Las ONG de ayuda humanitaria, con las manos atadas

Tarraconenses solidarios. Myriam Correa y Miquel Àngel Fa realizan habitualmente su labor en el campo de Moria y Marc Reig es el capitán del Open Arms, varado en Burriana

19 abril 2020 07:20 | Actualizado a 20 abril 2020 07:56
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Las ONG de ayuda humanitaria realizan una labor vital. Esta crisis del coronavirus supone un obstáculo para que puedan seguir salvando vidas o echar una mano a los que más la necesitan. Las limitaciones por seguridad impuestas por los gobiernos afectan directamente a su operatividad y reducen su labor tan importante.

Myriam Correa y Miquel Àngel Fa se vieron obligados a salir del campo de refugiados de Moria por las presiones de la ultraderecha hace unas semanas ya ahora no pueden volver por el coronavrius. Ambos son cooperantes de la ONG Better Days y se encuentran ahora mismo en Atenas, resignados al teletrabajo con tareas administrativas, a la espera de volver a Lesbos para trabajar en los protocolos de prevención que están creando contra el coronavirus.

«En la isla hay pocos casos confirmados y en Moria de momento ninguno. Pero sabemos que el virus puede llegar en cualquier momento y las ONG intentamos crear protocolos de prevención y actuación con los pocos recursos que disponemos», apuntan.

Según explica la pareja de Tarragona, «en total somos seis ONG que estamos intentando recaudar dinero para comprar material sanitario y que haya un mínimo de higiene. La distancia no se puede respetar porque hay 20.000 personas y pueden convivir hasta 25 por box. También intentamos reubicar a menores buscándoles algún familiar en países de Europa para al menos tener a salvo una parte de la población si llega la enfermedad».

Los cooperantes griegos siguen en la isla de Lesbos y unos pocos médicos se arriesgan acompañados de traductores a ir al campo. Todo el mundo trabaja para frenar el virus en caso de que llegue. En las afueras de Moria ya hay un box destinado para las personas que presenten los síntomas. En Lesbos apenas hay seis camas de UCI y si hubiera un brote de COVID-19 entre los que malviven en Moria, los hospitales locales se saturarían con mucha facilidad.

«No nos dejan volver a Tarragona por el mismo motivo que no podemos ir a Moria. En la isla solo están los directores de las ONG, que se encargan de distribuir el material higiénico: jabón, guantes, mascarillas y poco más».

La sanidad en Grecia es pública y universal, como aquí, pero Myriam y Miquel Àngel cuentan que «hay mucha discriminación. Los refugiados pueden ir a una clínica pero no se les trata como al resto. Y el problema ahora es que no pueden salir de Moria. Entonces, no pueden sacar dinero –reciben unos 90 euros mensuales de la Naciones Unidas– porque allí no hay cajeros ni tampoco pueden ir a tiendas para comprar comida. No tienen acceso ni a comida, agua potable o dinero». Y es que en Moria solo hay un grifo para cada 1.300 personas y un baño para cada 200.

Lo que más preocupa a los dos tarraconenses de Better Days es que «no estamos preparados para frenar la enfermedad si surge un brote en el campo. No somos médicos, no podemos trabajar con normalidad ni tenemos el apoyo de nadie. Si en Europa ya están desbordados, imagínate allá».

Hasta la fecha ya hay dos campos de refugiados en Grecia bajo cuarentena por la aparición de casos de coronavirus entre sus vallas. El primero fue el campo de Ritsona el jueves pasado, con cerca de 2.700 personas a unos 75 kilómetros de Atenas y el otro es el de Malakasa, situado en un antiguo terreno militar a unos 40 kilómetros al norte de la capital griega. Para llevar a cabo protocolos de seguridad las condiciones de estos dos campos no son tan precarias como en los de las islas de mar Egeo.

El gran temor de las organizaciones humanitarias es que la pandemia llegue hasta los abarrotados campos de las islas del mar Egeo, como el de Moria, donde sus más de 20.000 huéspedes viven en pésimas condiciones de salubridad. De momento la estrategia del Gobierno griego es aislar a los migrantes, solicitantes de asilo y refugiados en los campos para evitar su contacto con la población local.

El Open Arms, varado en Burriana

Otra de las ONG que lleva a cabo una labor vital es Open Arms, encargada de rescatar y salvar las vidas de aquellos migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo buscando un porvenir. Ahora mismo, el barco se encuentra varado en Burriana con el fin de arreglar una avería mecánica y otros acondicionamientos. Su capitán, Marc Reig, explica que «el lunes pasado se pararon las reparaciones del barco. Queríamos salir a mar la próxima semana pero parece que seguirán paradas hasta el día 26».

«Esta crisis nos afecta mucho porque nos retrasa la salida a la mar y la tripulación tampoco sale del barco. Si en principio íbamos a estar dos meses varados, ahora se alarga todo entre uno y dos meses más. La gente sigue saliendo, básicamente de Libia, porque por mucho que aquí haya coronavirus, antes que quedarse en sus países prefieren escapar de la guerra y las balas», cuenta el tarraconense.

Ahora mismo el Alan Kurdi es el único barco humanitario en el Mediterráneo Central. En caso que el Open Arms estuviera operativo, el problema es que los puertos de España e Italia están cerrados ahora mismo y necesitarían un permiso de las autoridades. «Esto no está en nuestras manos y ahora lo importante es arreglar el barco. El año pasado hubo una situación extrema en que estuvimos veinte días con personas rescatas a bordo sin que pudiéramos desembarcar y a raíz de esto los gobiernos cambiaron su postura a mejor. Esta crisis nos genera incertidumbre porque no sabemos si esto cambiará en el futuro», apunta Reig.

Al no poder salir a mar, parte de la ONG participa en labores asistenciales en residencias de ancianos. Entre la tripulación del Open Arms, que sigue un protocolo de seguridad, lo que más preocupa es tener el barco operativo lo «antes posible», confiesa su capitán de Tarragona, y añade: «Después ya veremos cual es la operativa de rescate, pero queremos arreglar el barco porque la gente sigue cruzando el mar arriesgando sus vidas».

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