La trata de seres humanos, la tercera actividad criminal más rentable del mundo

En la demarcación de Tarragona operan las organizaciones albanesas, que explotan a mujeres en las carreteras, a las que obligan a ejercer la prostitución coaccionándolas a ellas o a sus familias en sus países de origen

24 junio 2018 17:52 | Actualizado a 28 junio 2018 10:59
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España es el primer país europeo de tránsito y destino de mujeres con fines de explotación sexual. No en vano, esta práctica supone la tercera actividad criminal más rentable del mundo –sólo superado por el tráfico de drogas y el de armas–, asegura el cabo de la Unitat Central de Tràfic de Éssers Humans dels Mossos d’Esquadra durante una Jornada Internacional sobre Lluita contra la Trata de Sers Humans en la Universitat de Barcelona.

El inspector responsable de esta unidad, con sede en Sabadell, añade que en el caso de la demarcación de Tarragona, los clanes albaneses son los encargados de controlar a las mujeres que ejercen la prostitución a pie de carretera. De todas maneras, recalca que estos grupos organizados tienen una gran movilidad para desplazarse, no sólo por España sino incluso por Europa.

El fenómeno es preocupantes. Un total de 5.695 personas fueron liberadas en España por las fuerzas de seguridad de su esclavitud, como víctimas de trata y por explotación sexual o laboral principalmente, de 2012 a 2016, según el Ministerio del Interior. 

Las redes dependen, en parte, del fenómeno global y también de la afluencia turística: donde haya más ‘clientes’ allí estarán ellas. Tras el análisis de los últimos años, se ha detectado que los diferentes grupos se reparten, más o menos, el territorio catalán.

Así, las organizaciones albanesas se encuentran principalmente en la demarcación de Tarragona; las búlgaras, en el norte de Catalunya; las rumanas, tanto en el sur como en el norte; las nigerianas, en Barcelona y La Jonquera. También están las chinas, que no se puede determinar su localización exacta a causa de su clandestinidad.

Éstas se dedican más bien a ejercer la prostitución en pisos. «Los grupos criminales son muy territoriales y, a veces, crean conflictos entre ellos y provocan el traslado a otras zonas», asegura al Diari el inspector de la Unitat Central de Tràfic de Éssers Humans dels Mossos, Antoni Salleras.

A pie de carretera

En la demarcación de Tarragona, estos grupos albaneses controlan a sus víctimas, que se dedican a la prostitución en las carreteras del Camp de Tarragona. «En el caso de Tarragona es un fenómeno estacional. Sube la actividad en verano porque también se incrementan los clientes. Porque se trata de una prostitución que se ejerce a pie de carretera», y en menor medida en pisos particulares. Las víctimas, además de albanesas, también son de nacionalidad rumana. 

Antoni Salleras es categórico al asegurar que «si no hay consentimiento, hay explotación sexual. Y las víctimas suelen actuar bajo amenazas o coacciones, no sólo hacia ellas sino también hace su familia, tanto aquí como en su país de origen».

El responsable policial reconoce que es muy difícil de dar cifras sobre el número de bandas asentadas en la zona de Tarragona así como también el número de mujeres víctimas de explotación sexual. Dentro de la dificultad sí que establece dos zonas más o menos marcadas. Una sería la del Alt y Baix Penedès y la otra, la que formaría el triángulo formado por el Tarragonès, Alt y Baix Camp.

En esta última zona hay importantes vías de comunicación con un alto volumen de tráfico, como al N-340 y la N-240, donde la presencia de mujeres a pie de carretera, bajo el sol de verano –algunas con una simple sombrilla o silla plegable– se hace especialmente visible.

Algunas de las víctimas están todo el año en Tarragona y otras, estacionalmente, de uno a tres meses. Ellas conviven con los controladores, que son los encargados de llevarlas a pie de carretera, aunque a veces esta misión de encarga a los ‘taxistas’, unas personas que tienen este rol dentro del grupo. «Lo que está claro es que no van solas a ‘trabajar», afirma el inspector Antoni Salleras. 

Conviven con el controlador

Cada controlador convive con una o dos mujeres en un piso. Una gran parte del dinero que obtienen ellas es para la organización. Las mujeres pueden salir de los pisos, aunque saben que si marchan habrá consecuencias para sus familiares.

Normalmente, estas bandas no suelen crear problemas entre ellos. Hay un cierto respeto territorial. Incluso si una banda tiene muchas mujeres o la otra pocas, la primera alquila a la segunda posiciones en la carretera. Si a veces ha habido alguna pelea, al final han llegado a acuerdos entre las partes.

Investigar a estos grupos no resulta fácil, «es complicado porque las víctimas no colaboran, por mucho que puedas ofrecer protección, tanto a ellas como a sus familias en sus países de origen». Cuando alguna de las mujeres se atreve, se contacta con las Policías de otros países para poner bajo su protección a la familia.

A todas las víctimas se les aplica la figura del testigo protegido. «Su aportación es muy importante  ya que los indicios que nos dan es la base de la causa», asegura el inspector. 

Las jerarquías

Estas bandas organizadas suelen tener también su propia jerarquía. Algunos de los ‘capos’ están en su país y otros, aquí, donde vienen a pasar un tiempo. «Tienen una gran movilidad entre países donde cuentan con ‘negocios’», recalca el responsable de la unidad. Esta facilidad de movimiento es debido a que sus negocios tienen ramificaciones en diversas naciones. 

Los grupos organizados no son clanes familiares, aunque algunos de sus componentes tienen vínculos de sangre. Las bandas son muy amplias, habitualmente más de diez personas. «Cuanto más amplio sea el grupo, más difícil es saber cuántas personas son porque tienen muchas ramificaciones». En concreto, los Mossos han llegado a establecer vínculos con organizaciones asentadas en Italia, Alemania, Bélgica y Francia. 

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