las medidas que se están llevando a cabo son muy restrictivas. «Han colgado un cartel con recomendaciones. Cada vez que entran y salen del recinto, deben registrarse y tomarse la temperatura», relata Olivé.

La joven tarraconense se encuentra ahora a la espera de lo que le digan desde su universidad. Lo que tiene claro es que no va a poner su vida en peligro. «Mi familia está encantada con que pase unos días más aquí», comenta Olivé. Por el momento, la joven tarraconense se ha comprado una mascarilla protectora por Amazon, ya que en las farmacias no quedan. 

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