La tierra de ciudad también da frutos

Solares donde no se construirá por culpa de la crisis, descampados sin uso y hasta trozos del patio de una escuela; cualquier sitio es bueno para un huerto colectivo. Repasamos algunas experiencias

19 mayo 2017 22:23 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:36
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Hace unos días un grupo de voluntarios conseguía, por fin, plantar las primeras semillas del Huerto Social de la Universitat Rovira i Virgili. Era el punto culminante de un largo camino para dar un nuevo uso al terreno vacío ubicado en el campus de la Avenida Catalunya; un solar que se había quedado sin un destino cierto cuando los recortes hicieron descartar, temporalmente, levantar allí nuevos edificios.

A simple vista sólo se ven tierra y unos palets alrededor, en el fondo, mucho trabajo concienzudo de alumnos y profesores de diferentes disciplinas. Para acondicionar el terreno (repleto de escombros de los antiguos cuarteles del ejército que funcionaban en el lugar), un grupo de alumnos de arquitectura ha debido hacer mediciones topográficas, planos... También es obra suya toda la ‘armazón’ a partir de palets de madera. El profesor Carlos Barberà explica que, si consiguen el apoyo necesario, la intención es crear gradas, bancos y una zona de juegos, también con palets, para el disfrute de toda la comunidad, no solamente la universitaria.

Los alumnos de audiovisual, por ejemplo, se están encargando de grabarlo todo para elaborar un documental; los de arte harán representaciones en el sitio... Un ejemplo más, explica una de las responsables, la profesora del departamento de Derecho Público Susana Borràs, de su espíritu de espacio abierto. La intención es, además, incorporar a otras personas de colectivos socialmente vulnerables.

Aunque apenas se acaban de sembrar las primeras semillas, el proyecto ya ha contado con varios reconocimientos. El primero ha sido el ser elegido para obtener los fondos recaudados durante la primera y segunda Cursa Solidaria de la URV celebrados el año pasado (4.000 euros) y el actual. También han ganado recientemente el premio de acción social Mercè Bañeras i Maria Figueras, que entrega la Fundació Plataforma Educativa en Girona. Lo consiguieron frente a otras 50 candidaturas.

Explica Borràs que uno de los objetivos del huerto es recuperar conocimientos sobre el cultivo y la relación con la tierra que se han ido perdiendo con los años. Para ello, por ejemplo, han invitado a integrarse a entidades de la ciudad que atienden a personas mayores.

Además, las semillas sembradas son todas de plantas autóctonas, para lo cual han contado con distintas donaciones. Afinal el terreno se dividirá en 10 ó 15 huertos cada uno cultivado por un grupo responsable. Luego será el propio grupo el encargado de decidir qué hacer con los frutos.

 

Frutos en San Salvador

Más tiempo de andadura lleva el Huerto Social de Sant Salvador, gestionado por el Ayuntamiento de Tarragona. Antes era un solar baldío que funcionaba como aparcamiento no regulado. Bajo la superficie también había escombros de la construcción del centro cívico.

Amat Callen, animador sociocultural y responsable del huerto, relata que el año pasado, cuando se abrió la convocatoria para el huerto social, muchas personas no sabían de qué se trataría. Este año ha habido que hacer un sorteo porque los vecinos que querían participar doblaban el número de huertos disponibles. En total son doce, ocho para los vecinos y cuatro que el propio centro cívico cultivará junto a otras entidades.

Todos los participantes han recibido un curso básico de formación y cada usuario decide qué quiere plantar para su consumo. Es común ver a los ‘hortelanos’ compartiendo conocimientos. Los hay españoles, marroquíes, senegaleses, paquistaníes... Algunos se han conocido aquí y no se habrían encontrado en otras circunstancias.

Aurelia Castillo, una de las usuarias, comenta que ya ha sembrado tomates, ajos, cebollas, lechugas y habas que están creciendo. «Para mí es un hobbie, una forma de distraerme», comenta.

Las parcelas, que son adjudicadas por dos años, ya han dado varias cosechas.

 

Los pioneros, en la Part Alta

Sin embargo, para hablar de huertos urbanos en Tarragona no se puede obviar la experiencia del Hort del Circ, ubicado en la Part Alta, en un terreno de propiedad municipal e inaugurado en 2013.

Uno de los responsables de la idea, Hernani Días, reconoce que han tenido algunas dificultades, especialmente con los vecinos. «Este es el tema que más conflictos nos ha causado pero también es donde nos hemos emocionado con las historia de la señora María, la vecina que tenía allí la huerta y de allí alimentaba a toda su familia. Hemos hecho dos acciones de mediación con el ayuntamiento y los vecinos tratando de explicar el proyecto y llamar a participación. Pero todavía hoy tenemos vecinos que nos tiran basura, nos insultan o amenazan con prender fuego a todo. También está la vecina que siempre viene a ver cómo estamos, a pillar menta para sus infusiones y que nos estima mucho. Sufrimos de vandalismo, nos revientan las puertas y candados...».

Tampoco es fácil gestionar el hecho de que no cuentan con luz ni agua. Esta última la recogen de la lluvia, de aires acondicionados, de fuentes públicas y gracias a algún colaborador.

En una visita reciente pudimos comprobar que el huerto, en general, ya no presenta el aspecto vivo de sus comienzos y, a simple vista, no se ven muchas plantas a punto de dar sus frutos.

 

El relevo, en marcha

Pero si una red de huertos cuenta con buena salud esa es la de los huertos escolares. Muchos son los centros que han puesto en marcha uno en algún rincón del patio o en un espacio antes ocioso. Son ejemplos los de las escuelas de Camp Clar, Pau Delclòs, Arrabassada, Teresianes, Pràctiques, Sant Pere i Sant Pau, La Salle... En muchos se permite a padres y, sobre todo, abuelos, trabajar y aportar su experiencia.

Para muchos niños es la oportunidad de ver cómo crecen alimentos que antes llegaban como por obra de magia a sus platos. Así lo comentaban, hace unos días, algunos de los pequeños participantes en la fiesta que organizó la escuela Mare de Deu del Carme para que los alumnos probaran lo que han cultivado durante el año. Patatas, tomates, vainas, brócoli... A la mayoría les sabía a gloria: «El día del huerto es el mejor de la semana», comentaba un niño. Viendo el entusiasmo que mostraban es fácil suponer que, si persisten en la labor, los huertos urbanos, más que una moda pasajera, habrán llegado para quedarse.

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